Elena Carter, una brillante y empoderada empresaria de Nueva York, ha construido su imperio tecnológico desde cero, enfrentándose a un mundo lleno de desafíos y competencia. Nada ni nadie ha logrado desviarla de su camino… hasta que aparece Damian Moretti. Rico, influyente y peligrosamente atractivo, Damian es un mafioso italiano con un oscuro pasado y un obsesivo interés por Elena.
Cuando Damian intenta infiltrarse en su vida a través de una tentadora propuesta de negocios, Elena se encuentra atrapada en una red de pasión y peligro. Su determinación por mantener el control choca con la implacable necesidad de Damian de poseerla, no solo en los negocios, sino en cada aspecto de su vida.
Entre celos, conspiraciones y una atracción que no pueden negar, ambos descubrirán que hay líneas que no pueden cruzarse sin consecuencias. ¿Podrá Elena resistir el encanto y el poder de un hombre que lo arriesgará todo por tenerla? ¿O terminará cayendo en la trampa de una obsesión peligrosa...?
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Capítulo 4: Atracción Irresistible
Elena llegó a la oficina más temprano de lo habitual al día siguiente. El encuentro con Damian había dejado una sombra persistente sobre su ánimo, y necesitaba despejar su mente enfocándose en el trabajo. Sin embargo, por más que lo intentaba, sus pensamientos seguían regresando a sus últimas palabras: "Lo que quiero contigo no es un juego."
—Necesito concentrarme —murmuró para sí misma, abriendo su portátil con firmeza.
Mientras revisaba los informes, Sophie entró a la oficina con un gesto preocupado.
—Elena, hay algo que necesitas saber.
Elena levantó la vista, esperando malas noticias.
—¿Qué sucede?
—Hay rumores sobre una posible adquisición de una de nuestras subsidiarias. Un grupo inversor desconocido está comprando acciones de Carter Innovations desde hace semanas.
Elena dejó su bolígrafo sobre la mesa y se enderezó.
—¿Qué grupo? ¿Qué tan cerca están de una posición significativa?
Sophie le entregó una carpeta con información reciente.
—No estamos seguros de la identidad exacta, pero… —Sophie se detuvo, dudando.
—¿Pero qué? —insistió Elena, abriendo la carpeta.
—Todo apunta a que Damian Moretti está detrás de las compras.
Elena sintió un nudo en el estómago. Era exactamente el tipo de movimiento que esperaba de él: directo, intrusivo y calculado.
—Gracias, Sophie. Déjame manejar esto.
Sophie asintió y salió de la oficina, dejándola sola con sus pensamientos. Damian había cruzado una línea al entrometerse en su empresa, pero lo que más la enfurecía era la sensación de que esto no se trataba de negocios. Era personal.
—¿Qué estás haciendo, Damian? —susurró para sí misma, pasando los dedos por el puente de su nariz.
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Esa tarde, mientras estaba en medio de una reunión con el equipo de finanzas, su teléfono vibró sobre la mesa. Elena lo ignoró, manteniéndose profesional. Sin embargo, el dispositivo vibró de nuevo, y esta vez Sophie, que estaba sentada a su lado, le lanzó una mirada preocupada.
—Puede ser importante —sugirió Sophie en voz baja.
Elena suspiró y revisó el mensaje.
"Espero que estés teniendo un buen día. Necesitamos hablar. Estoy afuera de tu edificio. -D.M."
Elena cerró los ojos, sintiendo que la paciencia se le agotaba.
—Disculpen, necesito atender algo urgente. Sophie, encárgate de los puntos pendientes.
Sin esperar respuesta, salió de la sala y se dirigió al lobby, donde Damian la esperaba con una postura relajada y una sonrisa arrogante.
—¿Qué estás haciendo aquí? —exigió en cuanto se acercó a él.
—Vine a verte. —Damian se encogió de hombros como si fuera lo más natural del mundo.
—¿Cómo conseguiste pasar al lobby? —preguntó, cruzando los brazos.
—Tengo mis métodos. —Su sonrisa se ensanchó.
Elena respiró hondo, sintiendo cómo la irritación comenzaba a subir.
—Si esto es sobre las acciones que has estado comprando, te advierto que estás jugando con fuego.
Damian arqueó una ceja, divertido.
—¿Fuego? Me gustan los retos, Elena. Sabes que no soy alguien que se asuste fácilmente.
—Esto no es un juego, Damian. Mi empresa no es un terreno en el que puedas pisar como quieras.
Él dio un paso más cerca, reduciendo la distancia entre ambos.
—Nunca he pensado que sea un juego. Pero, ¿puedes culparme por querer estar cerca de ti?
Elena apretó los labios, intentando no dejarse intimidar. Sin embargo, la proximidad de Damian y su mirada intensa hacían que fuera difícil mantener la compostura.
—Si crees que esto va a funcionar, te equivocas.
Damian inclinó la cabeza, evaluándola con una sonrisa lenta.
—¿Qué parte de mí crees que no funciona, Elena? Porque hasta ahora, me parece que estoy logrando exactamente lo que quiero.
Elena sintió que el calor subía por su cuello. La cercanía de Damian era abrumadora, y aunque quería retroceder, sabía que eso sería admitir una debilidad que no podía permitirse.
—Tienes cinco segundos para salir de este edificio antes de que llame a seguridad.
Damian se rió suavemente.
—Está bien, me voy. Pero esto no ha terminado. —Le dio un vistazo rápido, su mirada deslizándose por ella como si intentara memorizar cada detalle. Luego, añadió en voz baja: —Nos vemos pronto.
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Esa noche, mientras intentaba relajarse en su departamento, Elena recibió otro mensaje de Damian. Esta vez era una invitación.
"Cenemos mañana. Prometo no hablar de negocios. -D.M."
Elena apretó el teléfono con frustración. Sabía que debía ignorarlo, pero su curiosidad era más fuerte. ¿Por qué estaba tan empeñado en acercarse a ella?
Decidió no responder, esperando que entendiera el mensaje. Sin embargo, a la mañana siguiente, un ramo de rosas blancas llegó a su oficina con una nota que decía:
"Las respuestas se dan en persona. Te estaré esperando. -D.M."
Elena suspiró. Damian Moretti no iba a rendirse tan fácilmente, y eso, aunque irritante, también la hacía sentir algo que no quería admitir: emoción.
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Esa misma noche, después de largas deliberaciones, Elena terminó aceptando la invitación. No porque quisiera ceder, sino porque necesitaba entender cuáles eran las verdaderas intenciones de Damian.
Cuando llegó al restaurante, Damian ya la estaba esperando, vestido impecablemente y con una sonrisa que podía derretir el hielo más grueso.
—Me alegra que hayas venido.
—Estoy aquí para establecer límites, Damian. Nada más.
Él asintió, aunque su expresión decía que no creía ni una palabra.
—Entonces, empecemos por disfrutar la cena.
A pesar de su determinación de mantenerse distante, Elena no pudo evitar sentirse atraída por el carisma de Damian. Cada palabra que decía parecía estar diseñada para desarmarla, y aunque no quería admitirlo, comenzaba a funcionar.
Hacia el final de la noche, cuando ambos se levantaron para irse, Damian tomó suavemente su mano.
—Gracias por venir, Elena. Esto es solo el comienzo.
Elena retiró su mano, mirándolo con firmeza.
—El comienzo de nada, Damian.
Pero mientras caminaba hacia su coche, sabía que mentía. Esto apenas estaba comenzando.
....
Mucho e'xito.