Grei Villalobos, una atractiva colombiana de 19 años, destaca por su inteligencia y un espíritu rebelde que la impulsa a actuar según sus deseos, sin considerar las consecuencias. Decidida a mudarse a Italia para vivir de forma independiente, busca mantener un estilo de vida lleno de lujos y excesos. Para lograrlo, recurre a robar a hombres adinerados en las discotecas, cautivándolos con su belleza y sus sensual baile. Sin embargo, ignora que uno de estos hombres la guiará hacia un mundo de perdición y sumisión.
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Capítulo 15 Golpe de ego.
Grei Villalobos
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Comienzo a revisar cada habitación, abriendo cuidadosamente cada cajón y cada closet, pero no encuentro nada. Al llegar a otra habitación, me doy cuenta de que es la del calenturiento. Empiezo a buscar entre sus pertenencias, moviendo algunas cosas, pero no hallo nada relevante. Al final, decido dejar todo en su lugar y sigo revisando varios cajones más hasta que, finalmente, encuentro unas llaves. Sonrío, como si hubiera dado con un tesoro.
Bajo rápidamente por las escaleras y me dirijo hacia la puerta trasera, que se encuentra justo detrás de la cocina. Empiezo a probar llave por llave hasta que escucho el suave clic que indica que la puerta se ha abierto. Una ola de alegría me recorre. Vuelvo a cerrar la puerta con seguro y guardo la llave que he encontrado, dejando las demás en su sitio. Luego, regreso a la habitación de ese hombre, asegurándome que todo siga igual que antes.
Al entrar en mi propia habitación, coloco el seguro y saco mi llave, dándome cuenta de que necesito esconderla. Se me ocurre guardarla en el baño, así que quito la tapa del inodoro y la coloco allí, volviendo a poner la tapa en su lugar. Pienso que lo mejor es esperar hasta que salga el sol para irme, ya que todo está oscuro y podría ser peligroso encontrarme con cualquier cosa.
Miro a mi alrededor y coloco una mesa en la puerta, así él no podrá entrar. Camino hacia la cama, me recuesto y miro al techo. Extraño a Rosario; en cuatro meses será su cumpleaños, y si logro salir de todo esto, estaré allí para celebrarlo con ella.
Mi mente comienza a llenarse de recuerdos, algunos agradables y otros no tanto, hasta que poco a poco mis ojos se cierran y caigo en un sueño profundo.
Despertándome al escuchar ruidos afuera, reconozco la voz de Matteo exigiendo que abra la puerta. Con cuidado, me bajo de la cama, coloco el seguro en la puerta del baño y la cierro. Escondiéndome bajo la cama mientras observo nerviosa hacia la puerta.
—¡Muñeca, abre la puerta! ¡No me hagas enojar! —dice con tono algo molesto mientras toca la puerta.
Decido permanecer en silencio; no tengo intención de abrirle y no quiero que me toque. Tuvo la suerte de hacerlo una vez, pero no habrá una segunda. Observo cómo la puerta y la mesa se mueven bruscamente. Cubro mi boca para no hacer ruido. ¿Cómo pudo abrirla de un solo golpe? ¿Era realmente tan fuerte?
Lo veo caminar hacia la cama y luego dirigirse al baño, intentando abrir la puerta.
—Grei Villalobos, esto te saldrá muy caro —su tono es serio, cargado de amenaza.
Cuando finalmente abre la puerta de un golpe, miro hacia la salida, pero si salgo de mi refugio, él me verá y no tendré dónde esconderme. Aquí estoy más segura. Respiro aliviada al verlo salir de la habitación cuando, de repente, él se coloca frente a mí, mirándome con una sonrisa que me pone en alerta.
—¿Crees que este sería un buen escondite, muñeca?
—¡Vete de mi habitación! —le grito, intentando salir rápidamente de mi escondite, pero él me agarra de los brazos.
—Claro que me iré, pero contigo a la habitación roja.
Con fuerza, me saca y, tras un forcejeo, logro liberar mis brazos y trato de correr, pero él me atrapa por la cintura, presionándome contra él. Me da un beso en el cuello mientras su mano comienza a explorar de manera inapropiada.
—¡Suéltame, depravado, te lo ordeno! —le grito, sintiendo la necesidad de liberarme.
Lucho con todas mis fuerzas, pero su mano baja hacia mi vagina su otra mano masajea mi pecho, provocando en mí una respuesta involuntaria.
—¿Aún te sientes molesta, muñeca? Puedo ayudarte a dejar atrás ese enojo. Sé que deseas que te haga mía y que anhelas que te vuelva hacer de todo. Ya no resistes como hace unos segundos.
Él continúa moviendo sus dedos, mientras yo cierro los ojos. Su mano masajea suavemente mi seno, luego se atreve a subir mi blusa, sin dejar de acariciarme. Se posiciona frente a mí, besándome con intensidad, acercándome a la pared mientras me sorprende con varios suspiros. Su boca recorre mi mentón y luego regresa a mis labios. Sus dedos se mueven de tal forma que no puedo contenerme; llego a un punto de euforia. Al mirarlo, tiene una pequeña sonrisa de satisfacción.
—Gracias, Matteo, por brindarme un orgasmo decente, pero ahora me gustaría dormir. Quiero que te retires, por favor.
Él arquea una ceja, retira su mano y se aleja, aunque su expresión muestra una ligera molestia.
— ¿Crees que puedes jugar conmigo, muñeca? No eres tú quien pone las reglas; yo tengo el poder aquí. Estás en mi propiedad, y puedo hacer lo que quiera contigo ahora ere completamente mía.
—Ya te dije que quiero descansar. Puedes ser el dueño de este lugar, pero jamás serás mi dueño. Soy libre y no permitiré que alguien tán básico como tú me utilice.
Él avanza hacia mí, pero yo me mantengo firme. Puedo notar una vena marcándose en su frente, lo cual me genera un poco de nervios y cierto miedo, pero no lo muestro.
—¿Tan básico te parezco? ¡Grei! Tienes el privilegio de conocer a Matteo Vannecelli, de una de la familia más reconocida y poderosa de este país; uno de los hombres más deseados aquí. Muchas mujeres darían mucho por atraer mi atención. Deberías sentirte afortunada. Y tú, una colombiana, te atreves a decirme que soy básico. Es algo ridículo.
Parece que le ha dolido, he afectado su ego y puedo ver un destello de frustración en sus ojos.
—Pero esta mujer que consideras ridícula no le interesa de que familia eres ni lo deseado que seas. No eres mi tipo, Matteo. Estoy aquí porque me secuestraste. Si no fuera por eso, jamás habrías tenido la oportunidad de estar conmigo.
Observo cómo aprieta su puño y se aleja de mí, saliendo de la habitación con un gesto brusco al cerrar la puerta, lo que me provoca un ligero sobresalto. Respiro con un cierto alivio; parece que su ego ha sufrido un golpe. Sonrío, ya que esto es lo que necesita para que baje de su nube.