Bianca solo tiene un deseo: poder y respeto. Dante se lo concederá. La convertirá en su esposa y lo que en un inicio fue por conveniencia se transformará en algo mucho más fuerte.
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No te culpo.
BIANCA
Experimente mi primera vez con uno de los capos más peligrosos en Italia. El capo de la Ndrangheta, Dante Rossi, mi esposo. Tenerlo desnudo, sobre mí, con su miembro entrando y chocando con mi pelvis, él se ha convertido en mí más de lo que piensa.
Estamos paseando por el patio, él ve mis rosas y yo solo pienso en todo lo que ha pasado. Hemos estado hablando.
—Solo quiero pedirte que si se presenta algún problema tienes que decirlo. No quedarte callada y huir. Huyendo no vamos a arreglar las cosas.
—También quiero que seas sincero. Te pido lo mismo.
—Ambos hemos cometido errores y aprenderemos de ello—asentí—Me intriga el saber por qué hay tantas rosas aquí.
—Plante una por día—él no lo entiende—Una por día que pasaron sin que vinieras a verme.
Él volvió a ver todo el lugar, creo que contaba cada una de las flores. Lo tomé del mentón e hice que volviera a mirarme.
—llévame adentro.
Dante me acerco por la cintura a él y volvió a besarme. Jadee cuando bajo sus manos a mis glúteos y me llevo de vuelta a casa. Me dejo sobre el sofá y se alejó. Me froté las piernas al verlo quitarse la camisa ¡Mierda! Es perfecto.
Veo las venas que resaltan sobre sus manos y como estas me tocan desde la punta de los pies y van subiendo hacia mis muslos. Suelto un gemido al sentir como hunde su cabeza a mi entrepierna.
Coloque mi mano sobre su cabello, su lengua empezaba a pasar por mi intimidad por encima de mi ropa interior.
—Sí. Sigue, no pares.
Tomo con los dientes mi braga y la arrojo en el piso. Subió sobre mí y vi sus ojos oceánicos mientras que me penetraba con los dedos. Lo tomé desde el mentón e hice que me besará. Disfrute ese sabor, dulce sabor y continuó besándolo y tocando su miembro por encima del pantalón.
Lo ayude con el pantalón y lo libere. Hice en un solo movimiento que tomara asiento sobre el sofá y me fui colocando sobre él.
—Quiero hacerlo yo.
Solo asiento. Me subí sobre él y lentamente hice que su miembro entrada en mí. Mis movimientos fueron lentos al inicio, aún me acostumbro a su tamaño. Por encima del vestido muerde mis senos, deja húmeda la ligera tela y yo continuo con el movimiento.
Siempre había fantaseado con Dante Rossi. Atractivo y autoritario desde el primer momento que lo vi y ahora lo tengo debajo de mí. Siendo solo mío y de nadie más. Movía mi cabello para atrás y sentía como el sudor bajaba por mi rostro.
No tarde mucho en cansarme y caí sobre su pecho. Escucho como él soltó una risa y lo fulmine con la mirada.
—No soy la mejor atleta.
—Te ayudaré, pequeña.
Una de sus manos se encajó en mi culo y la otra sobre mi cadera, empezó a tomarme con fuerza. Movía mi cadera con rapidez y poco a poco sentí que pronto iba a llegar a mi orgasmo.
—No vuelvas a dejarme—pidió conmigo cerca de él—.Si quieres que mejore en algo, Dímelo a la cara. Voy a cambiar solo por ti.
—Sinceridad siempre.
Él sonrió y continuamos. Sus estocadas hicieron que explotará en un fuerte orgasmo y él también se corrió dentro. Dante acaricio mi cabello y quito los mechones que cubría mi rostro.
Dante volvió a tomarme de la boca y dejo que me recostara sobre su pecho. Su cuerpo está desnudo bajo del mío y yo tengo aún mi vestido lleno de nuestros fluidos.
—¿Te gusta aquí?—le pregunté.
—Es tranquilo. Demasiado. Solo no me gustan esos amigos tuyos.
—Son solo amigos.
—No, ellos quieren lo mío.
—Yo no te alejo de las mujeres de la casa.
—Son la servidumbre.
—Excusas y excusas.
Él soltó a reír y me gustaba ver tanto esa faceta de Dante. Riendo, paseando a mi lado y ayudándome en la cocina, como si fuéramos normales ¿algún día podríamos serlo? ¿Vivir sin el miedo de que nos pisen los talones cada día?
Quisiera preguntárselo más no lo hice. Pidió sinceridad, pero ahora no es el momento. Después ya encontraré cuando.
—¿Me traes algo de leche? La que te trajo mi amigo.
—Claro. De paso haré una llamada a Alfredo, debe estar como demente.
Solo asentí. Dante se levantó y trajo un vaso de leche para mí y mientras que degustaba del vaso y veía cuantos libros hay en los estantes, notaba el polvo que se asentaba sobre ellos y a las paredes le faltan una manita de gato.
—Bianca ¿Has visto mi celular?
—¿Viste los estantes? Les falta pintura y creo que podemos hacerlo mañana—deje el vaso a un lado.
—Bianca te he preguntado.
—Y más libros, sí, faltan más libros.
—¿Dónde está mi celular?—volvió acercarse a mí.
Sabía que lo iba a descubrir tarde o temprano y mis intentos de evadir el tema no funcionaron. Ahora debía de tomar esa valentía que siempre tengo y decirle la verdad sobre su móvil sin que sepa que es lo que implique.
—En el estanque.
Él salió corriendo y unos minutos después entro a la casa con el móvil mojado y goteando. Lo dejo sobre la mesa y se acercó a mí,
—Esto implica castigo ¿Lo sabes?
—Lo sospeché. Pero lo hemos pasado bien sin el móvil ¿O no?
Toque levemente sus piernas y su cuerpo se tranquilizó.
—Necesitaré tu portátil para comunicarme con Alfredo.
Asentí y él entró a mi habitación. Descanse un rato más en el sofá y luego me levante. Cerré las puertas de la entrada trasera, ya que había empezado a chispear, continúe con las ventanas y empecé a preparar un poco de café para tomarlo con leche.
Caminé hacia la habitación y vi por el rabillo de la puerta a Dante hablando por videollamada con Alfredo. Para que no me vean así de despedida a, me oculte y espere a que terminara su reunión.
—¡¿Qué sucede, Alfredo?! ¿Qué carajos ha pasado?
—Debemos volver a Calabria, señor. Lo más rápido.
—Necesito que me digas que está pasando o sufrir las consecuencias ¡Dilo! —me sobresalte cuando Dante golpeo el escritorio.
—Lanzaron bombas a la casa de sus padres, señor y los señores Rossi no lograron salir. Lamento mucho su perdida.
Hay un silencio por parte de Dante. No se pone violento, no llora, solo está callado frente al escritorio como si su mente se hubiera ido de este mundo. Camine hacia él y lo toque del hombro.
—Prepara el avión, Alfredo. Volveremos a Calabria hoy —hable.
—Si señora.
Cerré el portátil y tomé el rostro de Dante. Aún sigue neutro e inerte de la situación. Me senté sobre su regazo y solo lo abracé.
—No te culpo—murmura.
—¿Qué?
—Por irte. Yo también lo hubiera hecho hace mucho.
Creo que después de todo Dante y yo no somos tan diferentes.