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Casada con el Tío de mi Ex: La Novia Reencarnada

Casada con el Tío de mi Ex: La Novia Reencarnada

Status: Terminada
Genre:CEO / Reencarnación / Enfermizo / Casada Con Mi Ex's Familiar / Completas
Popularitas:1k
Nilai: 5
nombre de autor: Bruna Chaves

En su vida pasada, fue engañada por el hombre que amaba: falsamente acusada de adulterio el día de su boda, despojada de todas sus posesiones y llevada al suicidio por la traición de él y su amante.
Pero el destino le otorgó una segunda oportunidad: tres meses antes de aquella tragedia.

Decidida a cambiar su final, acepta el compromiso arreglado por su abuelo con un CEO en silla de ruedas, el mismo hombre que alguna vez rechazó y que fue humillado por todos a causa de ella.
Sin embargo, durante la ceremonia de compromiso, una revelación sacude a todos: él es el joven tío de su exprometido.

Esta vez, ella lo defiende, enfrenta las humillaciones y decide casarse con él, sin imaginar que aquel “inválido” oculta secretos oscuros y un plan de venganza cuidadosamente trazado.
Mientras ella lo protege de las burlas, él destruye en silencio a sus enemigos y le devuelve todo lo que le fue arrebatado.
Pero cuando la máscara caiga, ¿qué quedará entre ellos? ¿Gratitud, amor… o una nueva forma de traición?

NovelToon tiene autorización de Bruna Chaves para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 15

Salimos del banquete tras los últimos flashes. En el cristal oscuro del coche, la ciudad corría como una película acelerada, pero por dentro todo en mí estaba silencioso, ese silencio de después de una explosión, cuando los fragmentos aún no han caído todos al suelo. A mi lado, Gael no preguntó si yo estaba bien. Él no desperdiciaba preguntas obvias; ofrecía presencia. Y, a veces, eso sostenía más que cualquier palabra.

—Él va a intentar de nuevo —dijo, por fin, mirando hacia adelante.

—Yo contaba con eso —respondí—. Lo que no quiero es que él use a mi abuelo como escudo otra vez.

El nombre de él flotó entre nosotros como una oración. Gael asintió, sin promesas fáciles. Yo sabía: lo que podíamos garantizar era preparación.

Cuando llegamos a la mansión, el vestíbulo estaba semivacío, luces bajas, el murmullo habitual de los empleados ya disuelto por la madrugada. De camino a la escalera, oí un chasquido suave, no de peligro, solo de costumbre. Me giré. Gael había detenido la silla y extendía la mano. El collar de mi madre —el mismo que usé al inicio de la noche— colgaba torcido en mi cuello. Él lo arregló con un gesto simple, los dedos cálidos en la piel. Fue rápido, casi nada. Pero mi cuerpo guardó el toque como si fuera código.

—Así —murmuró.

—Gracias.

Subí. En el espejo del cuarto, me devolví a mí misma una mirada que no conocía en la vida pasada: una mujer que no se esquiva del enfrentamiento. Lavé el rostro, respiré hondo. No eran joyas lo que yo cargaba, eran líneas de una guerra.

La noticia vino antes del amanecer, como todas las malas noticias. El celular vibraba sin descanso; Nina me llamaba y colgaba en loop, como si el tiempo de un toque pudiera cambiar la forma del daño.

—Contesta, por favor —yo susurré para nadie, y contesté.

—Subieron video, ahora. Cortes de ti en un vestíbulo de hotel, entrando con Mateus cargando una carpeta. Lo pegaron con imágenes tuyas saliendo horas después, sola. El texto dice "encuentro extraoficial" durante auditoría. Hashtag ya subió: #NoviaSinAlianza.

Sentí el gusto viejo del hierro en la boca, un recuerdo que no venía del presente. El altar de otra vida me aplastó por un segundo, como si yo aún estuviera allá, oyendo palabras de infidelidad que nunca cometí. Apreté el pasamanos. El pasado es un animal que sabe encontrar nuestra casa.

—¿De dónde vino? —pregunté.

—Central de medios offshore ligada a una agencia en Valencia. El owner real es brasileño, con paso por la empresa Orione, la misma que liga Domenico a aquellas ONGs de fachada.

—Claro que sí —dije, pero mi voz salió demasiado baja.

Vestí el primer traje sastre que encontré, prendí el cabello sin delicadeza. En el espejo, una sombra de novia antigua flotó detrás de mí y se esfumó. Bajé los escalones con la carpeta del escándalo de Adrian debajo del brazo, el collar ya guardado en el bolsillo. En el pie de la escalera, mi abuelo me esperaba con el bastón apoyado en la alfombra.

—¿Qué hubo? —preguntó, cansado.

—Una tentativa de transformarme en lo que no soy —respiré—. De nuevo.

Él levantó la barbilla con la dignidad que nadie consiguió arrancarle en todas las tempestades.

—Dignidad no se prueba para buitres, niña —dijo, simple—. Pero si es preciso, se prueba en los números.

Sonreí, dolida y agradecida. Le besé la frente. Gael me esperaba en la puerta del despacho, como si todas las noches terminaran del mismo modo: con mapas, nombres, flechas.

—Yo vi —dijo él, apuntando el control para una de las pantallas. El video rodaba en loop: yo, Mateus, el vestíbulo.

—Fue la noche en que llevamos los hard drives de la contabilidad al perito —recordé, con la lucidez de quien sabe cada paso de sus propios actos—. Él estaba conmigo, no conmigo.

—El diablo está en la coma —Gael respondió—. Vamos a entregar las comas ciertas.

Nina entró por el video, en la pantalla del rincón, con ojeras que parecían dibujo.

—Yo monto la línea del tiempo: check-in del perito, firma digital, cámaras internas con autorización, timestamp oficial. Cruzamos con la entrada de Mateus y con los billetes del estacionamiento. Derribamos la narrativa por la base.

—Haz dos versiones del dossier —pedí—. A y B, con detalles minúsculos, ortografía diferente, una fecha en numerales y otra por extenso. Enviamos la A para dos columnistas "neutros" y la B para el asesor de prensa del diputado que Domenico usa como caja de resonancia. La primera que se filtre prueba quién está repassando.

—Canary trap, take two. Adoro cuando repetimos trucos —Nina sonrió, medio orgullosa, medio exhausta.

—¿Y Mateus? —pregunté.

—Ya di la cara —Mateus respondió por la radio segura—. Tengo contrato de confidencialidad con el perito, autorización del jurídico, y las cámaras del hotel van a mandar las imágenes en bruto. Que intenten.

—Gracias —dije, y no sonó burocrático.

Di un paso atrás para ver el cuadro entero: el ataque de Domenico era más que una repetición dramática de mi pasado; era una ingeniería de caída con olor a moho. Ellos aún apostaban que yo quebraría en la misma dirección. Yo no les daría esa paz.

—Hoy a la noche —dije, y todos me miraron— el dossier sale. No en mis canales. Sale por los canales que ellos creen controlar. Y mañana, nosotros levantamos una acción contra la agencia de Valencia, con pedido de quiebra de secreto de IP en Brasil y en España. Quiero el nombre del fantasma.

—Va a doler —Gael avisó, como si el dolor fuera parte del mapa.

—Deje doler donde debe —respondí.

Antes del mediodía, el "milagro" aconteció: la versión B del dossier, aquella con "julio" escrito por extenso, apareció idéntica en un blog sucio que vive de dar fuelle a rumores. Minutos después, la misma planilla, con la misma coma desplazada, fue leída en vivo por un comentarista que siempre se fingió isento. Nina nos mandó las capturas con los logs. Lídia preparó la notificación extrajudicial, con el brillo de quien gusta de lo que hace cuando lo cierto prevalece.

Por la tarde, publiqué la línea del tiempo seca, sin adjetivos. Horarios, notas fiscales, autorización del perito, checksum de los archivos. Cero espuma. En paralelo, el despacho de Gael promovió la acción con los números de la estación repetidora de donde partió el disparo nacional del rumor, una antena privada registrada a nombre de un fondo inmobiliario que, unos pasos adelante, llegaba en un CNPJ ya conocido: Orione.

No fue bonito. Fue eficaz.

Los titulares que cantaban mi supuesto "escándalo" comenzaron a girar como veletas al viento contrario: "Versión se cae por tierra", "Línea del tiempo desmiente video cortado", "Red de rumores tiene ligación con fondos investigados". Los buitres no piden disculpa; apenas migran para otra carroña. Yo no los seguía.

—Aún no acabó —Gael dijo, sin euforia.

—Lo sé. —Y, por saber, resolví errar menos que ayer.

Al fin de la tarde, una caja fue entregada en la portería de la mansión. Papel artesanal, cinta de cetim, elegante como insulto de rico. El mayordomo trajo con la reverencia que se tiene delante de objetos que pueden explotar de otras maneras.

—¿De quién? —pregunté.

—Sin remitente, señora.

Abrí. Adentro, un velo corto de novia y un billete impreso en tipografía antigua, letras en alto relieve:

Promesas no cumplidas siempre cobran el altar.

El objeto quemó mi mano sin tener fuego. Sentí el corazón querer volver a la iglesia equivocada, aquella de la otra vida. Cerré la tapa con calma de laboratorio y la entregué a Mateus.

—Pericia. Impresiones, fibras, polen, todo. Y, por favor, sin show.

—Sin show —él repitió, y, en esa concordancia, yo me recompuse un poco.

Gael vio el velo de relance, la línea que mi boca dibujó en el aire. No me pidió para ser fuerte; él sabía que la fuerza no acepta orden. Apenas quedó.

—Si quieres quebrar alguna cosa —dijo, bajito—, tengo un juego de vasos que odio.

—Prefiero quebrar dinastías —respondí, intentando sonreír, y él sonrió también— como quien dice "yo entiendo".

La cena fue a tres: yo, Gael y mi abuelo. Fue una cena de silencio confortable y de pausas que no eran vacías. Al fin, mi abuelo se levantó, se apoyó en el bastón y nos miró como quien mira dos márgenes de un mismo río.

—Recuerden —dijo—. Cuando ellos usaren amor como arma, respondan con verdad. El amor de ellos es moneda. El de ustedes, que sea juramento.

Él subió despacio, dejando atrás de sí un rastro de bendición y aviso. Quedamos solos en la sala, la chimenea encendida como si el invierno hubiera vuelto sin convite. Gael quitó el reloj, apoyó en el brazo de la silla. Había cansancio en sus hombros, pero no flaqueza.

—Yo podría preguntar "¿está todo bien?" —dijo—, pero la pregunta cierta es: ¿qué duele?

—El eco —respondí, la palabra saliendo antes de yo pensar—. El eco del altar. Yo escapé, pero hay días en que el sonido vuelve.

—Entonces haremos otra música —él dijo, tan simple, que casi dolió—. Y cuando viniere el eco, él va a tener con qué competir.

Quedamos así un tiempo, oyendo el crujir de la leña, el ruido pequeño de los engranajes del ascensor de servicio lejos, la casa respirando. Casi dije a él lo indescriptible —que yo morí y volví, que recé por alas y gané memoria—, pero callé. Hay verdades que, si dichas temprano demasiado, se derrumban encima de quien las oye.

—Mañana —él retomó, profesional e íntimo en el mismo timbre—, vamos al club Arcano. Domenico marca encuentros en el salón de cartas, por detrás de una pared que abre con sensor de palma. Paga dos camareros en dinero. Quiero que tú veas. Vida real, nada de dossier.

—¿Vamos solo nosotros dos?

—Nosotros tres —él corrigió, con un brillo breve—. Tú, yo y la verdad.

El Arcano tenía olor a cuero, humo caro y pretensión. Las paredes forradas de paneles oscuros, los candelabros bajos, las mesas con cartas marcadas en la mirada de quien las sostenía. Entramos por el frente; a veces, el secreto es el camino banal. Una anfitriona nos reconoció, sonrió con un ligero temor que siempre acompaña quien descubre que puede estar delante de la noticia del año.

Gael condujo la silla como quien siempre cupo en aquel lugar, no como quien pide licencia. Paramos contra una de las columnas que quedaban de frente para el bar. Dos camareros circulaban con bandejas de cristal; uno de ellos, como Nina previó, usaba un reloj barato demasiado para aquel uniforme. Dinero vivo suele tener gusto de reloj barato.

—Allí —Gael apuntó con la mirada—. Señala.

Esperé. A las 21h17, un hombre de terno gris, cabello alisado con gel, entró por la puerta lateral. El rostro: Medeiros, el abogado "puente" de Domenico en media ciudad. Cumplimentó al barman con un toque de dedos, tres toques, pausa, dos toques. El reloj barato sumió en la despensa. Cuatro minutos después, Medeiros pasó por nosotros cargando un sobre pardo y una sonrisa de quien colecciona pecados con celo de bibliotecario.

—La pared —Gael dijo, mal abriendo la boca.

Seguimos la distancia. En un corredor revestido de madera, entre dos fotos en blanco y negro de jugadores antiguos, había un panel con marco de latón. Medeiros discretamente apoyó la mano en la esquina inferior izquierda. El mecanismo cedió, una puerta de correr se abrió para el interior oscuro. El reloj barato reapareció atrás, trayendo una bandeja sin vasos y con nada. Ellos desaparecieron por la brecha.

—No da para entrar sin sermos vistos —susurré.

—No vamos a entrar —Gael replicó—. Vamos a esperar salieren sucios.

Volví con él al salón principal. El corazón marcaba el compás de una marcha. A las 22h01, Medeiros reapareció, sin sobre, sin disfraz, con la misma sonrisa fácil. Atrás de él, un perfume que yo aprendí a reconocer sin nunca haber usado: el de Domenico. La sala cedió un milímetro en respeto a las sombras.

No vi Domenico. Eso también era parte del juego: el rey apela a la invisibilidad cuando el tablero está caliente. Pero el olor de su poder atravesó el corredor con el barman que nos ignoró. Vinieron entonces las señales que Nina dijo para vermos: la nota fiscal devuelta, la señal de celular apagado en vuelta de una área de dos metros, un ruido corto en el audio ambiente.

—Ellos blindan la conversación —murmuré.

—Y dejan huellas —Gael hizo un gesto casi imperceptible.

Mateus, de terno oscuro, estaba en el bar hacía media hora, cerveza intacta, papel de invisible ensayado. Cuando Medeiros pasó por él, dejó caer un clip de papel, viejo juego. Mateus agachó, pegó, devolvió. El clip tenía un residuo metálico casi invisible. El apretón de manos completó la transferencia. En algún lugar, Nina sonrió: el bug vibró mudo, conectó, pescó quince segundos de sonido cuando el "cofre" abrió. Quince segundos bastan cuando el pecado confía demasiado.

Más tarde, en el coche, oímos. Voces ahogadas, de aquellas que se acostumbraron a cuchichear:

—…la chica no aguanta otra arremetida pública —dijo una voz que yo reconocería entre una multitud: Adrian—. La última casi pegó.

—Pegó nada —otra voz, más grave, sin prisa: Domenico—. Las casas de ella están firmes. Va en las columnas: el viejo, la fundación, el contrato con el hospital. Yo cuido de la canetada. Tú traes el escándalo.

—¿Y Gael?

—Gael se quiebra solo si levanta. Es solo empujar el momento.

El archivo paró allí, como un corte de película que carveja más de lo que muestra. Canetada. Contrato con el hospital. Fundaciones. Yo vi los próximos pasos como quien ve farol encendiendo en túnel.

—Ellos van a forzar la rescisión del contrato del ala de rehabilitación —dije, más para mí de lo que para Gael—. Alegando conflicto de intereses a causa de la donación en mi nombre. Van a librar la cara como si defendiesen la moral pública y me aplastar entre titulares.

—Y van a intentar una cautelar para congelar los bienes de su abuelo bajo "duda administrativa" —Gael completó—. Las columnas.

—Entonces nosotros llegamos primero.

La madrugada viró mesa de guerra. Lídia redactó en minutos el aditivo que blindaba la donación con cláusulas de transparencia a prueba de narrativas. El hospital recibió, firmó, registró. Un press release técnico, seco, sin mi nombre en destaque, comunicó transparencia de punta a punta. Al mismo tiempo, Nina empujó para un periodista que aún cree en reputación la frase que importaba: "documentos muestran tentativa de interferencia política en contratos de salud por fondos ligados a Orione". No era acusación; era pista. El buen periodismo sabe olfatear.

En cuanto a mi abuelo, el remedio fue amargo y rápido: una auditoría externa de big four convocada por nosotros, probe clara, carta abierta en el site, convite público para el Ministerio Público acompañar. Es así que se tapa la canetada: dejando la tinta secar encima de la mesa, a la luz del día.

—Tú aprendes rápido —Gael dijo, cuando el reloj del despacho viró dos de la mañana y nosotros aún estábamos de pie (él sentado, pero entero).

—Yo reaprendo —corregí, y la palabra me atravesó.

Él me miró por tiempo demasiado para no decir nada. El rugido bajo de la ciudad llegaba por las brechas. El fuego de la chimenea ya había muerto, pero un calor diferente quedaba.

—Tú estás segura aquí —dijo, por fin.

—Nadie está —respondí, honesta—. Pero yo te tengo.

¿Fue un error? Quizás. O fue el primer acierto que no cabe en el cuadro lógico de la guerra. La mano de él tocó mi pulso, leve, deliberada. No avanzó además. El respeto de él me dio más vértigo de lo que cualquier audacia.

—En cuanto yo respirar —él dijo, simple—, nadie te desmonta de nuevo.

Quise decir "yo ya fui desmontada una vez e incluso así volví"; quise decir "yo vine de otro tiempo para no errar igual". Dije solo:

—Entonces respira.

Quedamos así hasta el reloj ser inútil. El día iba a llegar sin pedir licencia, como llegan todas las cosas que importan. Cuando salí del despacho, llevé conmigo dos certezas: Domenico no recua; y yo tampoco. Y, por la primera vez desde la muerte de una vida que nadie sabe, no caminé sola por el corredor oscuro. Caminé con una sombra a mi lado que no me prendió: me guardó.

En el fondo del pecho, algo como un voto se formó, no de esos que se pronuncian en el altar que me mató, sino de aquellos que la gente escribe por dentro, en lugar que no tiene testigo:

Esta vez, la historia que van a contar de mí no será la que escribieron a mi rebeldía. Será la que yo decidí narrar, incluso con la mano temblando.

Apagué las luces de la biblioteca. El velo periciado dormía en un sobre opaco, aguardando el número de un laboratorio que nos daría nombres y fechas. Y, allá fuera, una ciudad entera que se acostumbró a juzgar en el oscuro descubría, poco a poco, que hay ojos que encienden.

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Mily08gt.
😳🤭🤭🤭🤭🤣🤣🤣Se lo dijo, para que se deje de altanero🤣.
Mily08gt.
😳😳😳😳Waaaaaoooo. Es atrapan te y electizante.
Mily08gt.
🥰🥰🥰🥰🤭🤭.
Mily08gt.
🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🤭🤭🤭🤭🤭Me encanta saludos y abrazos.
Mily08gt.
🤭🤭🥰Juntos que hermoso me encanta.
Mily08gt.
😳😳😳😳Ohhhh entonces es algo de su familia gael quiere dejar fuera a su sobrino malvado 🤭🤭🤭🤭
Mily08gt.
🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰
Mily08gt.
Autora la novela es increíble el matiz de la venganza y una segunda oportunidad es increíble 🥰🥰🥰🥰🥰.
Mily08gt.
🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰Felicidades.
Mily08gt.
Hola soy nueva me encanta saludos y abrazos espero más capítulos no te rindas es hermoso 🥰🥰🥰🥰🥰
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