Ella una divorciada de 40 años...
Él un rock star de 26... una pareja que no debía formarse, pero aun así... ambos luchan por su amor y la crítica publica.
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capítulo 15
—¡¿Estás embarazada de nuevo?! —gritó Letty al borde de la histeria mientras sostenía con manos temblorosas la foto del ultrasonido —. ¡¿Tú?! ¡¿La mujer que juraba que lo único que le quedaba fértil era la tarjeta del supermercado?!
Rous se dejó caer sobre el sofá con una mezcla de risa nerviosa y llanto contenido. Se había reído, sí, pero las lágrimas ya caían.
—No puede ser, Letty… esto no puede estar pasándome a mí.
—¿Y por qué no? —dijo ella, aún con los ojos como platos—. ¿No se supone que habías ido al ginecólogo para confirmar la menopausia precoz? ¡¿Desde cuándo la menopausia viene con patitas y nombre propio?!
—¡Letty, por favor! No estoy para tus chistes ahora —gruñó Rous, tapándose la cara con las manos—. No sé qué hacer… no sé si decirle, no sé si quedármelo, no sé nada…
Letty se sentó a su lado y le quitó las manos de la cara con suavidad.
—Mírame. Sé que estás asustada, y con razón. Pero no puedes tomar decisiones desde el miedo. Lo primero que quiero que te grabes en esa cabeza hermosa que tienes es que no hiciste nada malo. Te enamoraste. Punto. Y aunque terminara mal… bueno, no borra lo que hubo entre ustedes.
—¿Y tú crees que él va a creerme? ¿Después de que lo dejé como si lo nuestro no hubiera significado nada?
—No sé lo que él piense ahora… pero sí sé lo que tú sientes. Y también sé que si este bebé llegó, es por algo. —Letty le acarició el brazo—. No estás sola, Rous. Y créeme, si me dices que vas a tenerlo, te juro que seré la madrina más loca y fabulosa del mundo.
Rous esbozó una sonrisa entre lágrimas.
—Tú ya eres loca y fabulosa. Con o sin bebé.
—¡Ajá! ¡Entonces ya está decidido! ¡Vamos a hacerle lugar a ese bebé! Aunque, francamente, espero que no saque el gen rockero… no estoy lista para criar al próximo Liam Reed versión californiana.
Ambas se rieron, aunque en el fondo, el dolor seguía presente. Porque, aunque Rous no lo dijera en voz alta, lo que más le dolía era la ausencia del padre de ese bebé. Y eso nos lleva a Liam.
Semanas después de la despedida en París...
Liam se quedó de pie frente a la ventana de su habitación en el hotel de Londres, con la guitarra apoyada contra el marco. No había vuelto a tocar desde que Rous se fue. No había vuelto a dormir bien, ni a comer con ganas, ni a interesarse por las miles de entrevistas que su manager, Miranda, seguía cancelando con excusas tan absurdas como “está grabando en silencio” o “está en un retiro espiritual”. Pura mentira.
—¿Así que te vas a dejar morir en este cuarto como un adolescente abandonado en pleno desamor? —dijo una voz familiar desde la puerta.
Liam se giró sorprendido. Sophie, su hermana menor, estaba allí con una bolsa de donas, jeans rotos y el mismo carácter que tenía desde que tenía cinco años y le rompía las guitarras de juguete a todos.
—¿Sophie? ¿Qué haces aquí?
—Miranda me llamó —dijo dejando la bolsa sobre la mesa—. Me dijo que estabas más emo que el bajista de Tokio Hotel en el 2006. Vine a asegurarme de que sigas teniendo pulso.
Liam suspiró, se dejó caer en la cama y enterró la cara en sus manos.
—La dejé ir… o más bien, ella se fue. No quise que pasara esto, Sophie. Juro que quise hacer las cosas bien.
Sophie se sentó a su lado, quitándole la guitarra de las piernas con suavidad.
—¿Y se lo dijiste? ¿Le dijiste todo eso?
—Lo intenté. Pero… ella tenía miedo. Miedo de lo que la gente dijera, de su hija, de ser juzgada. ¡Y lo entiendo! Pero también me duele, ¿sabes? Di todo lo que tenía para hacerla sentir segura, pero aún así eligió huir.
—¿Y tú crees que ella está feliz? —preguntó Sophie—. No se ve feliz en las fotos.
—¿Qué fotos?
—Las de la prensa. Hay mil teorías sobre ti y la "fan cuarentona". No saben que soy tu hermana. Y tú sigues sin decirlo porque… ¿por qué? ¿Esperas que ella lo vea?
Liam la miró sin decir nada. La respuesta era obvia.
Sophie suspiró.
—Hermano, si esa mujer te rompió así, entonces vale la pena luchar. Pero si ella ya tomó una decisión… no puedes arrastrarte detrás de alguien que no quiere ser encontrada.
Liam asintió, pero el dolor seguía ahí. Lo único que podía hacer era componer. Y eso hizo.
***
Tres meses después
En Los Ángeles, en un programa de televisión en vivo.
—Y con nosotros, ¡Liam Reed! Vocalista de Skyfallers, quien acaba de lanzar su nuevo sencillo “Still Here” —anunció la conductora, con una sonrisa exagerada.
El público aplaudía con fuerza, pero Liam no sonreía demasiado. Tomó el micrófono, lo giró entre sus dedos y se aclaró la garganta.
—Antes de cantar esta canción, quiero decir algo. —El murmullo bajó en intensidad. Todos lo miraban atentos—. Esta canción la compuse para una mujer… que a pesar de ya no estar en mi vida, sigue presente cada día. No diré su nombre. Pero si me estás viendo… gracias por inspirarme. Y lo siento.
Hubo un silencio respetuoso. Luego, la melodía comenzó. Y su voz se alzó, rasgada por la emoción. Las pantallas mostraban imágenes suaves: luces de París, el mar en Lisboa, calles de Roma… lugares donde los dos habían sido felices. Rous, desde su casa, lo vio. Y por primera vez en semanas, lloró.
Lloró no solo por la canción, sino por todo lo que no dijo, por las veces que eligió el miedo sobre el amor. Su mano fue instintivamente a su vientre. Tenía apenas unas semanas, pero ya sentía el vínculo. Y aunque no sabía qué pasaría, supo algo con certeza:
Liam aún estaba allí. En su corazón. En su vida. En ese pequeño ser que crecía en silencio.
Y quizás, solo quizás… aún no era tarde para volver a empezar.