En la penumbra de un mundo que pocos osaban mirar, nacía una niña destinada a cargar un deber más grande que ella misma. Su sangre era un puente entre mundos: mitad vampiro, mitad bruja, y su destino ligado a uno de los seres más temidos de la noche: El Príncipe Vampiro
Su existencia, frágil y poderosa a la vez, despertó susurros de miedo y esperanza entre aquellos que conocían la verdad. Nadie podía tocarla sin consecuencias, y nadie debía apartarla de su camino: la unión con el príncipe no era un capricho, era un deber. Una unión que cambiaría el equilibrio dos mundos y que, de alguna manera, dependía de su supervivencia y su aceptación.
¿ El único problema? : Ambos se odiaban y ella odiaba el Clan.
⚠️❗️🔞 - Bocavulario inapropiado, Amoríos, maltrato emocional, Sangre .
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Un instante y una mirada penetrante
Mientras tanto, lejos de allí…
El Príncipe caminaba por los pasillos de piedra negra del Castillo del Clan. Su aura se extendía como veneno dulce, obligando a todos a apartarse de su camino con la cabeza baja.
Su mano derecha, Ilay —un vampiro tan frío como un filo de cuchilla— lo alcanzó al pie de las escaleras.
—Mi señor. ¿Es cierto?
El Príncipe se detuvo. Sus ojos brillaron con un tono más oscuro al recordar el sueño, esa pequeña chispa de rebeldía que había probado.
—Una joven —respondió, casi en un susurro lleno de poder—. Distinta a cualquiera que haya visto antes. Tiene algo poderoso.. lo puedo sentir.
Ilay inclinó la cabeza, esperando más.
El Príncipe sonrió, esa sonrisa letal que nunca era buena noticia para nadie.
—Búscala. Quiero cada detalle. Su nombre, su historia… todo lo que me oculte.
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La camioneta rugía mientras Kael conducía con una mano y jugueteaba con la radio con la otra. Hoy como cada viernes eran las compras de mercaderia, ¿ Sabes lo que es mantener seis lobos y una mitad meztiza adolecente y Adultos con mañanas ? Pues yo si, porque son unas aspiradores y la que cocina soy yo. Y guada con ponles algo que no les gusta. Era la guerra.
Richard estaba en el asiento del copiloto, dándole instrucciones inútiles como si Kael no supiera manejar. Marcus y yo íbamos entre bolsas vacías de supermercado y el eterno olor a desinfectante barato que nunca salía del tapizado.
– No te comas todas las galletas, ni llegaron a casa. Volverás por otras – Amenace a mi hermano mayor, pero él sonrió sin importancia
– Te compraré otras Ev, deja de llorar. -
Me desparramo el cabello, solo rodé los ojos después de todo siempre cumplían.
Apoyaba la cabeza contra el vidrio, mirando el desfile aburrido de calles. La rutina era la misma: compras, discusiones tontas con los cajeros, y luego volver a casa. Nada especial. Nada que debiera ponerme los nervios de punta.
Y sin embargo, algo no estaba bien.
Fue un destello. Una silueta en la esquina, apenas visible entre los transeúntes. Demasiado erguida, demasiado inmóvil.
Parpadeé, y ya no estaba.
Fruncí el ceño.
Unos minutos después, cuando Kael frenó en un semáforo, lo sentí de nuevo. Una presión en el aire, como si alguien me rozara con la mirada desde fuera de la camioneta.
Giré rápido la cabeza y lo vi.
Un hombre. Alto, impecable, con un traje oscuro que no pertenecía a esa calle polvorienta. !!Lo sabía¡¡ no parpadeaba, sus ojos se hundieron en los míos como cuchillas.
El semáforo cambió y la camioneta arrancó. El tipo no se movió. Ni un paso. Solo nos siguió con la mirada hasta desaparecer en la distancia.
El pulso me golpeaba en las sienes.
—Nos están siguiend — Mi voz estaba fría, más baja de lo que pretendía.
—¿Lo viste ?—Kael me miró por el retrovisor, distraído.
—Si un hombre en la esquina. Traje negro, en la avenida Glenn.
Richard giró la cabeza con brusquedad.
— ¿ No taste alguna marca?
—No, pero no hacia falta note sus colmillos —respondí, mordiéndome el labio— Carajo.
Un silencio pesado se apoderó.
Richard se pasó la mano por el cabello, serio, más serio de lo habitual. Los tres sabíamos lo que significaba.
– Nos encontraron – Suspiro Mi padre apretando el mango de la puerta, mis hermanos tentaron sus mandíbulas, Marcus apretó mi mano confierza " Tranquila, saldremos de esta " fue su mirada.
Me recosté en el asiento, fingiendo calma, aunque mi corazón latía como un tambor de guerra.
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