En la bulliciosa ciudad decorada con luces festivas y el aroma de la temporada navideña, Jasón Carter, un exitoso empresario de publicidad, lucha por equilibrar su trabajo y la crianza de su hija pequeña, Emma, tras la reciente muerte de su esposa. Cuando Abby, una joven huérfana que trabaja como limpiadora en el edificio donde se encuentra la empresa, entra en sus vidas, su presencia transforma todo, dándoles a padre e hija una nueva perspectiva en medio de las vísperas navideñas.
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Momentos felices
El comienzo de la segunda semana de enero trajo consigo una sensación de anticipación en la casa de Jasón. Los días parecían tener un propósito renovado, y la rutina se sentía diferente, más ligera. Los momentos entre él y Abby se habían vuelto más naturales, casi como si siempre hubieran sido parte de la vida del otro.
La mañana del lunes empezó con Emma corriendo por la casa, emocionada por la visita de su abuela. Abby y Jasón estaban en la cocina, preparando tostadas y café, ( porque a veces ella se quedaba en la casa de Jasón a dormir) cuando Emma apareció, con una sonrisa de oreja a oreja y una bolsa llena de dibujos y cartas.
—¡Mira, papá! —dijo Emma, levantando una hoja de papel con colores brillantes. —Esta es la carta que le hice a la abuela para que sepa lo mucho que la quiero.
Jasón se agachó para mirar el dibujo, admirando la dedicación de la niña
—Es hermoso, cariño— le dijo— Seguro que tu abuela estará muy feliz de recibirlo.
El timbre sonó y la puerta se abrió para revelar a la madre de Jasón, una mujer de cabello canoso y ojos cálidos. Su presencia llenó el espacio de familiaridad y amor.
—¡Mamá! —Jasón exclamó, abrazándola con fuerza. —Me alegra verte.
La madre del joven sonrió y miró a Abby con curiosidad, reconociendo en ella algo familiar, una luz que hacía tiempo que no veía en la familia.
—Y tú debes ser Abby— afirmó la mujer, su voz era suave, y había un destello de acogida en sus ojos— He oído hablar mucho de ti.
La muchacha la miró, un poco nerviosa pero sonriendo.
—Sí, soy Abby. Es un placer conocerla— respondió ella y agregó— yo también he escuchado hablar mucho de usted.
— ¡Ay, por favor cariño! — exclamó la mujer sonriendo— Háblame de tú, ¿ acaso me veo tan vieja?
— ¡Oh, no! Yo no quise decir que... — replicó Abby con nerviosismo y se dio cuenta de que la madre de Jasón le estaba jugando una broma.
La conversación se llevó a cabo entre risas y charlas sobre los últimos acontecimientos. La madre de Jasón, Amelia, se sentó junto a la mesa mientras Emma le mostraba sus dibujos y contaba historias sobre la escuela.
—Tu hija tiene un don para la pintura, cariño— le dijo Amelia a su hijo y sonrió al ver la dedicación en los dibujos de Emma.— Es tan creativa.
Emma se encogió de hombros, sonriendo tímidamente.
— Abby me ha enseñado algunos trucos, abuela.
La abuela miró a la muchacha con admiración.
—Por lo que veo has hecho una gran diferencia en la vida de Emma— le dijo.
Abby sintió un poco de vergüenza, pero también una calidez en su pecho. Esas palabras, sencillas pero sinceras, le hicieron comprender que, a pesar de los temores y las incertidumbres del pasado, ahora formaba parte de algo real y profundo.
A la hora de la comida, Jasón propuso una idea.
—Abby, ¿te gustaría venir a la casa de mamá conmigo y Emma esta tarde? Podríamos pasar un rato todos juntos.
La muchacha asintió sin dudarlo, sintiendo una mezcla de nerviosismo y alegría.
—Claro, me encantaría.
La tarde transcurrió entre juegos, anécdotas y recuerdos. La madre de Jasón compartió viejas historias de su juventud, mientras Emma se reía y Abby se unía a las charlas con naturalidad. Jasón observó a Abby mientras la luz del atardecer iluminaba su rostro. En ese momento, supo que había tomado la decisión correcta al abrirle su corazón.
Mientras la tarde avanzaba, Abby y Emma jugaron a un juego de mesa, riendo y compartiendo momentos de complicidad. Jasón se sentó cerca, disfrutando de la vista de su hija feliz y la mujer que había comenzado a ocupar ese lugar especial en su vida. Y se dio cuenta de que no podría haber pedido ni imaginado nada mejor que compartir esos momentos.
Mientras tanto Amelia, observaba con detenimiento la interacción entre la muchacha que sin duda había logrado que muchas cosas buenas pasaran en la vida de su hijo y su nieta, la joven era sencilla y muy fácil de leer, y esa sencillez había conseguido que Jasón volviera a sentir y sonreír.
Jasón se levantó y fue a la cocina a preparar algo de té. Amelia lo siguió, con una mirada cómplice.
—Hijo, me alegra ver cómo te has abierto de nuevo. Abby es una buena persona.
Jasón la miró, con una mezcla de gratitud y emoción en sus ojos.
—Lo sé, mamá. Ella... ella me ha hecho darme cuenta de que todavía hay razones para sonreír. Y no solo por mí, sino por Emma, por los tres.
La mujer asintió y le puso una mano en el hombro. —Todos necesitamos un poco de amor extra, hijo. A veces, llega cuando menos lo esperamos y de la manera menos pensada. El asintió, pues esa había sido la manera en la que Abby había llegado a sus vidas y él estaba más que agradecido por ello.
Cuando la noche llegó, y con ella la hora de partir, Amelia se despidió de Emma levantandola en sus brazos y prometiendo que pronto iría a buscarla nuevamente para que se quedara con ella, luego llegó el turno de despedirse de Abby, y la mujer la abrazó con un gesto que decía que ahora ella era parte de la familia.
— De verdad ha sido un placer conocerte, Abby— le dijo— Gracias por todo lo que has hecho.
Abby, se sonrojo no estaba acostumbrada a ser el centro de atención, pero era consciente de que Jasón se había vuelto a acercar a su madre después de conocerla a ella.
— El placer ha sido mío, Amelia— le dijo ella.
—Gracias por venir— le dijo Amelia a su hijo avrazandolo también— No sabes lo feliz que me has hecho, hijo.
Jasón le sonrió, la emoción era palpable en sus ojos.
—Gracias a ti, mamá— replicó él— aunque no lo creas tú has sido parte muy importante de todo esto.
— Cuídala mucho— le susurró al oído antes de separarse.
— Lo haré— respondió él y los tres salieron de la casa para ir a dejar a Abby en su hogar.
Cuando él automóvil se detuvo en la calle frente al lugar donde la muchacha vivía, Emma ya estaba dormida y Jasón se bajó para acompañar a Abby hasta la puerta.
Logan la tomó de la mano, sintiendo que cada palabra y cada gesto los estaba uniendo aún más.
— Han sido unos días muy bellos— dijo la muchacha haciendo referencia a los días que habían pasado juntos.
—Esto es solo el comienzo— dijo él, mientras su voz sonaba como un susurro lleno de promesas.
Abby asintió, sabiendo que había encontrado un lugar adonde pertenecía, y que su historia con Jasón y Emma estaba escrita en cada momento compartido y en cada sonrisa sincera.