En el imponente Castillo de Lysandre, Elaria, una joven reina de 20 años, gobierna con determinación desde que la tragedia golpeó su familia. Tras la inesperada muerte de su madre años atrás, Elaria asumió el trono bajo la tutela de su padre, el rey Aldred. Aunque ha demostrado ser una líder firme y justa, su vida ha estado rodeada de aislamiento y deberes, lejos de los ojos curiosos del reino. Todo cambia cuando el rey decide abrir las puertas del castillo para un gran baile, invitando a familias nobles y plebeyas a una noche de celebración. Lo que parece un intento de reconciliarse con su pueblo pronto se convierte en caos, pues un grupo de infiltrados entra al castillo con la intención de robar las joyas de la corona. En medio de la confusión, Elaria se encuentra cara a cara con uno de los ladrones: un joven atractivo y enigmático cuyos ojos parecen revelar más secretos que intenciones maliciosas. Aunque debería detenerlo, algo en ella no lo hace.
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Capítulo 6
Cuando entré en mi habitación y cerré la puerta con seguro, mi corazón aún latía con fuerza. Estaba en shock, no sabía si lo que acababa de escuchar era real o si mi mente simplemente estaba jugando conmigo. Pero cuando lo vi, con esa presencia tan inquietante, supe que no estaba soñando.
Él estaba allí, en medio de la habitación, como si fuera algo completamente normal, como si su aparición no fuera una sorpresa. La mirada de sus ojos oscuros se clavó en mí, y pude sentir el peso de sus palabras, cargadas de misterio y desafío.
—¿En serio le intereso tanto para venir corriendo así? —dijo con una sonrisa arrogante.
Mi mente no podía procesarlo todo. La ira, el miedo, la emoción... todo se mezclaba. Sin embargo, traté de mantener la calma.
—No fue por eso —respondí con voz firme, aunque mi corazón seguía desbocado.
Él se acercó un poco más, sus pasos suaves pero seguros.
—Aja, ¿y qué más? —dijo, como si estuviera disfrutando de mi desconcierto.
La verdad era que no sabía qué más decir. No entendía qué quería de mí. ¿Por qué había regresado?
—¿Qué haces aquí? —le pregunté, mi voz saliendo con un tinte de desesperación.
Él encogió los hombros, como si no tuviera respuesta alguna.
—Solo pasaba de paseo... ya me iba —respondió con indiferencia, aunque sus ojos brillaban con algo que no pude identificar.
Se acercó al ventanal y se apoyó contra él, mirando hacia el exterior, como si todo lo que estaba sucediendo fuera completamente normal.
—¿Necesitas algo, reina? —dijo, su voz más suave, pero con un toque de misterio que me hizo estremecer.
No sabía cómo reaccionar, pero algo dentro de mí se quebró.
—Llévame contigo —dije, sin pensarlo.
Él giró lentamente hacia mí, con una mirada algo divertida, pero también algo pensativa.
—Ya te lo había propuesto antes y me dijiste que no —Dijo, con una sonrisa ladeada.
Asentí, mi voz casi desapareciendo mientras pronunciaba las siguientes palabras.
—Sí, pero mi padre quiere que me case con un idiota.
El cambio en su expresión fue casi imperceptible, pero me di cuenta de que sus ojos se oscurecieron por un segundo.
El silencio en la habitación era denso. Él me miraba fijamente, como si estuviera evaluando cada palabra que salía de mi boca. Mi corazón latía acelerado, pero estaba decidida. Mi vida no podía seguir como hasta ahora, no después de todo lo que está pasado.
—¿Por qué tu padre te quiere casar con alguien que no conoces? —me preguntó, su tono serio y curioso.
Respiré hondo, tratando de calmarme. Era una pregunta difícil de contestar, pero sentí que tenía que hacerlo.
—Es por el beso en la fiesta. —Lo miré, y vi que su rostro se endurecía un poco. No esperaba que fuera por eso, pero no podía callarme. — Eso no se hace, y ahora lo hace para limpiar los rumores, para no parecer que soy... una cualquiera.
El silencio se alargó. Él no dijo nada, pero su mirada parecía más fría, más distante. Finalmente, habló, su tono grave.
—No me voy a meter en eso. —Su voz tenía un matiz de cansancio, como si lo que le estaba pidiendo fuera demasiado.
Sentí la desesperación crecer en mi pecho. Estaba atrapada, mi vida ya no era mía. Necesitaba una salida, necesitaba algo más.
—Por favor... —murmuré, casi sin voz, mi cuerpo temblando por la tensión.
Él me miró con una ligera sonrisa, aunque no se veía amable.
—Lo decía en broma. No puedo llevarte así no más. Todo el mundo estaría buscando un secuestro. ¡Secuestrar a una reina! Me matarán.
Sus palabras fueron como un balde de agua fría. Sabía que tenía razón, que no podía simplemente desaparecer sin que todo el mundo lo supiera. Pero mi desesperación era tal que no pude evitar seguir pensando en cómo escapar.
—Nadie tiene que saber que es un secuestro. —La idea salió de mi boca sin pensarlo. Yo misma no podía creer lo que estaba sugiriendo, pero sentí que no tenía más opciones.
Él me miró, desconcertado, y luego dejó escapar una pequeña risa.
—¿Y qué? ¿Qué vas a hacer? ¿Dejar una nota? —su tono fue sarcástico, pero la incredulidad era clara.
Mi mente no dejaba de funcionar. ¿Qué tenía que perder? ¿Qué si no podía vivir con esta decisión?
—Sí. Dejaré una nota. Le diré a todos que me voy. —Me acerqué un paso más hacia él, mi mirada fija en sus ojos. —Y te daré todo el dinero y los diamantes que quieras. Lo que sea, solo... llévame contigo.
Hubo un largo silencio entre nosotros. Él me observaba con una mezcla de sorpresa y algo que no pude identificar. Sabía que lo que estaba proponiendo era una locura, pero ¿qué otra opción tenía?
Finalmente, suspiró y negó con la cabeza.
—Esto es una locura. No puedes hacerlo. —Su tono era firme, pero en sus ojos había algo que me hacía pensar que, en el fondo, no lo veía tan imposible.
Pero yo no estaba dispuesta a rendirme.
—Lo haré. Te lo prometo.
Él cerró los ojos por un momento, como si estuviera buscando algo en su mente, y luego me miró, una sombra de duda cruzando su rostro.
—Es un riesgo, pero... —dijo finalmente, su voz mucho más suave. —¿Qué perdería yo?
Lo miré, y una sonrisa pequeña, casi triste, apareció en mi rostro.
—Tranquilo, te daré todo. Confia en mi.
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