En un mundo donde las familias toman formas diversas, León se enfrenta a los desafíos y recompensas de crecer en un hogar que rompe con las normas tradicionales. Mientras navega la relación con su novia Clara, León descubre que no solo está construyendo su propia identidad, sino también reconciliando las influencias de un padre bisexual, un padrastro con quien compartió momentos cruciales, y una madre que ha sido un pilar de fortaleza.
Las raíces de su historia no solo se hunden en su familia inmediata, sino que también se entrelazan con las de Clara y su mundo, revelando tensiones, aprendizajes y momentos de unión entre dos realidades aparentemente opuestas. León deberá balancear la autenticidad con las expectativas externas, mientras ambos jóvenes enfrentan el peso de los prejuicios y el poder del amor.
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Ecos del pasado
Después de una noche de insomnio y con los consejos de Daniel y Alex resonando en su mente, León decidió que no podía dejar que sus miedos lo consumieran más. Sabía que tenía que enfrentar sus inseguridades, pero esta vez lo haría con honestidad y sin reproches.
Eran las diez de la mañana cuando tomó el teléfono y marcó el número de Clara.
—Hola, León —respondió Clara con su habitual tono cálido—. ¿Cómo estás?
—Hola, Clara. Estoy bien, pero... creo que necesitamos hablar.
El cambio en el tono de León hizo que Clara se pusiera alerta. Se sentó en la cama, sosteniendo el teléfono con ambas manos.
—Claro, dime, ¿qué pasa?
León tomó aire antes de hablar, recordando las palabras de Alex: "Habla desde lo que sientes, no desde lo que acusas".
—Ayer, cuando hablamos de Mariana, me quedé pensando en varias cosas. Y quiero ser honesto contigo porque confío en nuestra relación, pero también siento que necesito decirte lo queestoy pensando.
Clara esperó en silencio, dándole espacio para expresarse.
—Es solo que... me pregunto qué hablarán ustedes dos. ¿Se reirán de cosas que yo no entiendo cuando estén juntas? —León hizo una pausa, inseguro de cómo continuar, pero Clara no lo interrumpió—. Y... no puedo evitar preguntarme: ¿y si Mariana intenta recuperarte? ¿Si todavía siente algo por ti? ¿Me lo contarías?
El silencio al otro lado de la línea se sintió eterno. León temió haber dicho demasiado o haberse mostrado más vulnerable de lo que Clara esperaba.
Finalmente, Clara suspiró levemente, tratando de organizar sus pensamientos antes de responder.
—León... entiendo que estas cosas te preocupen. Y, primero que nada, quiero que sepas que aprecio que me lo digas, porque significa que confías en mí lo suficiente para abrirte así.
León sintió un leve alivio, aunque aún seguía preocupado.
—Sobre lo que hablaremos... probablemente cosas triviales, como nuestras carreras, nuestras familias, o cómo ha sido la vida desde que dejamos el colegio. No hay secretos, León. No voy a ocultarte nada.
Clara hizo una pausa, buscando las palabras correctas.
—Y en cuanto a lo otro... Mariana fue una persona muy importante para mí en el pasado, pero ese capítulo está cerrado. No hay nada que recuperar porque no quiero nada más con ella que una amistad, estoy segura que te amo. Si en algún momento sintiera que algo está fuera de lugar, serías el primero en saberlo. Te lo prometo.
León apretó el teléfono con fuerza, sintiendo cómo una mezcla de alivio y vergüenza lo invadían.
—Gracias, Clara. No sabes cuánto significa para mí que me digas eso.
—Claro que lo sé, León. Y entiendo tus miedos. Sé que tu familia ha pasado por mucho, y no quiero que lo nuestro sea una carga mas que debas llevar. Pero también quiero que confíes en mí.
—Confío en ti, Clara. De verdad. Solo que a veces mi cabeza juega en mi contra —admitió León con sinceridad.
—Es un proceso, León. No puedo saber qué exactamente tienes en tu cabeza, por eso necesitamos hablar, tampoco tu puedas adivinar mis pensamientos.
Clara tomó una bocanada de aire antes de continuar, pues quería evitar que este problema se salga de control debido a malos entendidos. Sabía que era importante que León entendiera lo que ella quería transmitir, pero también que era una oportunidad para fortalecer su relación.
—León, hay algo más que quiero decirte —comenzó con suavidad, aunque con firmeza en su voz—. Tú y yo no somos Alex y Daniel. No quiero que sigas alimentando ese miedo de que la historia se va a repetir, porque nuestra relación es diferente, y nosotros también somos diferentes.
León guardó silencio, procesando lo que Clara acababa de decir. Aunque lo sabía en el fondo, escucharla afirmarlo en voz alta le hizo cuestionar aún más sus propios temores.
—Sé que su historia te marcó, porque son tus padres y porque has visto el impacto que tuvo en ellos. Pero no podemos vivir bajo esa sombra. No somos ellos, León. Y nuestra relación no tiene por qué terminar como la de ellos si ambos trabajamos para construir algo sólido y honesto.
León asintió, aunque sabía que necesitaba tiempo para asimilarlo por completo.
—Tienes razón, Clara. A veces creo que mi cabeza conecta puntos que ni siquiera están ahí... como si todo estuviera destinado a repetirse.
Clara se inclinó hacia adelante, como si estuviera frente a él aunque solo hablaran por teléfono.
—Eso es lo que quiero evitar, León. Pero también quiero que ambos estemos cómodos y seguros en nuestra relación. Y creo que para eso es importante que pongamos límites claros, no porque desconfíe de ti ni tú de mí, sino para que ninguno sienta que hay cosas que nos incomodan pero no las decimos.
—¿A qué límites te refieres? —preguntó León, genuinamente curioso.
—Por ejemplo, puedo entender que no te sientas cómodo si Mariana y yo pasamos mucho tiempo juntas o si empiezo a hablar más de ella que de nosotros. Así que, si en algún momento te sientes así, quiero que me lo digas.
—Está bien —respondió León, con un tono que reflejaba algo de alivio—. Y yo también voy a decirte si algo me incomoda.
Clara sonrió al otro lado de la línea.
—Exacto. Pero también quiero que pongamos límites hacia nosotros mismos, León. Como no permitir que los celos nos controlen. Si algo nos molesta, lo hablamos antes de sacar conclusiones. Si algo nos duele, lo compartimos. No quiero que haya espacio para los silencios incómodos o los malentendidos.
León sonrió, aunque sabía que aún tenía trabajo por hacer consigo mismo.
—Me gusta eso, Clara. Siento que nos puede ayudar mucho.
—Eso espero —dijo Clara con suavidad.
Clara, por su parte, colgó el teléfono con la sensación de haber dado un paso importante en su relación. Pero debía enfrentarse a los fantasmas del pasado y trazar nuevos caminos para ambos.
El café con Mariana
Clara decidió que había llegado el momento de aceptar la invitación de Mariana, pues se sintió libre al hablar con sinceridad con León. Quería cerrar un capítulo que aún resonaba en su vida y, al mismo tiempo, explorar qué tan posible era mantener una relación cordial con alguien que había significado tanto para ella en el pasado.
Escribió un mensaje breve y directo a Mariana:
"Hola, Mari. Estuve pensando y creo que sería buena idea encontrarnos. ¿Te parece mañana en el café de la plaza a las 4?"
La respuesta de Mariana llegó en segundos, como si hubiera estado esperando el mensaje.
"Claro, Clari. Me encantaría. Nos vemos mañana."
El día siguiente llegó rápido, y Clara, tras un largo debate consigo misma sobre qué ponerse, eligió algo casual pero cómodo: un vestido de algodón sencillo y sandalias, con el cabello recogido en un moño relajado. Llegó al café con unos minutos de anticipación, y ahí estaba Mariana, esperándola en una mesa junto a la ventana.
Se saludaron con una mezcla de nerviosismo y familiaridad. Las primeras palabras fueron triviales: el clima, la universidad, cómo estaba cada una. Pero conforme avanzaba la conversación, el tono se hizo más profundo. Hablaron de sus recuerdos compartidos, de lo que había significado su amistad y de lo mucho que ambas habían cambiado desde entonces, así como lo que significó para Mariana salir del armario.
Lo que Clara no sabía era que Doña Juana, una vecina conocida por su afición al chisme, las había visto desde la ventana del café. Apenas regresó a su casa, Doña Juana tomó su teléfono y llamó a Florencia.
—¡Florencia! No sabes lo que acabo de ver. ¡Tu hija estaba en el café con esa chica, Mariana! ¿Te acuerdas? La que era su amiga... ya sabes, antes de que se complicara todo.
Florencia se quedó helada. Recordaba a Mariana demasiado bien y el impacto que su presencia había tenido en la vida de Clara. La sola idea de que estuvieran juntas de nuevo encendió una mezcla de preocupación y enojo.
Cuando Clara regresó a casa esa noche, su madre ya estaba esperándola, con los brazos cruzados y una expresión que mezclaba desilusión y furia contenida.
—¿Qué significa esto, Clara? —empezó Florencia, apenas su hija cruzó la puerta.
—¿De qué hablas, mamá?
—No te hagas la inocente. Doña Juana me contó que estabas en un café con Mariana. ¿Es cierto?
Clara respiró hondo, tratando de mantener la calma.
—Sí, mamá. Nos encontramos y decidí aceptar su invitación para hablar. No veo cuál es el problema.
—¡El problema es que esa chica te hizo daño! ¿Ya te olvidaste de cómo te alejamos de ella porque no era una buena influencia para ti?
—Eso lo decidieron ustedes, no yo —respondió Clara, con un tono más firme.
Florencia se puso de pie, claramente molesta.
—¡Lo hicimos por tu bien! Mariana no es alguien con quien deberías estar. ¿Qué estás buscando, Clara? ¿Volver al pasado?
Clara sintió que la discusión estaba escalando y decidió no retroceder.
—Estoy buscando entender cosas, mamá. Quiero tener claridad sobre mi vida y mi pasado, y eso incluye a Mariana.
La conversación se tensó aún más, las voces subieron, y en un momento dado, Clara terminó gritando:
—¡No soy una niña! ¡Déjame tomar mis propias decisiones!
Florencia se quedó en silencio por un momento, claramente sorprendida por la reacción de su hija.
—Clara... solo quiero protegerte.
—Tal vez ya no necesito que me protejas de todo, mamá.
Clara subió las escaleras a su habitación sin decir una palabra más, mientras Florencia se quedó en silencio por un momento, claramente sorprendida por la reacción de su hija. Su rostro reflejaba una mezcla de incredulidad y preocupación.
—Clara... solo quiero proteger a nuestra familia. — se dijo así misma.
Al ver que su hija subía rápidamente las escaleras hacia su habitación, Florencia se quedó en el umbral de la sala, luchando contra una sensación incómoda que se le apoderó del pecho. Sus pensamientos empezaron a desbordarse.
—¿Y ahora, qué le voy a decir a León? —murmuró para sí misma, con un tono que mezclaba frustración y vergüenza. La imagen de su hija tomando café con Mariana, una figura del pasado que siempre había causado tanto daño, la llenaba de incomodidad. —¿Con qué cara lo miraré cuando regrese aquí? Qué vergüenza...