Arata, un omega italiano, es el hijo menor de uno de los mafiosos más poderosos de Italia. Su familia lo ha protegido toda su vida, manteniéndolo al margen de los peligros del mundo criminal, pero cuando su padre cae en desgracia y su imperio se tambalea, Arata es utilizado como moneda de cambio en una negociación desesperada. Es vendido al mafioso ruso más temido, un alfa dominante, conocido por su crueldad, inteligencia implacable y dominio absoluto sobre su territorio.
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Capítulo 15: Siguiente
Arata caminaba de vuelta a la mansión en silencio, tratando de que sus pasos no hicieran ruido. El aire de la noche era fresco, pero su mente estaba envuelta en una confusión tan espesa como la niebla que empezaba a formarse en el jardín. Lo que había visto lo sacudía por dentro. No podía quitarse de la cabeza la imagen de Alessandro, su hermano mayor, enredado con Dmitri, el alfa más molesto y arrogante que conocía.
Se sentía traicionado de alguna manera, pero más que eso, sorprendido. ¿Cómo era posible que Alessandro, un alfa respetado, con tantas opciones, se sintiera atraído por alguien como Dmitri? ¿Qué podía ver en él? ¿Había algo que Arata no estaba captando? Porque, francamente, aparte de ser un idiota condescendiente, Dmitri no tenía mucho a su favor.
O bueno, pensándolo mejor, después de lo que había visto, quizá Dmitri tenía otros talentos que no eran tan evidentes. Esa idea hizo que el rostro de Arata se contorsionara en una mezcla de repugnancia y risa nerviosa. ¿Estaban saliendo en secreto o simplemente se estaban acostando de vez en cuando? ¿Su relación era algo casual o más serio? Nada tenía sentido. Lo único claro era que su mundo se había vuelto un poco más extraño.
A la mañana siguiente, Arata despertó con el cuerpo pesado y las imágenes de la noche anterior aún atormentando su mente. Tras un largo baño, en el que intentó limpiar también sus pensamientos, se vistió y bajó a la sala. El ambiente estaba lleno de conversaciones, el sonido del chisporroteo de los troncos en la chimenea, y las voces graves de sus hermanos y otros hombres del clan.
Cuando entró, lo primero que notó fue a Tiziano, siempre atento y calmado, hablando con un par de hombres del círculo cercano de Mikhail. Alessandro, por su parte, estaba reclinado en el sillón con su habitual porte relajado. Parecía que todo estaba en su sitio, pero Arata sabía que las apariencias engañaban.
Justo cuando se preparaba para saludar, una voz que conocía demasiado bien interrumpió sus pensamientos.
—Pero miren quién decidió unirse a nosotros, —la voz de Dmitri llegó cargada con su característico tono sarcástico—. Nuestro niño grande. —Dmitri lo observó con una sonrisa burlona—. Te queda bien el papel de omega de casa, Arata. No me malinterpretes, la mansión no ha quedado nada mal, casi como si estuvieras hecho para esto.
Arata sintió una punzada de rabia en el pecho. Había muchas cosas que le gustaría hacer en ese momento, como romperle el cuello a Dmitri, pero en lugar de eso, sonrió ampliamente, adoptando su mejor tono amable, mientras respondía con una amabilidad claramente fingida.
—Dmitri, ¿te ocurrió algo anoche? —preguntó con un aire despreocupado, fingiendo preocupación—. Porque veo que caminas raro. No me digas que te pasó algo aquí… —ladeó la cabeza, como si de verdad estuviera considerando la idea—. Me sentiría tan mal si hubiera sido en mi fiesta.
Por un segundo, el silencio se apoderó de la sala. Dmitri se quedó completamente pálido, sus ojos abiertos en sorpresa y luego en un evidente desagrado. Su boca se abrió como si estuviera a punto de replicar, pero Arata ya se había dado la vuelta, ignorándolo por completo mientras se dirigía a sus hermanos.
—¿Cómo la están pasando? —preguntó con una sonrisa, dejando a Dmitri con las palabras atascadas en la garganta.
Tiziano, que había estado observando toda la interacción en silencio, dejó escapar una risa sofocada, mientras Alessandro levantaba una ceja, pero decidió no comentar nada. Parecía que los tres sabían que era mejor no tocar el tema.
—Bien, —respondió Tiziano con su tono tranquilo—. Aunque parece que te perdiste de un poco de acción anoche.
—Oh, créeme, no todo fue aburrido, —replicó Arata con un destello en los ojos, recordando lo que había visto—. De hecho, perdí de vista a Alessandro en algún punto. —El comentario parecía inofensivo, pero Alessandro tensó la mandíbula por un breve segundo, aunque se recuperó rápidamente.
—Tenía cosas que atender —respondió Alessandro con tono neutro—. Rusia nunca descansa, ya sabes.
—Supongo que tú tampoco—susurro Arata casi inaudible.
Arata sonrió para sus adentros. Sabía que Alessandro estaba tratando de desviar el tema, pero no estaba dispuesto a presionarlo, al menos no por ahora. Había tenido suficiente por una mañana. Así que, después de intercambiar algunas palabras más con sus hermanos, decidió salir al jardín para despejar su mente.
El aire fresco lo recibió cuando cruzó la puerta. Caminó hasta una de las fuentes, sumido en sus pensamientos. No podía dejar de darle vueltas a lo que había visto y, sobre todo, a lo que no había visto desde entonces: Mikhail.
Desde que se fue abruptamente de la fiesta, no había vuelto a cruzarse con él, lo cual era raro. Sabía que Mikhail tenía sus asuntos que atender, pero siempre mantenía una presencia constante. ¿Tendría algo que ver con lo que había escuchado aquella noche? Ahora, más que nunca, parecía que todos los hilos estaban conectados, pero Arata seguía sin poder ver el dibujo completo.
Suspiró, mirando el cielo gris. Entre su hermano y Dmitri, Mikhail desaparecido, y los secretos del clan flotando en el aire como una tormenta inminente, Arata sentía que estaba a punto de ser arrastrado por una corriente que no sabía cómo manejar.
Pero una cosa era clara: ya no iba a quedarse al margen esperando respuestas.