Amor Azul

La noche anterior había sido incómoda. Alessandro se sentó cerca de Sol, y eso me molestó. No quise comer y me fui a la cama. Poco después, Alessandro llegó con una sonrisa y se acostó conmigo en la cama grande.

Me envolvió su olor y despeiné su cabello rizado. Tenía un lunar rojo en su cuero cabelludo que me llamó la atención. —¿Ese lunar es de nacimiento? —pregunté.

—Sí, es de nacimiento —respondió mientras colocaba sus dedos entre mis manos. Sentí un cosquilleo. Era como si hormigas treparan por mi cuerpo.

Después de descansar, visitamos el centro cívico de Bariloche y dimos un paseo por el lago Nahuel Huapi. Alessandro y yo jugamos a hacer sapitos. Le dejé ganar.

De regreso a casa, Sol charlaba con Alessandro. No me gustaba verlos juntos. Era una sensación extraña. Cuando Sol le dio un golpe amistoso en el brazo a Alessandro, sentí una punzada de celos.

—¿De qué hablan? —pregunté, interponiéndome entre ellos.

—Nada —respondieron al unísono.

—Vamos adentro, ya llegamos —dijo Arturo.

Alessandro no entró, fue al patio en donde estaba Flor.

Vi a Alessandro jugar con Flor y Coco. No podía dejar de mirarlo. Era tan bonito verlo correr y saltar con mi hermanita y el perrito. Quería recordar ese momento para siempre.

Después, mi mamá nos hizo entrar, y cada uno se duchó. Fuimos a comer a un restaurante cercano. Yo salí afuera a esperar a Alessandro, pero él estaba con Arturo y Sol. Entonces, Flor me agarró de la mano, y decidí ir con ella.

En el restaurante, leí las opciones del menú con Flor. —¿Qué vas a pedir? —le pregunté.

—No sé, en las fotos se ven feos —dijo, sonriendo.

—Quiero fideos con albóndigas y queso rayado —me aclaró.

Cuando llegó el camarero, pedimos nuestras comidas. Flor pidió fideos con albóndigas y queso extra. Me agradeció por ayudarla a pedir.

Después de comer, salimos del restaurante. Mi papá quiso cargar a Flor, pero le dije que la llevaría yo. La puse entre mis brazos y caminé con ella. Alessandro iba a mi lado, pero yo estaba un poco molesto y celoso. —Flor es muy inteligente y muy hincha —dijo Alessandro.

—Sí —respondí en seco.

—Sol me dijo que mañana iremos al parque nacional Nahuel Huapi y después al cerro Catedral —me comentó.

—Sí, mi mamá me lo había dicho —le dije.

—Muchas gracias, jamás pensé que iba a conocer nuevos lugares. Muchas gracias —me agradeció Alessandro.

Una sola palabra bastaba para hacer que mi enojo se diluyera rápido, y él sabía cómo hacerlo inconscientemente. —No agradezcas, siempre buscaré momentos para sacarte a conocer lugares nuevos —le respondí.

—Gracias —puso su mano en uno de mis brazos, y mi corazón latía tan rápido.

—Gracias a ti —le dije, y sonreí.

Dejé a mi hermanita en su cama y fui a mi habitación. Alessandro ya estaba acostado. Me saqué la camisa y me acosté a su lado, sintiendo su calor y su olor. La fatiga me venció, y dormimos juntos.