Los hijos menores de Luriel y Anahí deberán enfrentar el peso de sus decisiones, aunque eso signifique destrozar sus corazones para proteger a su gente. El amor tal vez, no pueda cambiarlo todo.
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No te va a ayudar
Habían pasado los 2 meses de vacaciones y nuevamente estaba preparando su bolso para retornar a la ciudad. Itatí no había podido venir en la fecha estipulada porque habían tenido problemas en la aldea, pero no quisieron especificar más.
Alguno de sus hermanos lo llevaría a la ciudad. Prefería que su propio abuelo lo llevara, porque si bien también seguía enojado, por lo menos no lo torturaba todo el tiempo diciéndole que por su culpa Itatí no regresaría.
Se pasó la mayor parte del tiempo en la aldea, cenaba con su familia, pero antes de amanecer ya salía de la casa. Iniciaba su día cortando leña, luego aprendía con Luriel y durante la tarde, a veces se quedaba a cargo, a veces practicaba lucha con los demás jóvenes y a veces simplemente desaparecía para estar tranquilo.
No le había contado a nadie que se había escabullido en la casa de sus abuelos, tampoco que ella le había dicho que regresaría. Cuando le confesó a Luriel que la había mordido y la había lastimado, que por eso se quería ir a su aldea dos días antes, su padre solo lo escuchó... Tampoco le confesó que ella le había dicho que lo amaba y por supuesto no diría jamás que el mismo le había dicho que también la amaba, aunque ella no lo hubiera escuchado y aunque hubiera estado despierta tampoco lo hubiera entendido, así que su secreto estaba a salvo. Nadie debía saber que ella era una debilidad para él.
Cuando salió de la habitación con su bolso y otra vez vestido de vaqueros y la camisa indígena, la ropa le quedaba más floja, había adelgazado porque solía saltearse el almuerzo y eso ahora se notaba. Tenía unas marcadas ojeras también, signo inequívoco de sus noches de insomnio. Como Irupé había evitado prepararle su tarta preferida, ni siquiera había sido mimado por quienes lo solían consentir.
Iván y Guaci lo llevarían, Karaí tenía mucho trabajo atendiendo a la aldea y al pueblo e Iván debía presentarse en la oficina del juzgado general, así que aprovecharían para llevarlo y visitar a Antonio.
Se despidió de todos, unos abrazos más fríos que de costumbre se fueron dando uno tras otro, pero de todas maneras estaban emocionados porque otra vez se alejaría por un largo tiempo. Cuando se abrazó con Luriel, su padre le dijo al oído:
Si vuelve te voy a avisar... – su voz apenas se escuchaba
No es necesario papá – le sonrió avergonzado - si no vuelve, haz el convenio con su padre por favor...
Mientras se estaba despidiendo Mario hablaba con Guaci y ella miraba a su hermano menor todo el tiempo, pero disimulo riendo a las carcajadas cuando Pitá la miró.
“Me confesó que la ama pero que no se puede olvidar del engaño”, las palabras de su abuelo resonaban en su mente y al verlo tan triste en general, no pudo evitar sentir lastima por él.
Cuando comenzaron a salir del pueblo y dirigirse a la autopista, Pitá se recostó acostado en el asiento trasero y cerró los ojos esperando convencer a su hermana de no molestarlo y parecía dar resultado porque no le dirigía la palabra o tal vez solo seguía enojada con él. No estaba de ánimos como para aguantarla, así que simplemente comenzó a hacerse el dormido.
De pronto sintió como el auto bajaba de la autopista y comenzaba a transitar un camino con pedregullos. Se incorporó violentamente, asustado por si había pasado algo con el auto.
¿A dónde estamos yendo...? – dijo mirando todo a su alrededor
Vamos a la aldea de Itatí... - contestó Guaci como si fuera una costumbre y cuando no le contestó continuó – Por lo menos vas a poder verla un ratito... – se giró a verlo – no más de media hora porque no vamos a llegar a tiempo a la casa del abuelo...
¿Esto es idea de papá? – seguía dudando
No sabe nada... – comenzó a reír – tal vez se enojará conmigo otra vez – sonreía cuando Iván le tomó la mano y se la beso románticamente – pero creo que ustedes se merecen una nueva oportunidad...
Ella va a volver... – dijo sonriéndole
¿Tan seguro estas que la manejas cómo quieres? – se notaba el tono irónico que empleaba.
Ya hablé con ella y le pedí perdón por haberla mordido... – suspiró cuando su hermana se giró por sobre el asiento para poder mirarlo – le ofrecí romper el compromiso y hacer el convenio... – vio como su hermana contenía el aliento esperando que terminara de contar la historia - y me dijo que no quería romper el compromiso...
¿Cuándo la viste? – dudada – ¿Dónde?
Mientras el abuelo estaba en la hamaca vigilando la puerta de la cocina, yo entré por la ventana de su habitación y la desperté... nadie lo sabe... – aclaró rápidamente – si se enteran es porque alguno de los dos lo dijo...
No diré nada... – se volvió a sentar bien – me gusta que te hubieras atrevido a hacer eso para pedirle perdón... Itatí nos agrada a todos...
Lo sé... – sonrió burlándose – si les doy a elegir seguramente se quedan con ella...
Tu eres mi hermano y te amo... – volvió a mirarlo – pero estas actuando de una forma que no es como eres tú... eres dulce, alegre, protector...
Se que soy malo con ella... – la interrumpió – pero me carcome el alma lo que me hizo...
Tienes que superarlo – trataba de convencerlo – no fue importante... ella no tuvo nada con Karai...
Perdón amor... – intervino Iván – no tuvo nada con Karaí, pero si fue importante... yo entiendo la inseguridad de Pitá... tú también me mentiste sobre tu identidad y fue terrible descubrirlo... – miró a Pitá por el espejo retrovisor – pero eso no te justifica maltratarla... verbal o físicamente...
Tampoco es como si la hubiera golpeado... – se defendió huraño – a ambos les vi mordiscos en el cuello y nadie los acusa...
No es lo mismo y tú lo sabes perfectamente... – saltó Guaci completamente irritada – le hiciste sangrar...
SI – dijo histérico – soy culpable de haber canalizado así mi frustración... me he arrepentido desde el momento de haberlo hecho... ya lo reconocí... ya pedí disculpas... ya me castigaron... ya aprendí...
No volvieron a hablar, hasta que llegaron a la entrada de la aldea. No podían ingresar con el auto, así que Pïtá descendió y comenzó a caminar con miles de ansiedades que le hacían doler el pecho de una manera inusual.
Estaba acercándose a una zona descubierta de árboles, donde una joven estaba sentada sobre un tronco mientras trenzaba flores... le dio un vuelco el corazón cuando se dio cuenta que era ella, cantaba bajito y se la veía feliz. Cuando estuvo a punto de llamarla, alguien se adelantó:
Kerana... – dijo la voz que conocía bien – por fin te encuentro mi amor...
Vio como Itiaté la abrazaba por la espalda mientras reía besándole en el cuello o haciéndole cosquillas... daba igual... esa intimidad solo podía significar una cosa: estaban juntos.
Se giró sin decir ni una sola palabra, si se quedaba los mataría, un dolor visceral se presentó de pronto y amenazó con paralizarlo, así que comenzó a respirar pausado, ni siquiera registró el momento en que llegó al auto y se sentó otra vez, ante la atenta mirada de su hermana y su cuñado que no entendían nada, no había tardado ni 10 minutos.
¿La viste? – preguntó Guaci sin entender nada
Estaba con Itiaté... – contestó sin mirarla
¿Hablaste con ella? – insistió
No quise interrumpir ni el abrazo ni los arrumacos que se estaban haciendo... – por fin miró a su hermana – estaba cantando y trenzando flores... así que por lo menos ahora sabemos que es feliz...
Esa es una tradición de nuestra aldea... – apenas susurró
Bueno... – rio sarcástico – por lo menos me reconforta que serví para que aprendiera algo...
Cuando su hermana volvió a abrir la boca para hacer otro comentario, le levanto la palma de la mano para indicarle que se detuviera.
Si vas a seguir hablando de ella... prefiero ir en colectivo... – sentencio firme y vio como Iván le hacía señas a su esposa para que no siguiera.
El viaje fue atroz, el silencio era tan incomodo que ni siquiera el matrimonio hablaba. Cuando se detuvieron para almorzar, Pitá se negó.
No tengo hambre... vayan tranquilos... – dijo con una sonrisa falsa – voy a estirar un poco las piernas...
¿Seguro que estas bien? – insistía preocupada
No hay nada que una maratón de sexo no cure – dijo riendo macabramente – hasta ahora fui selectivo... pero me parece que este año voy a ser el “sex toy” (juguete sexual) del todo el campus...
Eso no te va a ayudar... – comenzó a replicar, pero Iván la estiró del brazo para que se detuviera
Tengo hambre amor... – mirando a su cuñado agregó - ¿quieres que te traigamos algo...?
Un whisky doble... – dijo fuerte y comenzó a reír haciéndole señas para que se fueran de una vez por todas.
