Una Noche Entre Tus Brazos

— ¡¿Quién es este tipo?! — Pregunta Matt.

— Es...

— ¡Su esposo! — Responde el intruso. Y automáticamente mi corazón se acelera, siento que está a punto del colapso, cuando unas imágenes atraviesan mi cabeza... Vestido negro corto de cuero, botella de tequila en mis manos, un velo cubriendo mi rostro, la noche, las luces, gente ebria al igual que yo, un juez frente a mí y ese hombre a mi lado colocándome un anillo. Claro, el anillo barato que traje en mi maleta ¡Anna, verdaderamente eres estúpida! Me reprocho a mi misma mentalmente. La voz exaltada de mi padre me trae de vuelta a la realidad.

— ¡ESTO ES UNA TOTAL ESTUPIDEZ, SAQUEN A ESTE HOMBRE DE AQUÍ!

— Puede revisar el acta matrimonial si así lo desea. — Se acerca a mi padre y le entrega un documento, el cual trae en su mano derecha.

Mi padre me mira estupefacto, luego de leer.

— ¿Te casaste en Las Vegas? —

— Eso... Creo... — Fue lo único que pude responder.

— ¡¿Eso crees?! — Ahora es Matt, quien interviene. — ¡¿Llegas conmigo al altar y solo crees que ya estás casada?! — Me toma fuerte del brazo para obligarme a mirarlo, pero su agarre es tan fuerte que me lastima, lo cual genera en mi rostro una mueca de dolor. Aquel hombre se acerca a paso firme y empuja a Matt, quien automáticamente me suelta y recupera el equilibrio para no caer. Aun así ignora la presencia del desconocido y vuelve a dirigirse a mí.

— ¡Eres una maldita zorra!

— Te lo advertí — El hombre levanta su mano hecha puño para golpear a Matt, logró detenerlo aferrándome a él en un abrazo. Se detiene algo confundido y me mira. Entiendo lo embarazoso de la situación y me separo de él.

— Esto me corresponde a mí — Él me ve confundido pero asiente.

— ¡Déjalo, deja que me golpee, a ver quien resulta más dañado! — agrega Matt, quien para ese momento es sostenido por su padre y un invitado.

— No necesito quien me defienda, y si llegamos a este punto ha sido tu maldita culpa por insistir en esta ridícula boda, ya lo ves, el lucrativo negocio se te escapó de las manos. Después de todo no eres tan eficiente como creías. Lo ve querida suegra, perdón ex suegra. — Gracias a Dios — Ahora si podrá elegir a una damisela que se adapte más a su alto estándar de hipocresía.

— ¡Con mi madre no te metas, ella si es una dama, deberías pedirle unas cuantas clases! — Dice Matt y esa mujer me mira con un aire de superioridad que rápidamente me encargo de su borrar de rostro.

— Claro, ella tiene de dama lo que yo tengo de virgen, nada.

— ¡Anna, es suficiente, nos estás haciendo quedar en ridículo! — Eleva la voz escandalizada mi madre. — Mi padre solo dio media vuelta en busca de la salida. — ¿Piensas dejar que esta niña haga lo que se le da la gana?

— Ya lo hizo — son sus últimas palabras antes de avanzar en su recorrido.

— Matt, vamos a casa. Tu madre no se siente bien. — Le habla su padre, quien sostiene a su esposa para que no caiga al suelo, al tiempo que su mirada cargada de odio reposa en mí.

— Ex suegro, no se escandalice, su hijo ya tiene quien lo consuele desde mucho antes de este bochornoso desastre, le presento al futuro prospecto de esposa para su hijo, digo señalando a la pelirroja que se acuesta con Matt.

— Ya fue suficiente. — Me interrumpe aquel hombre, un esposo del que aún no conozco ni su nombre.

— Esto no se queda así, dice Matt mientras ayuda a su padre a sostener a la actriz de su madre. — El extraño me toma de la mano y me arrastra a la salida, mientras unos hombres vestidos de negro alejan a los reporteros y curiosos que tratan de obstaculizar la salida.

— Me encuentro en su vehículo, un Lamborghini Veneno, conduce a una gran velocidad lo cual agradezco, ya que dejó atrás no solo a los que al parecer son sus guardaespaldas, sino también a la prensa.

Luego de unos minutos de silencio, rompo en llanto. Él no dice nada, lo cual agradezco.

— ¿Cómo me encontraste? — Al fin pregunto después de un largo tiempo.

— Tengo los medios, y bueno, el asunto de la boda del año también ayudó — Sonrío con ironía ante su repuesta.

— Necesito que firmes el divorcio y renuncies a todo lo que me pertenece.

— Claro, el señor idiota, llega, le muestra a todos que se casó conmigo, únicamente para pedirme el divorcio minutos después, ¿no crees que pudimos tratarlo a solas?

— Lo sabía eres una arpía interesada ¿Cuánto quieres? Pon el precio y terminemos con esto de una jodida vez. — Dice mientras frena de manera poco ortodoxa.

— ¡Desgraciado, ya mi día ha sido lo suficientemente desastroso para que ahora me quieras matar!

— Pon el precio.

— ¿Cuánto consideras que vale tu libertad?

— ¿Tres millones de dólares estarían bien? — Lo veo sacar un cheque el cual ya trae listo y me lo entrega.

— ¿Tampoco vale? No soy una mujer criada en medio de carencias.

— ¿Cuánto? Dilo de una vez y dejémonos de juegos.

— podrían ser diez.

— Eres una bruja — Llena el cheque y me lo entrega. — Tendrás que regalarme una noche.

— No hay problema. — Lo digo mientras tomo el cheque que se encuentra en sus manos y me acerco para darle un beso, cuando cierra los ojos coloco el cheque en medio de nuestros rostros y lo hago pedazos. — Tu libertad vale muy poco, la mía no tiene precio ¿Dónde firmo? — Tensa la mandíbula y aprieta los puños.

— Mi abogado se pondrá en contacto contigo.

— Creí que tenías prisa, ¿traes un cheque pero no los papeles de divorcio? ¡Qué astuto!

— Eres una niña tonta y pedante, que piensa ser inteligente, pero que va a la puerta de la iglesia con un estúpido que tiene que escalar a costa de un matrimonio forzado. Ese dinero te servía para empezar de nuevo, lejos de las alimañas de tus padres, pero ya lo rechazaste, y no soy un hombre de segundas oportunidades.

— Ni yo una mujer de segundos malos polvos. Prefiero dejar pasar esos diez millones. — Por el gesto en su cara ese fue un duro golpe para él, lo veo meditar y sé que va a contraatacar, sonríe de lado.

— No sé como podrías comparar, he sido el único.

— Corrección, el primero. — Veo como su sonrisa se va perdiendo.

— ¿Dónde te dejo? — Cambia abruptamente de tema. Le doy la dirección de Rodrigo, mi amigo de infancia y quien debe estar buscándome por cielo y tierra, seguramente me ha llamado, pero mi celular, lo tiene mi madre, ya que no entré con el a la iglesia.

— Hemos llegado ¿Quién vive aquí?

— ¿Para qué quieres saber?

— Necesito saber el piso y el nombre del propietario para poderte hacer llegar los papeles del divorcio.

— Rodrigo Vélez. — Sin decir una palabra enciende el motor y presiona a fondo el acelerador, el dolor de cabeza se hace presente.

— ¡ERES UN MALDITO IMBÉCIL!

— ¡Mientras sigas siendo mi esposa no dormirás bajo el mismo techo que otro hombre!, iras conmigo.

— Eres un cretino, no pienso quedarme en la casa del hombre que me quiere pagar y pedirme sexo.

— Entonces te pagaré un hotel.

— No necesito de tu caridad, tengo con que sostenerme. Te sorprendería saber cuanto.

— Eres una niñata, engreída y de muy mal hablar para tener la clase que se supone tienes.

— Eres muy amable, jamás había recibido tal alago de un caballero de alta alcurnia. — Le digo resaltando el sarcasmo en mi voz. — Saldré del país en dos días, no tardes en enviar los documentos, los firmaré y dejaré a mi abogado a cargo de lo que puedas necesitar.

— Hasta que no salga la sentencia de divorcio no lo harás, no quiero imprevistos, soy un hombre sumamente ocupado y mi tiempo vale oro, no voy a recorrer medio continente en busca de ti.

— Lo haré aunque te pese, así que date prisa. — Detiene el carro.

— Me gustaría verte intentarlo — Me mira a los ojos y mi mirada se desvia a sus labios, se percata de eso y sonríe de lado — Te debo una disculpa.

Sus palabras me confunden

— ¿Por qué?

— Por pedirte una noche de sexo. Ya veo que tu sólita vendrás a mí.

— Imbécil.

— Tonta.

— Cretino.

— Ridícula.

— Patán.

— Para ser un patán debo gustarte mucho, si estando en la puerta del hotel, prefieres quedarte en mi auto. — Volvió a aparecer esa sonrisa triunfal en su fastidioso, pero debo admitir, encantador rostro.