La Emperatriz Calypso

El día del entierro del Emperador había llegado. La ciudad del Imperio Zandell estaba sumida en un profundo luto. La gente lloraba en las calles, y las banderas imperiales estaban izadas a media asta.

Calypso, vestida de negro, se dirigió al Jardín de los Ángeles, donde se realizaría el entierro de su padre. Su hermano Arslan, de solo 3 años, la acompañaba, con los ojos llenos de lágrimas y aferrado a su mano, por otro lado su Tio abuelo Thorold los acompañaba en su dolor.

Al llegar al jardín, Calypso se detuvo frente al ataúd de su padre. Los consejeros y soldados imperiales estaban presentes, así como los nobles y dignatarios del Imperio.

El consejero principal se acercó a Calypso y le entregó un discurso. La princesa lo leyó con voz firme y clara:

—Queridos súbditos del Imperio Zandell, hoy nos reunimos para despedir a un gran líder, un padre y un amigo. Mi padre, el Emperador, fue un hombre justo y sabio. Su legado vivirá en nuestros corazones y en la historia de nuestro Imperio.

Después del discurso, se realizó la ceremonia del entierro. El ataúd del Emperador fue bajado a la tumba, y Calypso y Arslan depositaron flores sobre él.

Una vez finalizada la ceremonia, la corte imperial se dirigió al palacio para la coronación de Calypso como nueva Emperatriz.

La coronación fue una ceremonia sencilla pero emotiva. Calypso se sentó en el trono, y el consejero principal le colocó la corona imperial en la cabeza.

—Por la autoridad que me ha sido conferida —dijo el consejero—, te coronamos Emperatriz del Imperio Zandell. Que reines con sabiduría y justicia.

La corte imperial aplaudió y vitoreó a la nueva Emperatriz. Calypso se levantó del trono, con lágrimas en los ojos, y abrazó a su hermano Arslan.

—No te preocupes, Arslan —le dijo—. Estoy aquí para cuidarte y protegerte.

Arslan se aferró a la falda de su hermana y la miró con ojos inocentes.

—Calypso —dijo—, ¿dónde está papá?

Calypso se arrodilló y lo abrazó.

—Papá se ha ido al cielo, Arslan —dijo—. Pero siempre estará con nosotros en nuestro corazón.

Arslan asintió y se aferró a la mano de su hermana.

Después de la coronación, Calypso se retiró a sus aposentos para descansar y reflexionar sobre su nuevo papel. Sabía que tenía un largo camino por delante, pero estaba lista para asumir el desafío.

Más tarde, Calypso se reunió con sus consejeros para discutir los asuntos del Imperio. Estaban presentes el consejero principal, el jefe de los soldados imperiales y otros dignatarios.

—Quiero que se siga buscando a mi madre —dijo Calypso—. No podemos rendirnos.

—Sí, Emperatriz —respondió el consejero principal—. Seguiremos buscando en el Océano del Reino de Lirio.

—También quiero que se mejoren las condiciones de vida de nuestros súbditos —continuó Calypso—. Quiero que se construyan más escuelas y hospitales.

—Sí, Emperatriz —respondió el jefe de los soldados imperiales—. Estamos trabajando en ello.

La reunión continuó durante horas, con Calypso tomando decisiones importantes para el futuro del Imperio.

Mientras tanto, Arslan jugaba en el jardín del palacio, bajo la supervisión de una nodriza. Calypso se acercó a él y lo abrazó.

—¿Cómo estás, hermanito? —preguntó.

Arslan sonrió y se aferró a la mano de su hermana.

—Estoy bien, hermana —dijo.

Calypso sonrió y lo besó en la frente.

—Te amo, mi pequeño hermano.

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Calypso se encontraba en el patio de armas del palacio, rodeada por las altas paredes de piedra y los tejados de tejas rojas. El sol brillaba sobre ella, iluminando su figura esbelta y determinada. Llevaba una armadura ligera y empuñaba una espada de entrenamiento.

Obeth, la mano derecha de su padre y uno de los mejores guerreros del Imperio, se enfrentaba a ella con una sonrisa.

—Vamos, Calypso —dijo Obeth—. Quiero ver tus movimientos.

Calypso asintió y se preparó para el combate. Su tío abuelo, un anciano sabio y experimentado, observaba desde un lado, con una mirada atenta.

—Recuerda, Calypso —dijo su tío abuelo—, la fuerza no es lo único que importa. La estrategia y la rapidez son clave.

Calypso nodió y se lanzó hacia Obeth, espada en mano. El guerrero esquivó con facilidad y contraatacó. Calypso se defendió con habilidad, pero Obeth era demasiado rápido. La princesa se encontró en el suelo, con la espada de Obeth apuntando hacia su garganta.

—No te rindas —dijo Obeth—. Levántate y vuelve a intentarlo.

Calypso se levantó, sin perder la determinación. Se enfrentó a Obeth una vez más, y esta vez, logró esquivar sus ataques y contraatacar con éxito.

Su tío abuelo sonrió, orgulloso.

—Bien hecho, Calypso —dijo—. Estás mejorando cada día.

Obeth asintió en acuerdo.

—Eres una guerrera nata —dijo—. Tu padre estaría orgulloso.

Calypso sonrió, sintiendo un calor en el corazón. Sabía que tenía mucho que aprender, pero con Obeth y su tío abuelo a su lado, estaba segura de que podría defender su Imperio y proteger a su pueblo.

—Gracias, Obeth —dijo—. Gracias, tío abuelo.

Su tío abuelo se acercó y la abrazó.

—Siempre estaré aquí para ti, Calypso —dijo—. Y Obeth será tu espada y escudo.

Calypso sonrió, sintiendo una sensación de seguridad y determinación. Estaba lista para enfrentar cualquier desafío que se le presentara.

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Calypso se sentó en su escritorio, con una pluma en la mano y una hoja de papel blanco frente a ella. La luz de la luna iluminaba su rostro, y su cabello rojizo caía sobre sus hombros como una cascada.

Comenzó a escribir, con letras precisas y elegantes:

Querido tío Rudolph,

Espero que esta carta te encuentre bien. Me dirijo a ti con la esperanza de obtener noticias sobre mi hermana Cataleya. Han pasado días desde que cayó en ese estado de sueño profundo, y mi corazón sigue estando lleno de preocupación por ella.

¿Hay algún cambio en su condición? ¿Ha habido algún progreso en su recuperación? Me gustaría saber cualquier cosa que puedas contarme sobre ella.

También quiero expresarte mi gratitud por cuidar de ella en el Reino de Lirio. Sé que no es fácil, pero te agradezco que estés allí para ella.

En cuanto a mí, he asumido mi papel como Emperatriz del Imperio Zandell. Ha sido un desafío, pero estoy determinada a hacer lo mejor para mi pueblo.

Mi hermano Arslan está bien, Él me hace sonreír cada día.

Por favor, tío Rudolph, dime cualquier cosa que puedas sobre Cataleya. Mi corazón anhela saber que está bien.

Con cariño y gratitud,

Calypso

Emperatriz del Imperio Zandell

Calypso dobló la carta con cuidado y la selló con el sello imperial. La envió con un mensajero confiable, que la llevaría al Reino de Lirio.

Mientras esperaba la respuesta de su tío, Calypso no podía evitar pensar en su hermana. ¿Estaba bien? ¿Despertaría pronto? La princesa rezaba cada noche para que Cataleya se recuperara pronto y regresara a su lado.