En la vibrante y peligrosa Italia de 2014, dos familias mafiosas, los Sandoval y los Roche, viven en un tenso equilibrio gracias a un pacto inquebrantable: los Sandoval no deben cruzar el territorio de los Roche ni interferir en sus negocios. Durante años, esta tregua ha mantenido la paz entre los clanes enemigos.
Luca Roche, el hijo menor de los Roche, ha crecido bajo la sombra de este acuerdo, consciente de los límites que no debe cruzar. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando comienza a sentir una atracción prohibida por Kain Sandoval, el carismático y enigmático heredero de la familia rival.
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02
Daniel Sandoval, un hombre imponente y temido, sostenía un palo de madera con púas en la mano. Su expresión era una mezcla de ira y desdén, sus ojos fríos como el hielo. Al notar la llegada de Kain, Daniel desvió su atención hacia él, examinándolo de arriba abajo con una mirada penetrante.
—¿En dónde estabas que llegas a esta hora? —preguntó Daniel, su voz dura y autoritaria.
Kain sostuvo la mirada de su padre sin temor, una chispa de desafío brillando en sus ojos.
—Estaba con un compañero de la facultad terminando un proyecto —respondió Kain, con los brazos cruzados y su casco colgado del antebrazo izquierdo.
Daniel soltó un gruñido, señal de su descontento, pero antes de que pudiera decir más, Kain miró a los hombres arrodillados y quiso saber.
—¿Por qué los castigas?
El salón se sumió en un silencio tenso. Daniel apretó los dientes, su expresión endureciéndose aún más.
—Perdieron un cargamento —contestó, su voz cargada de furia contenida.
Kain bajó la mirada hacia los hombres, entendiendo la gravedad de la situación. Los castigos en su familia no eran simplemente por disciplina, sino por mantener el control y el poder. Sin embargo, había algo en esa escena que lo incomodaba profundamente.
—¿Y crees que esto los hará más competentes? —preguntó Kain, su tono desafiante, desafiando la lógica brutal de su padre.
Daniel levantó una ceja, sorprendido por la audacia de su hijo. Caminó lentamente hacia Kain, sus pasos resonando en el salón. Se detuvo justo frente a él, su altura y presencia intimidantes.
—Esto no es solo para ellos, Kain. Es para todos. Un recordatorio de que los errores tienen consecuencias graves —dijo Daniel, su voz baja pero amenazante.
Kain no apartó la mirada, aunque podía sentir el peso de la autoridad de su padre aplastando el ambiente. Internamente, luchaba con la violencia y la crueldad que veía en las acciones de Daniel, sabiendo que algún día él podría estar en esa misma posición.
—Tal vez, pero también creo que hay otras formas de liderar —dijo Kain, su voz más suave pero firme.
Daniel lo observó por un largo momento, evaluando cada palabra y gesto de su hijo. Finalmente, soltó un suspiro exasperado y apartó la mirada.
—Tienes mucho que aprender, Kain. Quizás algún día entiendas lo que se necesita para mantener todo esto en pie —dijo Daniel, volviendo su atención a los hombres arrodillados—. Ahora, ve a tu habitación. Esto no te concierne.
Kain sabía que no tenía sentido discutir más en ese momento. Asintió ligeramente y se dirigió hacia las escaleras, lanzando una última mirada a los hombres antes de subir. La visión de ellos, temblando y humillados, quedó grabada en su mente.
Al llegar a su habitación, Kain se dejó caer en la cama, sus pensamientos girando en torno a la conversación con su padre y la brutalidad que había presenciado. Sentía una mezcla de frustración e impotencia, deseando encontrar una manera de cambiar las cosas sin recurrir a la violencia y el miedo que su padre imponía.
Mientras la noche avanzaba, Kain reflexionó sobre sus propios valores y el futuro que deseaba para sí mismo y su familia. Sabía que el camino no sería fácil, pero estaba decidido a encontrar una manera diferente de liderar, una que no dependiera del miedo y la crueldad.
En su mente, las imágenes de la noche con Luca también revoloteaban, brindándole un rayo de esperanza y motivación. Si podía encontrar la fuerza para desafiar las expectativas de su padre y seguir sus propios principios, quizás también podría abrir un camino hacia un futuro mejor, tanto para él como para aquellos que lo rodeaban.
Mientras Kain pensaba en Luca, su teléfono emitió un leve sonido, sacándolo de sus pensamientos. Le echó un vistazo y vio un mensaje de su amigo Jean Marco: "Carrera de motos en una hora, en el mismo lugar de siempre". La adrenalina se encendió dentro de él, y en un instante, se levantó de la cama y buscó su chaqueta de cuero.
Salió de su habitación y bajó las escaleras de dos en dos. Su padre, tan sumergido en el castigo de los hombres arrodillados, no notó su salida esta vez. Una vez fuera, Kain se subió a su moto y se marchó, el rugido del motor resonando en la noche tranquila.
Mientras conducía por las calles oscuras de Roma, se encontró doblando la esquina que lo llevaba a la mansión de los Roche. Instintivamente, buscó con la vista a Luca, tratando de divisarlo entre los guardias que rodeaban la casa. Casi a punto de irse, escuchó un chiflido a lo lejos. Giró la cabeza y vio a Luca haciéndole señas para que lo esperara.
Luca salió corriendo de la mansión, esquivando a los guardias con agilidad, y se subió a la moto de Kain de un salto. Kain puso en marcha la moto y, alzando la voz para ser escuchado sobre el ruido del motor, preguntó:
—¿Quieres venir a mi carrera de motos?
Luca, sin dudarlo un segundo, respondió:
—¡Por supuesto!
La moto aceleró y se adentraron en la noche, el viento fresco y la adrenalina llenando sus sentidos. Kain sentía el calor del cuerpo de Luca contra su espalda, un recordatorio de la conexión que estaban construyendo. Con cada kilómetro recorrido, se sentía más libre, más vivo.
Llegaron al lugar habitual de las carreras, una zona industrial abandonada en las afueras de la ciudad. Las luces de los faros y los sonidos de los motores ya llenaban el ambiente. Jean Marco y otros corredores los esperaban, sus motos alineadas y listas para la competencia.
Kain detuvo la moto y ambos se bajaron. Jean Marco se acercó, sonriendo al ver a Kain.
—¡Pensé que no llegarías! —dijo Jean Marco, dándole una palmada en la espalda.
—Nunca me pierdo una carrera, ya lo sabes —respondió Kain, devolviendo la sonrisa.
Jean Marco miró a Luca con curiosidad.
—¿Y quién es tu acompañante?
—Es Luca, un amigo de la universidad —respondió Kain, presentando a Luca con un gesto de la mano.
Luca sonrió y estrechó la mano de Jean Marco.
—Un placer conocerte —dijo Luca, sintiendo la vibrante energía del lugar.
Jean Marco asintió y luego miró a Kain.
—Bueno, estamos a punto de empezar. ¿Estás listo?
Kain asintió con determinación.
—Más que listo.
Luca observó mientras Kain se preparaba para la carrera, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. Había oído hablar de las habilidades de Kain en las carreras, pero verlo en acción era algo completamente diferente. La tensión en el aire era palpable mientras los corredores se alineaban, esperando la señal para arrancar.
Con un estruendoso rugido de motores, la carrera comenzó. Kain aceleró con fuerza, su moto disparándose hacia adelante. Luca observaba desde la línea de salida, su corazón latiendo rápido. La velocidad y el peligro de la carrera lo mantenían al borde de la expectativa.
Kain se movía con una gracia y habilidad que dejaban claro por qué era tan respetado en el circuito. Cada curva, cada adelantamiento, eran ejecutados con precisión y confianza. La carrera era feroz, pero Kain se mantenía firme, su concentración inquebrantable.
Finalmente, después de lo que parecieron interminables minutos de tensión y emoción, Kain cruzó la línea de meta en primer lugar. La multitud vitoreó y aplaudió, y Luca, lleno de orgullo y alivio, se unió a las celebraciones.
Kain se detuvo y bajó de la moto, respirando con dificultad pero con una sonrisa de triunfo en su rostro. Luca corrió hacia él, sus ojos brillando de emoción.
—¡Lo hiciste! ¡Ganaste! —exclamó Luca, abrazándolo efusivamente.
Kain devolvió el abrazo, riendo.
—Gracias por estar aquí, Luca. Significa mucho para mí.
Luca se apartó ligeramente, mirándolo con admiración.
—Eres increíble, Kain. Ver esto fue... increíble.
Kain sonrió, sintiendo una calidez en su corazón.
—Y esto es solo el comienzo, Luca. Tenemos muchas más aventuras por delante.
Mientras la noche continuaba, rodeados de amigos y celebraciones, Kain y Luca se dieron cuenta de que, aunque sus caminos estaban llenos de desafíos, juntos podían enfrentar cualquier cosa. La carrera había sido una victoria no solo en la pista, sino también en la creciente conexión entre ellos. En ese momento, en medio de la euforia y la camaradería, sabían que estaban listos para enfrentar lo que el futuro les deparara, unidos por una amistad y algo más que apenas comenzaban a comprender.