Volvi de la muerte, solo para vengarme de los que me lastimaron, tuve que cambiar y volverme fuerte para no sucumbir ante el amor, ese amor que nunca fue y nunca será, mi único objetivo es recuperar lo que un día fue mío.
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Capitulo XV No puedo perderte a ti también
El lunes llegó cargado de trabajo. Diana estaba sumergida entre montones de papeles, no había tenido ni un momento libre, ni siquiera para ir a almorzar. Pasado el mediodía, recibió una llamada en su número personal, una línea que solía ser utilizada solo por su familia y ahora también por Emir.
— Hola, bonita. ¿Qué estás haciendo? — preguntó Emir con voz seductora.
— Trabajando. Hoy no ha sido un día fácil. — respondió Diana con evidente cansancio.
— ¿Al menos has almorzado ya? — preguntó Emir preocupado.
— Todavía no. No he tenido ni un momento para salir. — respondió Diana restándole importancia al asunto.
— Sabes que puedes pedir comida a domicilio, ¿verdad? — sugirió Emir.
— Sí, lo sé. Es solo que se me olvidó. ¿Te parece si hablamos más tarde? Aún no he terminado aquí. — respondió Diana antes de colgar el teléfono y sumergirse nuevamente en el trabajo.
Emir se quedó mirando el teléfono en sus manos. "Esta mujer me va a volver loco", pensó Emir con una sonrisa en los labios.
A él le llovían las mujeres y siempre estaban dispuestas a dejarlo todo por él, pero Diana era diferente. Tenía su propia vida y no necesitaba andar tras nadie. Con determinación, Emir decidió llevarle el almuerzo a Diana personalmente; moría de ganas por verla y esta era la oportunidad perfecta para hacerlo.
Emir llegó a la empresa Sandoval y, siendo quien es, no necesitó ser anunciado. Simplemente, fue hasta la oficina de Diana y, en la entrada, se encontró con Fernando, quien venía corriendo con cara de preocupación.
— ¿Qué ocurre? Parece que has visto un fantasma —preguntó Emir indignado.
— Perdón, señor Figueroa, no hay tiempo para explicar — contestó Fernando abriéndose paso para entrar en la oficina de Diana.
Cuando los dos hombres entraron, se encontraron con una escena bastante desconcertante, pues Diana tenía sometido a Alejandro y este le gritaba cosas horribles.
— Eres una pxxxx, ya verás que me las vas a pagar todas —exclamó Alejandro tendido en el suelo.
— Como sea, pero hoy no será —respondió Diana burlona.
— Miren nada más quién acaba de llegar, nada más y nada menos que el imbécil mayor —gritó Alejandro riéndose mientras miraba a Emir.
— Cállate, escoria. Fernando, llévate a esta basura de aquí —ordenó Diana.
Emir ayudó a Fernando a levantar a Alejandro, pero antes de que se fuera, este le dio un puñetazo en la cara a Alejandro dejándolo aturdido.
— El único imbécil aquí eres tú, cobarde poco hombre.
Después de decir aquello, Emir se acercó a Diana y le dio un fuerte abrazo.
— ¿Estás bien, amor? —aquella palabra dejó a Diana en shock. Realmente Emir la había llamado su amor, pensó sintiendo su corazón salir del pecho.
— Sí, estoy bien. Alejandro solo está tratando de llamar la atención.—explicó Diana.
Diana se apoyó en el pecho de Emir, esbozando una sonrisa ladina hacia Alejandro. El muy idiota había quedado en vergüenza, ya que ante los ojos de todos quedó como un cobarde que intentó lastimar a una indefensa mujer. Sin embargo, lo que no esperaba era que Diana sabía defensa personal y, tomando por sorpresa a Alejandro, logró someterlo.
— No creas nada de lo que ella te diga, esa mujer es malvada, te está engañando y no descansará hasta quitarle todo a tu familia. — gritó Alejandro exaltado.
— Saquen a este hombre de aquí de inmediato. Espero que tu estadía en la cárcel te ayude a recuperar la cordura. — respondió Diana con seriedad.
— Emir, no confíes en ella. — fueron las últimas palabras que alcanzó a decir Alejandro antes de que Fernando lo dejara inconsciente.
Emir se quedó sorprendido por la reacción del asistente de Diana. No había necesidad de llegar a esos extremos. Las palabras de Alejandro resonaban en su cabeza con fuerza. Emir había empezado a sentir amor por Diana y no quería pensar mal de ella.
— Todo esto ha sido muy extraño — comentó Emir aún con Diana entre sus brazos.
— Alejandro perdió la cabeza, creo que no le gustó enterarse de mi relación contigo — explicó Diana, haciéndose la víctima.
— Las cosas que dijo de ti fueron muy fuertes — comentó Emir preocupado.
— Solo busca que dudes de mí. Ya es tu decisión si le crees o no — respondió Diana, soltando el agarre de Emir sobre ella.
— Ven acá. — Emir agarró a Diana de la cintura y la atrajo hacia él — Yo creo en ti, y siempre lo haré.
Ellos se besaron apasionadamente, dejándose llevar por el momento. Unos minutos después se separaron, con la respiración entrecortada y los corazones latiendo muy rápido.
— Quédate conmigo, no podría soportar perderte a ti también. — confesó Emir con tristeza reflejada en sus ojos.
— ¿Qué quieres decir con "a ti también"? — preguntó Diana confundida.
— Es una larga historia, no creo que tengas tiempo de escucharla. — respondió Emir tratando de cambiar el tema.
— Por hoy no pienso seguir trabajando, mis citas ya fueron canceladas. — explicó Diana aún entre los brazos de Emir.
— Entonces vayamos a mi apartamento, me gustaría estar a solas contigo. — comentó Emir sonriendo.
— Está bien, solo voy por mis cosas y nos vamos. — Era difícil para Diana querer apartarse de Emir. Aunque en el pasado él la había lastimado, no podía mentirse a sí misma; no podía negar que él era el hombre que amaba.
Ambos salieron de la empresa ante las miradas curiosas de algunos empleados. Muchos ya sabían de su relación, pero no tenían la certeza de que fuera verdad. Ahora Diana y Emir se mostraban en público tomados de las manos, confirmando su relación.
Al llegar al apartamento, Emir preparó algo de comer para los dos, ya que debido al incidente en la oficina de Diana no pudieron probar bocado. Una vez terminaron esa tarea, se fueron a la sala, se sentaron en el sillón. Emir abrazó a Diana por la espalda y ella se recostó en su pecho, quedando así por un tiempo. Emir acariciaba las manos de Diana y ella simplemente disfrutaba del momento.
— ¿A quién perdiste en el pasado? — preguntó Diana espontáneamente.
— Ese tema es muy difícil para mí. — respondió Emir cortando lo que iba a decir.
— ¿Tengo que estar celosa? — preguntó Diana con una sonrisa.
— Si ella estuviera viva, sí estarías celosa. — contestó Emir, para después hacer un largo silencio
Diana se quedó pensando en las palabras de Emir, "acaso el hablaba de Ana", ella tenía que saber si en verdad hablaba de su antigua yo.