Elizabeth Mc Carthy es una mujer de tan solo 18 años, llegó a New York sola, procedente de Irlanda.
Es pelirroja, de fuerte carácter y con mucha decisión.
Es el año de 1840, las caravanas de aventureros comenzaban a salir en busca de fortuna, hacia el lejano Oeste.
Las circunstancias obligaron a Elizabeth Mc Carthy, a embarcarse en ésta aventura. A través de ella va a pasar por tantas vicisitudes y acontecimientos que la van a obligar a echar mano de toda su fortaleza de espíritu y carácter para poder lograr su sueño.
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7-LA DESPEDIDA.
Y el día llegó, no hay tiempo que no se cumpla. Petra y Elizabeth estuvieron empacando toda la noche, siempre checando que no faltara nada.
Todo el día anterior, Katherine estuvo ignorando a las chicas, no deseaba verlas de frente, si lo hacía, el llanto le jugaría una mala jugada y eso es lo que quería evitar, en su habitación, ya en compañía de su esposo, comentó que no lo iba a soportar, que no quería ir hasta el punto de partida de la caravana para no despedirse de Petra, ya que esa, estaba segura, sería la última despedida entre Madre e hija.
Henry la abrazó y le prometió estar a su lado en todo momento.
Gracias Henry, eres un marido ejemplar.
Vamos Katy, para eso me casé contigo. En nuestros votos nos prometimos ayudarnos y apoyarnos en la enfermedad y la salud, en la alegría y la tristeza.
Katherine se acercó a su marido y le dio un beso en la mejilla, tienes razón. Las promesas se hicieron para cumplirse. Voy a estar en la estación de partida, solo si tú vas conmigo, sola no lo voy a soportar.
Ya nos tenemos que acostar, mañana vamos a estar en la estación en punto de las 4 de la mañana.
Elizabeth y Petra estaban en el establo, Petra estaba triste, no vio a Katherine en todo el día y se sentía culpable. Tengo miedo de dejarla aquí sola.
Hermana, dijo Elizabeth, tu Mamá ya no está sola, tiene a Henry, es el mejor hombre de todo Saint Louis y aquí vino a encontrar la felicidad.
Tienes que aceptar eso.
Eso lo acepto, me asusta mucho que mañana va a ser la última despedida, la última vez que la voy a abrazar con vida.
Tú, por lo menos, te vas a despedir de ella.
Bueno, tengo muchas emociones encontradas, mejor me pongo a trabajar, y Petra puso manos a la obra.
Finalmente, las chicas terminaron y llegó la hora de llevar la carreta al punto de partida.
Al subir a la carreta, Katherine apareció y solo dijo, Petra.
Petra corrió hacia su Madre y la abrazó como si nunca quisieran que ese abrazo se rompiera.
Entre lágrimas, Katherine le dijo: Ve y no mires atrás, tu sueño está allá adelante, vayan, queridas hijas. Les doy mi bendición y si nuestro destino es separarnos aquí, que así sea mis niñas.
Elizabeth se unió al abrazo y dijo:
Gracias Mamá.
Solo cuídense y apóyense mutuamente, solo así lo van a lograr. Las amo y que Dios las bendiga.
Henry solo dijo: Hasta siempre, Dios las bendiga. No dejen de escribir. Después de Fuerte Laramie ya no tendremos forma de comunicarnos. Vayan y luchen por lo que tanto han soñado. Nunca se separen, siempre unidas.
Cuídala Henry, dijo Petra en medio de un baño de lágrimas.
Elizabeth la tomó del brazo y dijo, ya es hora.
Las dos chicas abordaron la carreta y comenzaron a avanzar hacia el punto de partida, Petra volteó a ver por última vez a Katherine. Ella le dijo a su hija, la vista al frente, no mires atrás, siempre al frente, con valentía.
La carreta avanzó y fueron al punto de registro, ahí encontraron a Nelson un alguacil ordenó al guardia, que las llevara hasta el lugar que les correspondía en la fila de carretas y se formaron. Días antes, Katherine les había entregado una cadena, a cada una, con una medalla con la imagen de San Patricio, el santo protector de Irlandeses y Escoceses.
Las chicas sacaron las medallas e iniciaron una oración.
Que la aventura que hoy comenzamos, tenga un final feliz, AMÉN.
A las 4 en Punto, los guías dieron la orden de comenzar a avanzar, atrás la gente, entre ellos Katherine y Henry sacaron pañuelos blancos y los agitaron en silencio, solo se oían los gritos, que arreaban a los caballos a iniciar una larga ruta hacia lo desconocido, pero que los que lograran completar esa misma ruta, iban con el sueño de lograr alcanzar la fortuna.
Petra y Elizabeth ya no lloraban, arreaban a sus caballos. Ninguna de las dos miró hacia atrás. Ya solamente eran ellas dos. Ahora Petra y Elizabeth eran una familia en busca de la fortuna y la felicidad.
Su largo camino hacia Oregon había iniciado, ya no había forma de volver.