Mis Tres Vidas

Elizabeth conoció muy bien la voz de aquel chico que gritaba, era Arón el prometido de su hermana. Cría que no había nadie en lugar, ya que era una zona poco frecuentada por los demás, los cuales preferían otros rincones del lugar para pasar el tiempo, mucho menos pensó que él estuviese allí solo.

Intentó disimular su ceguera lo más posible, no quería que supiera de su defecto, sino su padre era capaz de enviarla fuera a vivir para alejarla. Sabía que allí estaba su amor y nuevamente no podía explicarle lo que ocurría, lo de los retos por los cuales debían superar para que triunfara su amor y un mundo paralelo a ese.

En ese plano ella era la hija del conde, el cual no dudaría en enviarla lejos si interfería en los planes de una alianza con Arón y su familia. Debía lograr que la amara a pesar de su discapacidad pero aún no sabía cómo intervenir. Entonces se concentró en la voz, su origen para intentar parecer normal y actuar como una persona vidente.

- Perdón, no me di cuenta de que estabas aquí. Dijo con la cabeza gacha Elizabeth.

- Eres la chica del piano, le refutó él.

- Sí, contestó.

- ¿Cuál es tu nombre?, soy Arón, ¿vives aquí? Preguntó.

- Un gusto, contestó sin intentar un acercamiento, ya que de hacerlo podría notar su ceguera. Soy Elizabeth la hija menor del conde.

- Ah, y por qué no está con nosotros en la cena, ni por la casa, no te he visto ni una vez desde que llegué, excepto ese día en el piano.

En eso se escucha al conde a lo lejos.

Elizabeeeeeeth

Ella volteó hacia la voz y hecho a andar rápidamente hacia su padre, sabía el camino a la perfección. Al llegar hasta donde estaba su padre esté la tomó del brazo con fuerza y la condujo a su habitación, una vez dentro le prohibió salir nuevamente hasta que su hermana no estuviera casada con el chico.

Lo que no predijo el conde en su intento de ocultarla fue que Arón los siguiera y escuchara tal prohibición.

- Perdón por interrumpir, pero por qué trata así a su hija, que tiene que ver ella en todo esto, dijo Arón.

Elizabeth fue hacia un rincón de la habitación y su padre miró Arón con recelo.

- Vamos a otro lugar, te explico.

Fueron hacia la biblioteca que quedaba cerca, antes de marchar cerró la puerta y repitió la frase de no salir de la habitación a su hija. Al llegar le pidió Arón que tomara asiento.

- Lo que ocurre, es que mi hija menor es defectuosa, dijo.

- ¿Cómo defectuosa? Preguntó Arón.

- ¿No lo has notado?, preguntó él.

- No.

- Es ciega, dijo sin más.

Arón no supo que decir en ese momento, la verdad no lo había notado, miró al conde, no dijo ni una palabra al respecto y fue a su habitación. La verdad que no parecía ciega, se movía bien por el lugar, incluso tocaba el piano. Ahora estaba molesto por como era tratada por su familia, reprimida en una habitación, sentenciada por algo a lo cual ella no tenía control.

Nadie quiere ser ciego. Sintió odio a todos los que vivían allí por semejante actitud. Se podría ver que solo le interesaba el dinero y lo veían a él como un proveedor de riqueza y no por su persona como tal. Se propuso no marcharse de allí solo por la chica, por Elizabeth. Les daría una lección de vida a todos.