Mauricio Silva, un exitoso empresario de 38 años, se encontraba en una posición inesperada. Conocido en la alta sociedad por su inteligencia, carisma y atractivo, Mauricio había disfrutado de la vida de soltero por muchos años. Las cenas de gala, los eventos benéficos y las reuniones de negocios eran su hábitat natural. Sin embargo, su vida dio un giro radical cuando se convirtió en el tutor legal de Samanta Santos, la hija de su mejor amigo fallecido.Samanta, de 20 años, era todo un desafío. Conocida entre sus amigos y conocidos como el "demonio", no por maldad, sino por su espíritu indomable y travieso.
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Capítulo 9 : Nuevas Conexiones
Una tarde soleada, la mansión de Mauricio estaba tranquila, un contraste con el habitual ajetreo y las travesuras de Samanta. Mauricio estaba en su oficina, revisando algunos documentos importantes, mientras Samanta estaba en su habitación, probablemente ideando su próxima travesura. Tania, por otro lado, estaba en el salón, revisando su teléfono y planeando la próxima fiesta a la que asistirían.
La tranquilidad fue interrumpida cuando Tania, con una expresión de decisión, se dirigió hacia la oficina de Mauricio. Tocó suavemente la puerta antes de entrar.
—Mauricio, necesito hablar contigo sobre algo —dijo, su tono serio.
—Claro, Tania, ¿qué sucede? —respondió Mauricio, levantando la vista de sus papeles.
—Es sobre Samanta. He estado pensando que tal vez deberíamos ayudarla a conocer a gente de su edad. Quizás presentarle a algunos chicos podría ser una buena idea. —Tania hablaba con determinación, como si hubiera estado meditando este plan durante un tiempo.
Mauricio frunció el ceño, considerando sus palabras. Sabía que Samanta había pasado por mucho y que, a pesar de su actitud rebelde, aún era una adolescente que necesitaba amistades y experiencias propias de su edad.
—¿Chicos de su edad? —repitió Mauricio, pensativo—. No estoy seguro de cómo reaccionará Samanta a eso. Ya sabes cómo es...
—Lo sé, Mauricio. Pero piensa en ello, ella necesita socializar más, tener amigos que la comprendan. Además, esto podría ayudar a que se enfoque en algo más que en sus travesuras. —Tania argumentaba con firmeza.
Mauricio suspiró y asintió lentamente. —Está bien, Tania. Pero hagámoslo de manera sutil. No quiero que Samanta se sienta presionada o manipulada.
Tania sonrió, satisfecha con la respuesta de Mauricio. —Perfecto. Conozco a algunos chicos de familias decentes que podrían ser buenos amigos para ella. Podemos organizar una pequeña reunión y ver cómo se desarrolla.
Más tarde, esa misma tarde, Tania se acercó a Samanta en el jardín. La joven estaba sentada bajo un árbol, leyendo un libro, disfrutando de la tranquilidad del lugar.
—Hola, Samanta —saludó Tania con una sonrisa.
—Hola, Tania —respondió Samanta, levantando la vista del libro con desconfianza.
—Estaba pensando, ¿te gustaría conocer a algunos chicos de tu edad? —preguntó Tania con tono casual.
Samanta frunció el ceño, claramente sorprendida por la pregunta. —¿Chicos de mi edad? ¿Por qué?
—Bueno, pensé que podría ser divertido para ti tener amigos con quienes pasar el tiempo, salir, hacer cosas típicas de adolescentes. ¿Qué dices? —Tania trataba de sonar despreocupada, aunque en su interior estaba ansiosa por ver la reacción de Samanta.
Samanta se quedó en silencio por un momento, evaluando la oferta. No le gustaba la idea de que Tania intentara manipularla, pero al mismo tiempo, la perspectiva de conocer a otros chicos de su edad era intrigante.
—Supongo que podría intentarlo —respondió finalmente, tratando de parecer indiferente.
—¡Genial! Organizaré una pequeña reunión para este fin de semana. Será divertido, lo prometo —dijo Tania, ocultando su satisfacción.
El fin de semana llegó rápidamente y, como lo prometió, Tania organizó una reunión en la mansión. Invitó a varios jóvenes de familias influyentes de la ciudad, con la esperanza de que Samanta encontrara algo de interés en ellos.
La tarde de la reunión, la mansión estaba decorada con gusto, y los invitados comenzaron a llegar uno tras otro. Samanta, vestida con un atuendo casual pero elegante, observaba desde un rincón, sintiéndose un poco fuera de lugar.
—Hola, Samanta, déjame presentarte a algunos amigos —dijo Tania, llevándola al centro de la sala.
Samanta fue presentada a varios chicos y chicas de su edad, todos bien vestidos y educados. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de Tania, Samanta no podía evitar sentirse incómoda. Aun así, hizo un esfuerzo por ser amable y abierta.
Uno de los chicos, Nicolás, se acercó a Samanta con una sonrisa amistosa. —Hola, Samanta, he oído mucho sobre ti. ¿Cómo te va?
Samanta sonrió, aunque con cierta reserva. —Hola, Nicolás. Estoy bien, gracias. ¿Y tú?
Nicolás resultó ser agradable y fácil de hablar, y poco a poco, Samanta comenzó a relajarse. Sin embargo, la tranquilidad no duró mucho, ya que una de las travesuras clásicas de Samanta estaba a punto de ocurrir.
En un momento de la noche, cuando todos estaban disfrutando de la música y las conversaciones, Samanta decidió agregar un poco de diversión. Con una mirada traviesa, se deslizó hasta la mesa de bebidas y cambió las etiquetas de algunos refrescos con las de las botellas de agua mineral. No pasó mucho tiempo antes de que las risas llenaran la sala al descubrirse la broma.
Tania, al ver el caos, trató de mantener la compostura mientras contenía su frustración. Mauricio, por otro lado, no pudo evitar sonreír al ver el espíritu juguetón de Samanta. A pesar de las travesuras, parecía que la reunión estaba siendo un éxito.
Al final de la noche, Samanta se sintió más conectada con los jóvenes que había conocido. Aunque Tania estaba visiblemente molesta, Mauricio estaba satisfecho con el resultado.
—Parece que tu plan funcionó, Tania —dijo Mauricio, mientras observaba a Samanta riendo con sus nuevos amigos.
—Sí, supongo que sí —respondió Tania, intentando disimular su irritación.
Samanta, por su parte, se sintió agradecida por la oportunidad de conocer a nuevas personas. Aunque aún tenía reservas sobre las intenciones de Tania, no podía negar que la reunión había sido divertida y había hecho nuevos amigos.
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Samanta reflexionó sobre el día. Quizás, pensó, podía darle una oportunidad a la idea de Tania de socializar más. Después de todo, no todos los chicos eran tan malos.
La vida en la mansión de Mauricio estaba cambiando, y aunque Samanta seguía siendo la misma chica traviesa de siempre, estaba empezando a encontrar su lugar en su nueva realidad.