Las almas que se encuentran, se reconocen y nunca se sueltan, ni con la distancia, el silencio y con las vueltas que de la vida misma.
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Por la libertad.
Galt.
Conozco a Athena y esas palabras no eran para solicitar algún permiso sé que lo hará y no podré detenerla...
Habían pasado dos días, estaba todo listo, los hombres en los caballos y las mujeres esperarían a nuestro regreso proclamando la victoria.
Pero sentía que algo no saldría bien, ajuste mi armadura, mientras que Athena solo me observaba con esos ojos hermosos.
Se levantó de la cama acercándose a mi y me entregó el escudo— cuídate Galt, te amo.
— yo también te amo Athena, los amo — pose mi mano en su vientre hasta darnos un profundo beso.
Y solo salí de la choza, monte a Volga, me alinee con los demás y la caballería salió a paso rápido, teníamos que llegar lo antes posible y tomar el castillo.
A unas cuantas leguas de distancia, unos cuantos serían los guiados para ir por el hijo, mi hijo, ya sabían donde lo tenían solo que no quise decirle a Athena.
Así que será como una sorpresa: y al estar a unos cuantas leguas de llegar, bajamos de los caballos y caminamos para no ser vistos por los guardias.
Mi respiración era agitada por el momento, y antes de entrar al pueblo teníamos que quitarnos las fuertes armaduras si queríamos pasar sin ser vistos.
Nuestras ropas era de un fiel pueblerino, entramos y nos mezclamos entre los demás avanzando a paso firme a nuestro objetivo.
Y casi al llegar al pie del castillo una explosión se escuchó, esa era la señal para pelear, desenfunde mi espada y comenzamos a pelear mientras gritábamos.
— ¡por la libertad!.
Íbamos derrocando al inmenso ejército de Besimir, pero entre más me acercaba hacía el objetivo, más sentía esa sensación extraña, como si algo fuera a pasar.
Y sin importar seguí luchando contra ellos, aunque también había caídas de nuestro lado, aún éramos bastantes y a paso firme fuimos arrasando a nuestro paso.
Liberando al pueblo del yugo del que se proclamó Rey sin serlo, y unos por agradecimiento se unieron a la lucha por la causa.
Siendo aún más fuertes, estábamos por entrar al castillo cuando una flecha atravesó a uno de nosotros, no teníamos nuestros escudos así que nos cubrimos con lo que pudimos ante la lluvia de flechas que caían desde las torres.
Hubo otra explosión y las grandes puertas que protegían el castillo fueron derrumbadas, entramos hondeando nuestras espadas, siendo manchadas por esa sangre que juro lealtad a Besimir y un reinado opresor.
Corrí entrando al castillo buscando a Besimir, luche al encontrarme a dos guardias por esos pasillos, seguí mi camino hasta salir en lo alto de la torre y ahí estaba.
Resguardado por tres caballeros más - Sir Galt, ¿así que ahora es un rebelde?, que bajo ha caído— una carcajada se escuchó y solo negó— ¡lo quiero muerto!.
Grito y los guardias se acercaron, pelee con fuerza y dignidad ante su presencia, ganando esa batalla más no la guerra.
Camine hacia él quien por un momento retrocedió, su mirada fue hacia atrás de mi sintiendo un dolor en mi hombro, al girar un arquero apuntaba hacia mi y solo lance mi espada acabando al instante con su vida.
Pero por ese descuido, de mi abdomen salió la espada de Besimir— la victoria vuelve a ser mía.
Sentí deslizarse el frío hierro entre mi cuerpo y solo me aventó mientras sentía que mi vida se escapaba.
De la nada sentí un beso en mis labios, pero no podía ver con claridad quien era, solo sentí que ese alguien se alejaba; mi respiración era más pausada, el dolor qué sentí ya había desaparecido.
Con las pocas fuerzas que me quedaba voltee, y pude ver a Besimir caer al suelo con una espada enterrada en su pecho.
Sonreí por que al menos ese hombre moría al igual que yo.
Comencé a sentirme muy cansado hasta que todo a mi alrededor se oscureció.