Emma, una chica carismática con una voz de ensueño que quiere ser la mejor terapeuta para niños con discapacidad tiene una gran particularidad, es sorda.
Michael un sexi profesor de psicología e ingeniero físico es el encargado de una nueva tecnología que ayudara a un amigo de toda la vida. poder adaptar su estudio de grabación para su hija sorda que termina siendo su alumna universitaria.
La atracción surge de manera inmediata y estas dos personas no podrán hacer nada contra ella.
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capitulo 8.2
Se sienta en el lugar que dejo Zoé y toma mi mano, apoya su cabeza y antes de mostrarme su rostro de nuevo deja un beso entre mis dedos. Al volver a ver sus ojos, noto que contiene las lágrimas y más que nunca odio no poder moverme para barrer con ellas.
—Estos días fueron un completo sufrimiento para mí, lo siento mucho, gatita —murmura mirando mi rostro para que lea sus preciosos labios.
—Tú no tienes culpa de nada, es más, no recuerdo nada —digo, paso saliva y suspiro para admitir—. Realmente creí que había terminada aquí por una noche loca de lujuria, no por un accidente —trato de reírme, pero me hace doler el pecho.
—¿Realmente creíste eso? —pregunta algo divertido.
—Si, fue vergonzoso saber que mi mente pervertida me llevo hacia la opción menos indicada —resoplo y nuevamente me retuerzo al sentir que mi pecho duele.
—Lo siento, gatita. Deja de moverte —se acerca a mi cara para besar mis labios suavemente.
—Odio estar atada —refunfuño y apuesto a que sueno como niña encaprichada, esa misma que muchas veces él me hacía ver y que ahora pase a ser su gatita, mmm... ¿A que vendrá eso? — ¿Porque gatita?
—Porque eres mi alumna sexi, caliente y lamedora como una buena gatita que me tiene loco de amor —esta vez habla con sus manos, luego se acerca a mi cara para robarme otro beso y dejarme con ganas de más—. Te amo —dice antes de volver a su lugar.
—Yo igual, ya quiero salir de aquí —siento que quiero llorar, esto atrapada en esta cama que no puedo moverme, pero si tengo a mi caliente profesor confesando su amor a mi lado todo es más llevadero.
—Ya le mandé un mensaje a tu padre para que sepa que estás despierta —como si de un balde de agua fría se tratara, siento que palidezco— ¿Ei? ¿Qué pasa? No te pongas mal —acaricia mi mano mientras yo trato de hallar la calma.
—Mi padre nos va a matar si se entera de lo nuestro —quiero llorar.
—Ya lo sabe —dice, así como si nada y me quedo tiesa en mi lugar mirando sus ojos verdes
—¿Y cómo es que estás entero? —pregunto con duda— O eso creo... ¿Dime que no te corto tu cosita? —lo pienso mejor— Tu cosota —reafirmo relamiendo mis labios, sintiendo una necesidad que va a pasar mucho tiempo antes de saciar.
—Mi cosita está bien, de hecho, lo entendió —dice—. Eso no quita que me quiera castrar si te llego hacer algún daño, pero antes de hacerte un mal a ti, me castro solito.
—Voy a extrañar tu cosita mientras me recupere —suelto un suspiro.
—Pues más vale que estes preparada para cuando te den el alta, porque cuando mi cosita te agarre... —gimo de solo pensarlo—. Mejor cámbienos de tema —pide y nuevamente me río para seguir quejándome de mi dolor en el pecho.
Los días pasan, mi recuperación es lenta pero ya no me encuentro atada. Al tener las manos libres siento que ya soy más dueña de mí. El poder rascarme sin que tenga que pedirlo es un alivio. Lo que si paso a ser un problema es mi novio y su esencia caliente.
Acabo de descubrir que entrar en el plano sexual no es beneficiosa para la condición actual de mi cuerpo. Lástima que ciertas partes no estén al tanto de ello.
Cada vez que mi profesor atraviesas las puertas de mi habitación, siento que la piel me hierve, mi corazón late desbocado y mi centro se humedece fuertemente. No ayuda que cada vez sus besos sean más devoradores, dejándome sin aire y con mi pecho agitado, cosa que no le ayuda a mis costillas débiles.
—Creo que necesito una ducha fría —suspiro.
Sé que ambos necesitamos una ducha fría, noto la rigidez de su pantalón que hace juego con mi deseo. Por suerte los temas de conversación nunca fallan y nos distraemos hablando de todo un poco.
Ya pasando un mes, mi pecho sano, pero mi pierna todavía está algo resentida. Comencé a hacer fisioterapia para recuperar la fuerza. En unos días me darán el alta de la clínica, pero tendré que frecuentar la ayuda fisioterapéutica para mis músculos adormecidos, tanto de mis piernas como el de mi pecho.
Nunca pensé que no hacer gimnasia debilitaría los músculos que cubren mi caja torácica. Eso me hace sentir un poco más segura y ya no siento claustrofobia ni me quedo sin aire con frecuencia, solo cuando mi profesor profana mi boca. No hay nada que pueda hacer contra esos besos frenéticos y calientes que roban todo mi oxígeno y me dejan en un mar de deseo contenido.
—¡Dios! ¿Cuánto dices que falta para que te den tu alta médica? —preguntó agitado, su cabello revuelto.
—Unos días, creería que antes del fin de semana ya estoy en mi casa —respondo igual de frustrada que él.
—Espero poder contenerme, tanto tiempo sin poder sentirte, temo que me convertirá en una bestia —todo lo dice con sus manos.
Cada vez que hablamos de estas cosas lo hacemos así, las paredes son delgadas y nuestra intimidad es solo nuestra.
—Te amo —digo levemente, él me mira y le sonrío— ¿Te arrepientes?
—Jamás —me devuelve—, también te amo.
Esa pregunta es una que nos hacemos cada día, ha pasado a ser algo especial para nosotros. No sé qué me espera a mi vuelta a la universidad, pero creo que me costará tener las manos quietas con mi profesor cerca.
Mi padre no se opone a nuestra relación, pero me advirtió que no será fácil, no solo para él sino para mí. Sé que se refiere a la gran diferencia de edad, pero creo que mientras estemos seguros de nosotros mismos, no hay nadie que detenga nuestro amor.
—¿Mañana es tu reunión? —pregunto, recuerdo que me dijo algo respecto a eso.
El decano de la universidad hace reuniones trimestrales con sus profesores y mañana es la fecha, mañana será largo para mí. Espero que mi querida amiga pueda hacerse una escapada.
—Si, odio no poder venir a verte —siento su pesar, es igual al mío—. ¿Me podré meter en la noche? —sonrío ante su ocurrencia.
Una noche le pagó a una de las enfermeras para que lo deje quedarse conmigo, fue tan insistente, que no le quedó otra a la enfermera que hacer la vista gorda y dejar que mi querido y caliente profesor durmiera en la silla junto a mi cama.
—Estás loco, luego no vas a poder pasar el día —resoplo—. ¿ya te olvidas de lo mal que estabas al día siguiente por dormir en una silla?
—Valió la pena —dice convencido, ¿cómo no amarlo?
—¿Sí?
—Siempre.
bueno a sujetarse los pantalones y la otra la bombacha 🤭