Alexander Williams, es obligado a casarse con Valentina, la chica Curvy, para así el obtener el puesto de jefe en las constructora familiar.
Valentina no sabía quién era su prometido hasta el día de la boda, para ella fue el hombre más guapo, varonil, que ha visto en su vida, y fue amor a primera vista.
Para Alexander, fue lo peor del mundo, la miro con desprecio, incluso la tocó solamente en su noche de bodas, y eso porque estaba ebrio.
Valentina descubre la infidelidad de su esposo, y eso le causo un profundo dolor porque apesar de su indiferencia ella lo ama. Sabe que su esposo le pedirá el divorcio y aunque su corazón roto, está preparada para poner las cartas sobre la mesa, porque Alexander no se puede divorciar, al menos que ella lo quiera, fue algo estipulado en el contrato que el cabecilla les hizo firmar.
Valentina, le impone reglas a Alexander para así firmarle el divorcio ¿qué reglas serán?
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¿te has olvidado de mi?
—¡Valentina!— exclamó Alexander al verla colocarse de pie y luego caminar hacia el armario para sacar la bata de seda color negra
—¿Qué?— pregunto ella incrédula y luego se colocó la bata
—¿Qué putas estás haciendo?— pregunto colocándose de pies
—muy fácil... Queria hacerte entender que yo soy mejor que la zorra anoréxica de tu amante
—¡¡No puedes dejarme así!!
—¡Oh si puedo! Te recuerdo que yo soy la que decide, además te recuerdo que dijiste que jamás estaría con una mujer como yo, y si que está curvy te causo ganas de follar— sonríe Valentina —pero resulta que... Si, Felipe es mejor que tú, porque el sabe tocar muy bien este cuerpo que es arte
Valentina se sale de la habitación en busca de una para invitados, Alexander sale de la habitación muy furioso, cómo alma que se lo lleva al diablo.
—¡Valentina!— su fuerte gruñido se oye en toda la segunda planta
Pero ella sigue caminando sin darle importancia, Alexander corre detras de ella y la agarra del brazo.
—¡Mírame!— ordena él y ella no lo quiere hacerle y más que está desnudo —¡Mientes! Soy hombre y se que está es tu segunda vez ¿Por qué mierdas me quieres torturar?— pregunto él alterado
—¡Porque debes pagar todo lo que me has hecho!— lo mira ella a los ojos, y luego todo se torna en un silencio sepulcral, porque se miran sin parpadear, porque hay algo que ambos desean decir, pero el orgullo y el dolor, no lo permite, el rencor es un sentimiento que te ciega por completo —¿Algo más?— pregunta Valentina sacando fuerzas de dónde no las tiene
Pero Alexander no habla, simplemente baja su mirada a los labios de su esposa, los cuales los besa con ¿Ternura? Valentina siente un vuelco en su corazón.
Ella lo aleja un poco —no lo hagas, ya no soy la misma tonta a la que tenías como sumisa, las cosas han cambiado
—¿Te has olvidado de mi?— pregunto él mirándola con intriga
—¿Para que? Sea la respuesta si o no, nada va a cambiar, porque me quedo muy claro que la amas a ella
—¡Maldicion Valentina! Baja la maldita guardia
—no puedo...
—quiero... Yo quiero...— Alexander fue interrumpido por su mejor amigo, el cual no tuvo opción que entrar a la mansión, debido a que la señora Williams le llamo, para informarle que el señor Williams es llevado a urgencias por indicios de un infarto
—¡Mierda!— se gira Milan al verlo desnudo
—¿¡Qué haces aquí!?— se asombró Alexander
—lo siento Alex, pero tú madre me llamo, debido a que ustedes no entienden su llamado, tu padre está mal de salud, tu madre solicita tu presencia
—¡Dios!— Valentina está asombrada, ella sale corriendo hacia su habitación para vestirse
—¿Qué putas me estás diciendo?— se altera Alexander
—deberias irte a vestir amigo, tu madre te necesita
Alexander lleva su mano derecha a su cabeza por preocupación, y luego camina hacia su habitación, dónde Valentina se está terminando de cambiar.
—todo va a estar bien— suaviza la voz Valentina, porque sabe que el cabecilla es importante para Alexander, a pesar de que lo había obligado a casarse con Valentina
Alexander no le responde, si no que se apresura a vestirse.
Al salir de la mansión, Alexander está ansioso, demasiado, siente miedo, por lo que Valentina lo conoce muy bien, a pesar de que él nunca ha abierto su corazón con su padre.
Al llegar a la clínica privada, Alexander baja del auto angustiado.
—gracias por avisarnos Milán— Valentina baja del auto, pero Milán también y se acerca a ella tomándola de la mano, aprovechando que Alexander sea marchado
Valentina se suelta de su agarre, no le agrado para nada, ella lo fulmina con la mirada —¿Qué sucede Milan?
—solo te estoy dando mi apoyo— la mira directamente a los ojos
—esa no es la manera, soy la esposa de tu mejor amigo, no me agrada tu impulsó— frunce el entrecejo Valentina
—no lo tomes a mal— se apresura a decir él
Valentina niega con la cabeza y se marcha hacia el módulo de emergencias.
Al llegar, la señora Williams, abraza fuertemente a Alexander, dónde él, le está dando su apoyo.
Valentina no quiere interrumpir, se está en silencio contemplando aquel lado sentimental de Alexander.
—hija— susurra la señora Williams, al percibir la presencia de Valentina, Alexander la deja de abrazar y la señora Williams camina hacia Valentina y se abrazan fuertemente
—todo va a estar bien, el señor Williams es un hombre muy fuerte— la consuela Valentina
—¡Ay hija! Mi vida sin mi viejo no tiene sentido
—disculpen la interrupción, el señor Williams, solicita la presencia de su hijo— imforma la enfermera
Alexander voltea a mirar a su madre y esposa, para luego seguir a la enfermera.
Al entrar a la habitación, su padre no se ve muy bien de salud.
—padre— se acerca Alexander
—Alexander— susurra con difícultad y luego tose, aunque ya fue atendido y le sugerieron resposo, el señor Williams insistió en ver a su hijo
—no hables padre, recuerda que madre espera por ti, no hagas esto— hablo con amargura Alexander, él odia la muerte
—hijo... Dime algo ¿Nunca llegaste a amar a la mujer que elegí para ti?
—no es el momento padre
—si... Si lo es— se coloca el cabecilla la mano en el corazón —llegaron unas fotos para mí, en la que estás con una mujer muy feliz, y le has propuesto matrimonio— el señor Williams empieza a toser
—padre ten calma, por favor
—¡Cállate! Tienes una excelente mujer y la desprecias, eso es más claro, el motivo por el que no me has dado nietos
—padre yo...
—¿¡Cómo pudiste!?— se altera el cabecilla alertando a Alexander
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