¿Morir así de miserable? Esta novela es una mierda. Todos son unos lunáticos.
‹El villano maldito›, era una popular novela histórica sangrienta y con un romance un poco torcido. Leí el libro hasta que mi cuerpo enfermizo no pudo ni siquiera sostener el libro, y quedé ciega. No debí tener siquiera una pizca de lástima por el final miserable de la protagonista de la historia, ¡Entonces no habría reencarnado en su cuerpo! La princesa heredera y, el personaje más lamentable del libro. Murió tratando de dar a luz al heredero del frío y despreciable príncipe maldito, a quien amó sinceramente. El feto ni siquiera esperó 9 meses, como un monstruo, desgarró el vientre de su madre. No sé que pensaba esa princesa, pero no tendré una muerte tan lamentable otra vez. “En primer lugar, debo cancelar ese maldito compromiso”—Pero, ese desgraciado príncipe me tomó de la mandíbula y frunció el ceño atractivamente —“¿No me amas?—¿Estás tratando de escapar de mí?”.
原创故事。
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Capítulo 13 : Venganza : Están cortados por la misma tijera.
Lo vi hacer una mueca aun más asquerosa al escucharme carcajear.
Se quitó por completo el velo que llevaba y, comenzó a desatar la túnica que traía puesta.
Me miró arrogante cuando le quedó el cuerpo en pelotas, justo como Dios lo trajo al mundo.
¡¿Qué mierdas me está presumiendo?! Tiene como mil lonjas de grasa cayéndole y sin mencionar que ESO ni siquiera parece tener fuerzas.
Se me acercó con toda la intención de tocarme sin siquiera esperar respuesta.
Lo agarré de la mandíbula, haciendo que se pusiera de rodillas. Pareció algo sorprendido, pero volvió a dejarme ver su sonrisa perversa.
—¿Quieres manejar la situación? —se echó a reír como un cerdo —está bien, te dejaré.
Su aliento maloliente me llegó hasta la nariz.
Ugh, ¿Cuántos días lleva este viejo sin cepillarse los dientes?
Le miré la boca.
Bueno, al menos los pocos que tiene.
Mi boca se curvó en una sonrisa. Y cuando él se percató de eso, deslizó su mano desde mi tobillo hasta un poco más arriba de la rodilla.
Le apreté más la mandíbula, haciendo que soltara un quejido y detuviera tu mano.
—Tío —llamé —eres un perro desgraciado.
Miré su cara de confusión.
—¿Qué dices-?
Volví a apretarle la boca para arrodillarlo cuando trató de levantarse.
—Siete.
—¿Qué?
—Tocaste mi muslo durante siete segundos, malnacido.
—¿Y eso qué tiene qu...?-
Se quedó callado cuando la cara se le volteó con fuerza.
Sintió la sangre que le bajó por la nariz. Volvió su cara.
—¡¿Por qué mierda me cachete-?!
Soltó un quejido cuando cayó al suelo, de otra cachetada, aún más fuerte que la anterior.
Se levantó estérico, y alzó la mano.
—¡Perra!
Antes de que su mano pudiera siquiera moverse, se retorció en el suelo agarrándose los hue*$#.
Me agaché para poder hablarle de cerca a donde estaba tirado.
—Viejo, ¿se te partieron los dientes?
Sonreí cuando vi que los únicos dos dientes frontales que tenía no estaban. Giré mi vista para buscarlos en algun lugar del piso.
Este viejo ni siquiera tiene tanta fuerza, ¿cómo es que Mei perdió contra este calenturiento andante?
Lo jalé de los pelos volviéndolo a arrodillar.
—Faltan cinco.
Otro trancazo lo hizo caer al suelo.
Mis nudillos sangraron, pero mi sonrisa no desapareció, de hecho carcajeé como nunca.
Una, otra, y otra.
Cinco no fueron suficientes. Incluso cuando se le partió la nariz o la cara no fue suficiente para mí.
Lo agarré, enterrándole mis uñas en su cuello, para soltarlo encima de la cama. Las sabanas se enrojecieron con la sangre que caía de su cara.
—El látigo.
La criada que veía todo con el semblante aterrado, me dio el látigo que tenía en las manos.
Lo vi retorcerse sobre la cama.
Entonces soltó un grito desgarrador cuando el cuero chasqueó su cuerpo.
—P-Por favor, ¡d-d-detente!—gritó.
Un grito que me hizo enojar todavía más.
¿No era Mei quien te suplicaba parar?
Recordar de nuevo esa línea en la novela me hizo disfrutar plenamente y con una sonrisa plasmada en la cara, cada latigazo, cada grito desesperado, cada gota de sangre que salpicaba.
¡Esto es divertidísimo!
El viejo ya ni siquiera podía moverse, ¡pero seguía vivo!
Lo tumbé de la cama, haciendo que cayera de rollito y boca arriba.
Tiré el látigo lleno de sangre al suelo. La criada lo levantó al instante.
—Tío.
Vi como sus pupilas me miraron, con súplica, clamor, ruego.
Sonreí y me agaché.
—No creo que eso de ahí abajo te sirva más.
Agarré una de las horquillas que estaban esparcidas por todo el piso. La horquilla tenía un corte rectangular filoso.
Se la enseñé. Y él comenzó a agarrarme las manos, haciéndome bajar la horquilla, mientras movía la cabeza frenéticamente de un lado a otro.
—No me toques —dije con asco, haciéndolo quitarme las manos de encima—Syril, ¿puedes traerme un pañuelo? Que esté remojado con alcohol, por favor.
La criada se movió rápido en busca de lo que dije.
Mientras tanto, sonreí satisfactoriamente.
Solo podía escuchar balbuceos del viejo, no tenía dientes y toda la boca la tenía rota, así que ni siquiera podía hablar.
La criada regresó y me entregó en las manos un pañuelo maloliente a alcohol.
Envolví el paño en mi mano para poder agarrarle eso. Puse la horquilla al lado.
Él comenzó a moverse con desesperación.
—Si te mueves, te lo cortaré —advertí, haciéndolo quedarse quieto y respirando frenéticamente.
Solté una risita.
Que viejo tan estúpido.
No lo dudé y deslicé la horquilla.
Entonces la habitación se llenó de un grito desgarrador que no cesaba, al igual que mi risa.
Jaja, deben prohibirme usar horquillas a partir de ahora. Soy muy peligrosa cuando tengo una cerca.
No diré que disfrutaba hacerle daño,
Pero me fuera gustado haber leído algo como esto en la novela original.
Exprimí el paño lleno de alcohol de donde salía tanta sangre. Eso lo hizo sufrir más.
—Tío, creo ya no podrás violar niñas —solté risitas —Te has convertido en eunuco ahora.
Como pudo, movió las manos, dejándome un leve rasguño en la mejilla, mientras seguía gritando.
Sonreí, esa risa pasó a risitas, y luego se convirtieron en carcajadas.
Mis uñas se le enterraron en el cuello, haciéndome escuchar sus gritos ahogados.
Apreté su cuello todavía más, haciéndolo cambiar de color, forcejeó con mi mano.
Hasta que su cuerpo se coloró morado no lo solté. Desenterré las uñas, que me quedaron llenas de sangre.
Mientras el desgraciado trataba de recuperar el aliento, la puerta se abrió.
Tres hombres grotescos vistiendo túnicas pasaron; se me inclinaron.
—A este vejestorio —le señalé la escoria a los tres hombres —le gusta que los hombres lo estremezcan. Seguramente, entienden lo que digo, ¿verdad?
Los tres grandes hombres se postraron ante mí.
—Lo entendemos.
Se levantaron y se quitaron las túnicas que traían puestas, quedando sin ropa. Los tres se acercaron como depredadores a mi tío.
¿No te gusta abusar de mujeres jóvenes? Deberías saber lo que se siente ser abusado.
Escuché los gritos desesperados.
Entonces la puerta volvió a abrirse frenéticamente. Odette entró gritando y corriendo.
—¡No! ¡Mi hermano! ¡Sueltenlo! —corrió con desesperación a aquellos hombres.
Pero la jalé por los pelos, arrastrándola, antes de que llegara.
—Ven acá, maldita bruja.
No tenía intención de sacarla, quería dejarla ahí, para que escuchara los gritos desesperados de su asqueroso hermano.
—¡¿Qué diablos estás haciendo?! Esos hombres están abusando de mi hermano sexua-
La cara también se le volteó, y la mejilla se le enrojeció.
—¡¿Qué clase de madre deja que su hermano abuse de su propia hija?!—grité. Sentí mucha frustración por Mei.
Esa niña tonta siempre trató de ganarse tu cariño. Y, sin embargo, solo miraste, soltaste risas y te alejaste cuando ese desgraciado estaba abusando de ella.
—Odette —la llamé, aún jalando su cabello —creí haber escuchado que me servirías bien. Sin embargo, no has hecho una mierda hasta ahora, más que ser un pegoste —la miré —¿Debería también deshacerme de ti?
—N-N-No me mates, y-yo no volveré a-
—Dime, ¡¿Quién es tu maldita hija?! —solté toda mi furia —has logrado que incluso mi padre la adopte, ¡dime quién mierda es!
Odette rio.
—No te lo diré.
La tiré al suelo, haciendo que se quejara. La volví a levantar por la cabellera y, la empujé a los pies de aquellos hombres grotescos, quienes hacían gritar de dolor a su hermano.
—Háganle lo mismo a ella. Pagaré el doble.
Vi como Odette me miró asustada, antes de que un hombre se le viniera encima y comenzara a arrancarle la ropa.
—Al hombre, no me importa si lo matan o no del cansancio, o si se rompe por dentro—dije —Pero dejen a la mujer con vida.
Necesito hacerla hablar en algún momento.
Les eché una última mirada antes de salir de ahí con una sonrisa en los labios.
Debería ir a ver el estado de Runhui y tratar de persuadirlo.
Pero entonces, una sirvienta llegó a mí, respirando agitadamente.
—Princesa Gwshan, su padre ha muerto.
¡¿Qué?!