LA ABOGADA DEL CAPO ITALIANO

Emma salió de los juzgados con paso firme y una leve sonrisa de satisfacción en los labios. Acababa de ganar un caso de custodia, un caso que, aunque pequeño comparado con otros, le daba una sensación de poder y control que disfrutaba. Dos gemelas habían sido entregadas a su padre luego de que su madre, adicta a las fiestas, el alcohol y las drogas, perdiera el derecho de tenerlas a su lado. Un fallo justo, según el corazón de Emma le gritaba en su interior.

Antes de llegar a su auto, sintió que alguien la llamaba.

—Abogada, la llamo para agradecerle. Gracias por representarme y lograr que mis hijas vivan conmigo de nuevo—dijo el hombre con genuina gratitud en su voz.

Emma lo miró con frialdad. No era la primera vez que veía a un hombre prometer ser un buen padre, pero sabía que muchos fallaban en el camino y con el tiempo.

—No la embarre, señor Beltrán —respondió Emma con un tono tajante—.Todo el esfuerzo se puede perder. Con un solo error y la custodia se le puede ir de las manos.

El hombre asintió rápidamente, comprendiendo la advertencia de su abogada. Emma no dijo más camino hacia su coche. Se subió a su auto y encendió el motor con calma. Apenas había salido del estacionamiento cuando su teléfono sonó. Conectó sus audífonos y respondió con voz relajada.

—Hola, hermanita. ¿Qué tienes para contarme el día de hoy? —preguntó Emma con una sonrisa perversa.

—Acaban de informarme que Luigui fue detenido en Cancún —soltó Rebeca, sin filtro ni anestesia sino con su tono serio habitual.

Emma sonrió más. Había esperado este momento.

—Eso fue rápido, Rebeca. Algunas manos metidas tienen que estar en nuestro caso.

—La mamá de Alejandro Maxell lo demandó, según ella así no le da tiempo de escapar . Por eso todo fue más rápido —explicó su hermana.

Emma presionó los labios con diversión. Todo salía según su plan.

—¿Algo más tienes que decirme, hermanita?— preguntó Emma mirando al frente de la carretera.

—Los abogados de la empresa y el abogado personal de Alejandro Maxell ya están trabajando para sacarlo de la cárcel —informó Rebeca.

Emma chasqueó la lengua con impaciencia.

—Llama a Joseph de una vez . Dile que tiene que sacar del camino a todos los abogados que intenten defender a mi amado e interponerse en mi camino. Si hay que amenazarlos, se hace —ordenó con su mirada oscura clavada en la carretera.

—Pero, Emma… Luigui pasará unos días en la cárcel, y eso es lo que nadie quiere, la abuela Franchesca y el tío Cardona se pueden enojar—dijo Rebeca nerviosa con solo imaginar la ira de su abuela Franchesca.

—No le va a pasar nada, Rebeca. Ya pagué por su protección en la cárcel. Cálmate hermanita.

Emma tomó una curva con suavidad antes de hablar de nuevo.

—Mejor nos vemos en el centro comercial—dijo Emma mirando a lo lejos el centro comercial.

—¿Te vas de compras? —preguntó Rebeca con un poco de asombro, para ella Emma estaba más loca que una cabra , pensó negando con la cabeza. No podía creer lo tranquila que estaba su hermana en una situación así.

—Tengo que comprar los anillos para mi matrimonio con Luigui —soltó Emma con una carcajada, pero esta vez de felicidad.

—Eres un caso perdido —murmuró Rebeca con una sonrisa cómplice—. Espérame, ya voy saliendo para allá. Ah, otra cosa: el contador y la asistente estrella destruyeron todas las pruebas que los culpaban. Solo dejaron algunos papeles que hacen ver a Luigui como el culpable.

Emma soltó un suspiro satisfecho.

—Todo va de acuerdo a mi plan, y eso me hace muy feliz. Mueve ese trasero. Te doy dos minutos para llegar y me acompañes a comprar los anillos. Te espero en el estacionamiento del centro comercial.

Colgó la llamada y aparcó el auto en el estacionamiento del centro comercial. Bajó con calma, revisando su reflejo en la ventana del auto. Lucía perfecta. Su cabello bien peinado, su atuendo impecable y su actitud indomable.

Rebeca llegó en menos de tres minutos.

—Apenas pasaron dos minutos y medio —dijo con burla, cerrando la puerta de su auto—. ¿Tan importante es esta compra para que me apresures así?

—Más de lo que imaginas —respondió Emma con una sonrisa radiante—. Llena de victoria mejor vamos.

Ambas entraron en la joyería más exclusiva del centro comercial. Emma caminó con seguridad hasta el mostrador.

—Quiero ver anillos de boda. Algo elegante, que representa el poder y que sean exclusivos —pidió con su tono de autoridad natural.

El joyero les mostró varias opciones, pero Emma no tardó en encontrar lo que buscaba: dos anillos gruesos de oro blanco con detalles en relieve, sofisticados pero imponentes.

—Estos —decidió sin dudar.

—¿Desea alguna inscripción en ellos? —preguntó el joyero.

Emma sonrió con una satisfacción oscura.

—Sí. En el anillo de mi futuro esposo, quiero que graben "Emma es mía". Y en el mío, "Luigui, siempre mío".

Rebeca alzó una ceja.

—Tienes un concepto muy retorcido del amor, hermana.

—Tengo el concepto perfecto —corrigió Emma sin apartar la vista de los anillos—. Esto es solo un paso más para asegurar mi futuro.

La joyería prometió que los anillos estarían listos en una hora. Mientras tanto, Emma y Rebeca decidieron tomar un café en la terraza del centro comercial.

—¿De verdad crees que Luigui aceptará casarse contigo después de todo esto? —preguntó Rebeca con curiosidad.

Emma bebió un sorbo de su café antes de responder.

—No tendrá opción. Cuando salga de la cárcel ya seremos marido y mujer dónde nadie podrá separarnos, el pobre estará tan acorralado que lo único que le quedará será apoyarse en mí.

—Siempre planeando a largo plazo —comentó Rebeca con una mezcla de admiración y preocupación.

—Siempre obteniendo lo que quiero —corrigió Emma con una sonrisa.

Una hora después, los anillos estaban listos. Emma los tomó entre sus dedos, admirando la perfección de las inscripciones.

—Perfectos —susurró.

Rebeca suspiró.

—Espero que sepas lo que haces, Emma.

—Lo sé mejor que nadie —afirmó ella, guardando los anillos con una sonrisa triunfal.

Emma ya había asegurado la caída de Luigui. Ahora solo faltaba levantarlo de nuevo... pero a su manera...

Continuara...