CONSTANTINE

Los primos Dunne, llegaron al bar donde sabían que siempre se encontraba Blackball, quien era el informante.

Cada uno se sentó a cada lado del hombre afroamericano de contextura más bien, delgada.

- Cuanto tiempo sin saludar a nuestro viejo amigo. - el primero en hablar fue Luke, quien había puesto con pesadez su mano sobre el hombro de Blackball.

En ese vecindario todos conocían a los Dunne, también sabían que eran intocables. Algunas también fueron guiados y ayudados por Patricia, de cierta forma se sentían en deuda con ella, por lo tanto, se hacían los de la vista gorda, cada que los primos llegaban a investigar, para que cuando Zezé indagara si estaban averiguando por su paradero, nadie admitía haber oído o visto algo sobre los policías.

- ¿Has visto a este conejito? - esta vez pregunta Constantine - Es que queremos cazar y nos han dicho que a lo mejor sabes dónde podemos encontrar su madriguera.

- Ese conejo últimamente está habitando en la cada de Morgan, ya saben, ese maldito n3gro vende toda clase de porquerías y armas. - dice, luego de darle un sorbo a su cerveza.

- Buen chico, pronto recibirás tu super bono. - le dice Luke, en tanto que se pone de pie a la par que su primo.

El par de policías, llegan a la casa de Morgan, que más bien era una pocilga en ruinas, donde el olor a marihuana, drogas y orines, llegaban hasta afuera.

- Odio visitar este lugar. - se quejó con gesto de asco, Luke.

Constantine no respondió, sacó su arma, entrando a la casa, cuyas paredes eran un esqueleto ruinoso de madera y papel tapiz corroído, sucio al punto de verse marrón, color heces.

Los drogadictos están esparcidos por varios rincones del lugar. Algunos fumando de unas pipas improvisadas, otros usando inyecciones. Era un lugar decadente, que nos hace pensar si vale la pena, desperdiciar la vida de esa manera.

Tanto era el nivel de dopaje que tenían, que un misil podría ser lanzado allí y ni cuenta se darían que murieron.

Casi al final de la casona, en una habitación donde reposaban varios colchones sucios y rotos, un sofá tan arruinado como la casa, donde se encontraba Morgan, un afroamericano de algunos 50 años, flaco y con barba canosa, inyectaba heroína a una jovencita de algunos 20 años.

- Es un maldito. - murmuró Constantine, viendo esa escena tan deplorable.

Cuando Morgan quiso reaccionar, ya los dos primos le estaban apuntando con sus Ekol Firat Magnum 9 mm, en la cabeza. Sus hombres también sacaron sus armas, apuntando a los chicos.

- Dile a tus perros que guarden sus armas. - dijo Constantine con su rostro inexpresivo.

- Vamos a calmarnos todos, - les hizo un movimiento de cabeza a sus hombres, quienes bajaron las armas, empero, los Dunne no bajaron las suyas, sabían perfectamente que en ese mundo la ley no existe - ¿a qué debo el honor de tan prestigiosa visita? - pregunta con ironía, empujando a un lado a la jovencita a la que hasta hace un momento estaba drogando.

- Venimos a que nos digas amablemente, dónde podemos encontrar a uno de tus honorables clientes. - le dice en el mismo tono, Luke.

- Puede que sepa, pero saben que aquí todo tiene un precio. - dice el hombre con sus ojos saltones.

- Le dicen Bimbo. - expone Constantine.

- ¿Bimbo? - se hizo el que estaba tratando de recordar, luego los miró alternando su vista saltona de un rostro a otro - ¿Cuánto darán por esa información? - vuelve a preguntar.

- Te diré que no te daré. - le responde Constantine - No te daré un tiro en medio de esas dos bolas que tienes por ojos.

- Eres un policía, no ensuciarías tu hoja de vida con alguien como yo. - dice muy confiado.

- ¿Eso crees, maldita rata? Te mataré y nadie indagará sobre tu asesino. - le afirmó.

El hombre sabía que el griego no mentía, ellos eran pertenecientes a la extensa realeza de la Política de Miami, además de también pertenecer a una prestigiosa familia de Marines y militares.

- Sé que vive a dos casas de aquí, hace poco llegó a la ciudad, según me contó uno de mis hombres. - canta todo lo que sabe.

- ¿Ves? No era tan difícil, buen chico. - se burla el pelirrojo.

- Me llevaré a esta niña conmigo, te juro que si vuelvo a ver a otra niña aquí, serás alimento para cocodrilos. - espeta el griego.

Los dos primos salieron, junto a la chica, que a duras penas si podía mantenerse en pie.

- Debemos identificarla y dar con su familia, vamos a llevarla con Xena, para que le haga una desintoxicación. - dice Constantine.

Una vez llegaron a la clínica donde trabajaba la prima de Costas, procedieron a identificar a la chica. Resulta que sus padres la habían reportado como desaparecida hacía más de una semana, pues se empezó a juntar con un grupo de chicos que la habían abandonado en casa de Morgan, como prenda de garantía para saldar deudas de adicción. Por fortuna en el examen físico que le hicieron, no salió resultado alguno de haber sido ultrajada. Se presume que lo más seguro era que la enviarían a algún burdel para ser prostituida.

Ya con esa parte solucionada, los primos se fueron de ''cacería''. Le montaron guardia por tres días a su próxima presa, se dieron cuenta que jamás se reunía con los demás miembros de la pandilla, en ese lugar, más bien era un animal solitario.

Al tercer día, Luke se escabulló en la casa, esperó un par de horas, al revisar, se dio cuenta de que el hombre tenía todo un arsenal, también había una caja fuerte y dinero guardado bajo el colchón.

- Fiui... este maldito se parece a mi bisabuelo, guardando el dinero bajo el colchón. - expresó.

Constantine que se encontraba en el auto, rodó los ojos, al escuchar a su primo por medio de los auriculares.

- Alerta, el conejo está entrando a la madriguera. - le informa.

Baja del carro, comenzando a caminar con cautela, observa a todos lados, pero las calles por esa zona son poco transitadas. Luke adentro, se camufló en una zona oscura. El hombre entró silbando una melodía de algún éxito viejo, fue a la cocina, tomó una cerveza, luego volvió a la sala, sacó un cigarro de marihuana y lo encendió.

Un rato después, cuando Luke notó los ojos enrojecidos del hombre, entró a la sala y le asestó un golpe en la nuca.

Entre los dos, ataron al hombre y lo sacaron por detrás, donde ya los esperaba Edson en una furgoneta.

- Llévalo donde sabes. - le dijo Luke.

- Como ordenes, Princeso. - contesta burlón el trigueño.

Una vez la furgoneta se alejó, los dos primos volvieron su auto, para irse de nuevo a la Comandancia, cada uno volvió a su puesto, luego de dejar sus armas de uso personal y se montaron las de dotación.