Jazmín Gómez, una joven humilde y trabajadora, jamás imaginó que su vida cambiaría al convertirse en la secretaria de Esteban Rodríguez, un CEO poderoso, reservado y con un corazón más noble de lo que aparenta. En medio de intrigas laborales, prejuicios sociales y secretos del pasado, nace entre ellos un amor tan inesperado como profundo. En una Buenos Aires contemporánea, ambos descubrirán que las diferencias no separan cuando el amor es verdadero.
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CAPÍTULO 8
El miércoles amaneció con un viento fuerte que azotaba los ventanales del edificio de Rodríguez Corporación. Las nubes grises cubrían el cielo porteño como un presagio de todo lo que estaba por estallar. Jazmín entró a la oficina con la cabeza gacha, sintiendo las miradas clavadas en su espalda como agujas invisibles.
Sabía que el rumor ya estaba en circulación.
Sabía que el silencio de los pasillos no era casual.
Lo sentía en la forma en que María la observaba desde su escritorio, con esa sonrisita venenosa en la comisura de los labios. O en cómo algunos empleados de otros departamentos bajaban la voz apenas ella pasaba cerca. No necesitaba ver la publicación para entender que el escándalo ya estaba gestándose en la empresa.
La tormenta había empezado.
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Esteban la llamó a su despacho antes de las nueve.
—Cerrá la puerta, por favor —dijo él, apenas ella entró.
Jazmín obedeció. Estaba más pálido que de costumbre. Llevaba una carpeta en la mano y el celular en la otra.
—Tenemos un problema.
—¿Lo del rumor?
Asintió.
—No publicaron la foto, pero la descripción es lo suficientemente precisa como para que todos empiecen a conectar los puntos. Y según me informaron, María fue la primera en compartir el enlace por los grupos internos de WhatsApp.
Jazmín se hundió en el sillón frente a él.
—No puede ser… Yo... No quería que esto pasara. Esto va a arruinar todo...
—No, no va a arruinar nada —respondió Esteban con firmeza—. Pero necesito que confíes en mí. Ya inicié un protocolo interno para identificar a la fuente de la filtración. Y Franco consiguió bastante información sobre Martín. Este tipo no solo tiene antecedentes por estafa, sino también denuncias de otras mujeres por acoso y extorsión.
Los ojos de Jazmín se abrieron como platos.
—¿Por qué no está preso?
—Porque las denuncias nunca prosperaron. El tipo es escurridizo. Pero esta vez no lo será.
Esteban dejó el celular sobre el escritorio y se acercó a ella.
—Lo más importante ahora es protegerte. Quiero que trabajes desde casa unos días, mientras esto se enfría. Te voy a transferir tareas que podés hacer desde tu laptop y te garantizo que tu lugar acá está asegurado.
Jazmín negó con la cabeza, angustiada.
—No quiero esconderme. Eso sería como darles la razón. Como si tuviera que avergonzarme de algo... y no me avergüenzo de vos, Esteban. De nosotros.
Él la miró con una mezcla de orgullo y ternura.
—Lo sé. Pero quiero evitar que estés en medio de las habladurías. Te juro que es solo por unos días.
Jazmín asintió, aunque a regañadientes.
—¿Y si la foto aparece?
—Estoy preparado. Si es necesario, daremos un comunicado oficial. No tengo intención de negar lo que siento por vos.
Las palabras la golpearon con una calidez inesperada. Por un instante, la tormenta afuera dejó de importar.
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Antes de retirarse, Jazmín pasó por su escritorio a buscar su bolso y su computadora. María la esperaba parada junto a la máquina de café, como un buitre. Le bloqueó el paso con una sonrisa venenosa.
—¿Te tomás unos días, Jazmín? Qué casualidad justo ahora, ¿no?
—Es por recomendación médica. Estrés —respondió con frialdad.
—Claro... el estrés de ser el centro de atención. Debe ser agotador.
Jazmín se detuvo, ya harta.
—¿Sabés qué es agotador? Que en pleno 2025 sigan existiendo mujeres como vos, que en vez de apoyar a otras mujeres, las señalan. ¿Tan poca cosa sos que necesitás sentirte superior humillando a los demás?
María palideció. Nunca la había visto reaccionar así.
—Cuidá tus palabras —masculló.
—Cuidá vos las tuyas. Porque estoy harta. Y ya no me voy a callar más.
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En su casa, Jazmín pasó la tarde trabajando en silencio. Tenía miedo. Miedo de lo que podía venir, pero también una determinación feroz de no dejarse derrumbar.
A las seis de la tarde, recibió una llamada de Franco, el asesor de seguridad de Esteban.
—Hola, Jazmín. Tenemos novedades.
—¿Sobre Martín?
—Sí. Logramos rastrear la IP desde la que se subió el comentario del foro. Coincide con una conexión registrada a nombre de un amigo suyo, alguien con antecedentes por falsificación de identidad. Además, encontramos pruebas de que intentaron vender la imagen a un medio digital de chismes, pero fue rechazada por falta de contexto.
—¿Entonces no la publicaron?
—Todavía no. Pero tenemos motivos para creer que lo van a intentar de nuevo. Por eso Esteban está redactando un comunicado oficial. Y estamos evaluando presentar una denuncia penal.
Jazmín se quedó en silencio, procesando.
—¿Querés que testifique?
—Solo si estás lista. Nadie te va a obligar.
Ella pensó en todo lo que había vivido. En el miedo. En la vergüenza. En la dignidad que había estado a punto de perder. Y luego pensó en Esteban. En cómo la había defendido. En cómo la había mirado esa mañana.
—Estoy lista.
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Al día siguiente, el comunicado fue enviado a toda la empresa. Esteban lo firmó personalmente.
> “Ante los rumores que circulan sobre una posible relación sentimental entre la señorita Jazmín Gómez y yo, deseo aclarar que efectivamente mantenemos una relación basada en el respeto, la sinceridad y fuera de cualquier conflicto de intereses. No toleraremos acoso ni difusión de información privada con fines maliciosos. Rodríguez Corporación se compromete con el respeto, la igualdad y el bienestar de todos sus empleados. Cualquier conducta contraria a estos valores será sancionada.
—Esteban Rodríguez, CEO.”
La reacción fue instantánea.
Algunos empleados se sorprendieron. Otros aplaudieron el gesto. Algunos murmuraban, sí, pero ya no había dudas ni espacio para especulaciones. La verdad estaba dicha. Y por primera vez en mucho tiempo, Jazmín se sintió libre.
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Esa noche, Esteban pasó a buscarla por su casa. La invitó a cenar a un restaurante pequeño y discreto en Palermo.
—¿Cómo estás? —le preguntó mientras le tomaba la mano.
—Más liviana. Aunque todavía tengo miedo de que esto nos pase factura.
—La única factura que voy a pagar es la de esta cena. Después de eso, no pienso renunciar a nada que tenga que ver con vos.
Ella sonrió, aunque en sus ojos seguía brillando la preocupación.
—No quiero ser un problema para vos.
—Sos lo mejor que me pasó en años. No me importa el resto.
Y en ese instante, Jazmín entendió que ya no estaba sola. Que su historia con Esteban no era solo un romance improbable, sino una alianza verdadera. Que no importaba cuántas tormentas vinieran: mientras se tuvieran el uno al otro, siempre encontrarían refugio.
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Esa misma noche, María recibió una citación del departamento de recursos humanos. Las pruebas de que había contribuido a difundir el rumor eran concluyentes. El despido llegó rápido.
Y Martín, por su parte, fue denunciado penalmente por intento de extorsión y amenazas. La policía comenzó la búsqueda. Ya no había escapatoria.
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Y así, mientras el mundo corporativo se sacudía y las máscaras caían una a una, Jazmín y Esteban, por primera vez, comenzaron a construir algo desde la verdad, el respeto... y el amor.
Pero lo más difícil aún estaba por llegar.
Martin llegó tu hora de pagar por extorsión a más de una mujer eres un vividor y estafador.
gracias por compartir