Después De Rashel.

El martes por la mañana comenzó con la aparición de Doña Gloria, quien llegó a la casa sin avisar, como solía hacerlo. Con su habitual porte autoritario y vestido impecable, Doña Gloria atravesó la puerta como si fuera dueña del lugar.

—¡Lara! exclamó mientras dejaba su bolso sobre la mesa del comedor. Esta casa necesita más atención. Mira el polvo en los estantes. ¿Es que no tienes tiempo para hacer las cosas bien?

Lara, que estaba terminando de preparar el desayuno para Rashel, apretó los labios para contenerse. Había aprendido a mantenerse en silencio para evitar conflictos, pero esa mañana sentía que la paciencia le faltaba.

—Buenos días, Doña Gloria respondió con un tono frío, girándose para mirarla.

La mujer la ignoró por completo y comenzó a inspeccionar la casa, levantando adornos, tocando las superficies y frunciendo el ceño con cada pequeño detalle que encontraba fuera de lugar.

—No entiendo cómo Orlando puede vivir en estas condiciones dijo mientras sacudía una cortina. Si mi hijo trabaja tan duro, lo mínimo que deberías hacer es asegurarte de que tenga un hogar digno al que regresar.

Rashel, que estaba sentada a la mesa comiendo cereal, miró a su abuela con ojos grandes, sin comprender del todo la dureza de sus palabras, pero sintiendo la tensión en el ambiente.

—La casa está limpia, Doña Gloria. No sé qué más quiere que haga respondió Lara, tratando de sonar tranquila, aunque su tono llevaba un matiz de cansancio.

Doña Gloria soltó una risa sarcástica.

—Claro, así es como hablas cuando te crees víctima. Pero si las cosas no están bien en este hogar, es porque tú no sabes cómo cuidar a un hombre como mi hijo. Orlando merece una esposa que esté a su altura, y tú… bueno, siempre has sido bastante mediocre.

Lara sintió que la sangre le hervía. Durante años había soportado los comentarios hirientes de su suegra, pero esa palabra, “mediocre”, fue la gota que colmó el vaso.

—¿Mediocre? preguntó, girándose con fuerza para enfrentarse a la mujer. He hecho todo lo que puedo para mantener esta casa, cuidar a mi hija y aguantar a un hombre que cada día me demuestra menos amor y respeto. ¿Y aún tiene el descaro de venir aquí a criticarme?

Doña Gloria arqueó las cejas, sorprendida por la reacción de Lara. No estaba acostumbrada a que le respondieran.

—¡Mira cómo me hablas! replicó la mujer, poniendo las manos en la cintura. No me sorprende que Orlando esté tan frustrado contigo. No sabes cómo comportarte como una esposa. Por eso nunca has sido suficiente para él.

Lara sintió que las lágrimas comenzaban a arder en sus ojos, pero se negó a dejarlas salir. No quería darle esa satisfacción a Doña Gloria.

—Quizás el problema no soy yo dijo con voz firme. Quizás el problema es que usted nunca dejó que Orlando tuviera su propia vida, su propia familia. Está tan acostumbrada a controlarlo que no puede soportar que alguien más ocupe un lugar en su corazón.

El rostro de Doña Gloria se endureció, y su voz adquirió un tono gélido.

—Ten cuidado con lo que dices, Lara. Recuerda que Orlando siempre escucha a su madre, y no querrás que las cosas se compliquen más para ti otra vez como paso el sábado cierto Lara.

En ese momento, Rashel dejó caer su cuchara, y el sonido metálico resonó en el silencio tenso. Ambas mujeres giraron la cabeza hacia la niña, quien miraba a su madre con lágrimas en los ojos.

—Mami… no pelees con la abuela dijo Rashel con un hilo de voz.

Lara se acercó rápidamente y abrazó a su hija, besándola en la frente para calmarla.

—Todo está bien, mi amor susurró, aunque su corazón se sentía como si estuviera hecho pedazos.

Cuando Orlando llegó a casa en la noche, Doña Gloria no tardó en ponerlo de su lado. Con lágrimas falsas y palabras cuidadosamente elegidas, le contó una versión distorsionada de lo ocurrido.

—Esa mujer me faltó el respeto, Orlando. Me gritó y me acusó de meterme en sus asuntos. ¿Es así como me paga después de todo lo que he hecho por ustedes?

Orlando frunció el ceño mientras escuchaba a su madre. No necesitaba escuchar la versión de Lara; ya había tomado partido.

—No te preocupes, mamá. Hablaré con ella. Esto no volverá a pasar.

Esa noche, mientras Lara estaba en la cocina lavando los platos, Orlando entró y cerró la puerta con fuerza.

—¿Qué demonios te pasa? preguntó con furia en su voz. ¿Cómo te atreves a hablarle así a mi madre?

Lara dejó el plato que sostenía en el fregadero y lo miró. Su corazón latía con fuerza, pero no podía evitarlo.

—¿Y qué hay de cómo me trata ella? respondió con calma, aunque su voz temblaba. Siempre viene aquí a criticarme, a hacerme sentir como si no valiera nada.

Orlando se acercó, alzando la voz.

—¡Es mi madre, Lara! Ella solo quiere lo mejor para mí, para esta familia. Si ella dice algo, es porque tiene razón. Y tú deberías aprender a respetarla.

Lara sintió cómo su cuerpo se tensaba, pero se obligó a mantenerse firme.

—¿Y qué hay de mí, Orlando? ¿Acaso alguna vez te has preguntado cómo me siento?

Orlando no respondió. En cambio, salió de la cocina, dejándola sola con sus pensamientos.

Esa noche, mientras Lara se acurrucaba junto a Rashel en la cama de la niña, tomó una decisión: no permitiría que Doña Gloria siguiera interfiriendo en su vida. Pero sabía que enfrentarse a ella y a Orlando tendría consecuencias, y no estaba segura de estar lista para lo que vendría.