Cuando Elliot, un estudiante universitario, empieza a experimentar extraños sucesos en su hogar, nunca imagina que está a punto de adentrarse en un misterio que trasciende la vida y la muerte. La aparición inesperada de Blake, un fantasma atrapado entre dos mundos, desencadena una serie de eventos que revelan secretos ocultos y verdades perturbadoras.
Mientras Elliot intenta ayudar a Blake a encontrar su camino al más allá, ambos descubren que la conexión entre ellos es más profunda de lo que imaginaban. En su búsqueda, se enfrentan a enigmas sin resolver, fuerzas oscuras y un pasado que no está dispuesto a permanecer en silencio.
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Entre la luz y las sombras
Los días transcurrían con una calma engañosa. Elliot trataba de retomar su rutina, como si no estuviera involucrado en algo más allá de la comprensión de la mayoría. Sabía que Lilith, William y Dylan se daban cuenta de su distancia, pero él hacía lo mejor que podía por mantener las apariencias. Solo Damián y Blake sabían la verdad, y por ahora, eso debía ser suficiente.
Una tarde nublada, Elliot y Damián caminaban por los terrenos de la universidad. Los estudiantes se movían con prisa de un edificio a otro, sin notar el peso invisible que parecía estar sobre los hombros de Elliot. Damián, como siempre, caminaba a su lado, manteniéndose cerca, como una sombra constante. Aunque su amigo no lo decía, Elliot podía sentir la preocupación en sus gestos.
—¿Sigues pensando en Adrián? —preguntó Damián en un tono bajo, casi en un susurro.
Elliot asintió. No podía evitarlo. Aunque no lo conocía, el nombre de Adrián flotaba en su mente como una tormenta en el horizonte, un peligro inminente que no podía ignorar.
—Blake aún no me ha dicho mucho sobre él —admitió Elliot—. Solo que es peligroso. Y que lleva vivo más de dos siglos… No entiendo qué tiene que ver conmigo.
Damián se detuvo y miró a su amigo, su expresión tan seria como siempre. Elliot podía ver el conflicto en sus ojos. Había algo que Damián no le estaba diciendo.
—¿Qué pasa? —preguntó Elliot, sabiendo que algo importante estaba por salir a la luz.
—Solo quiero que estés preparado —dijo Damián después de una larga pausa—. No sabes lo que Adrián es capaz de hacer. Si ha sobrevivido tanto tiempo, es porque sabe cómo jugar con las mentes de las personas. No puedes confiar en él, bajo ninguna circunstancia.
—¿Tú lo conoces? —Elliot levantó una ceja, sorprendido por la seguridad en las palabras de Damián.
—No, pero he oído historias… historias antiguas que mi madre me contaba antes de que muriera. Seres como él no son fáciles de tratar. Y lo último que quiero es verte atrapado en algo que no puedas controlar.
Elliot sintió una punzada en el corazón al escuchar la mención de la madre de Damián. Sabía lo mucho que significaba para él, y lo profundo que su ausencia lo había marcado. Quizás por eso Damián era tan protector, tan reacio a dejarlo enfrentar cualquier cosa solo.
—No te preocupes, no voy a ser imprudente —respondió Elliot, colocando una mano en el hombro de Damián—. Si Adrián aparece, sabré qué hacer.
Damián asintió, aunque su expresión seguía siendo de preocupación. Ambos siguieron caminando en silencio, dejando que la brisa fría les despejara la mente.
De vuelta en casa, Elliot encontró a Blake en el rincón más oscuro de la sala. Su presencia era casi invisible, pero había algo tangible en el aire cuando estaba cerca, como una energía que llenaba el espacio.
—Has estado callado últimamente —comentó Elliot, sentándose en el sofá y mirando hacia donde sentía la presencia de Blake—. ¿Hay algo que no me has contado?
Blake se materializó lentamente, su apariencia aún más sólida que antes. Parecía cada vez menos etéreo, más real, como si cada día que pasaba en el mundo de los vivos lo anclara un poco más.
—He estado pensando —dijo Blake, con una expresión de melancolía en su rostro—. Sobre mi muerte, sobre lo que me pasó. No tengo todas las respuestas, pero cada día siento que estoy más cerca.
Elliot frunció el ceño. Sabía que la muerte de Blake estaba relacionada con algo oscuro, algo que tal vez Adrián conocía. Pero el hecho de que Blake no pudiera recordar lo hacía todo más complicado.
—¿Crees que Adrián tuvo algo que ver con lo que te pasó? —preguntó Elliot directamente.
Blake lo miró con una tristeza que traspasaba su figura fantasmal.
—No lo sé. Pero si Adrián lleva tanto tiempo vivo, es probable que sepa más de lo que deja ver.
Elliot asintió, sintiendo que las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar lentamente. Adrián, Blake, la muerte, y ese sentimiento de que algo grande estaba a punto de estallar.
—Lo encontraremos —prometió Elliot—. Resolveremos este misterio, Blake. Y cuando lo hagamos, podrás descansar.
Blake sonrió débilmente, pero no dijo nada. La promesa de paz era tentadora, pero había algo en sus ojos que sugería que aún no estaba listo para partir, incluso si encontraban todas las respuestas.
Esa noche, mientras Elliot se acostaba, no podía dejar de pensar en las palabras de Blake y Damián. Estaba atrapado entre dos mundos, el de los vivos y el de los muertos, y cada día parecía alejarse más de la normalidad que una vez conoció.
Justo antes de que el sueño lo envolviera, escuchó un susurro. No era Blake, ni Damián. Era algo más, algo que venía de lo profundo de la oscuridad.
—Elliot...
Se levantó de golpe, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que no estaba solo en esa habitación, y aunque no veía a nadie, podía sentir la presencia de alguien… o algo.
El nombre que había estado resonando en su mente durante días se materializó en sus labios.
—Adrián.
Elliot se quedó quieto, con la respiración contenida, esperando que algo más sucediera. La habitación estaba sumida en la penumbra, apenas iluminada por el resplandor lejano de las luces de la calle. Sus sentidos estaban alerta, pero lo único que percibía era un silencio inquietante. Sin embargo, sabía que algo o alguien estaba allí, aunque no podía verlo.
—¿Adrián? —repitió su nombre, esperando una respuesta.
Nada. El aire seguía frío y pesado, como si el tiempo mismo se hubiera detenido.
Finalmente, Elliot sacudió la cabeza, tratando de convencerse de que solo había sido su imaginación jugando una mala pasada. Sin embargo, esa sensación de ser observado no desaparecía. Se levantó de la cama y caminó hasta la ventana, apartando las cortinas para mirar hacia afuera.
La noche estaba tranquila, pero había algo extraño en la oscuridad. Algo que se escondía más allá de la vista. El campus estaba vacío, pero Elliot no podía sacudirse la sensación de que alguien estaba observando desde las sombras.
—Estás nervioso. —La voz de Blake resonó a su espalda, suave pero llena de una calma inquietante.
Elliot se giró rápidamente, encontrando a Blake de pie junto a la puerta. Su rostro parecía más serio que de costumbre, con una expresión de preocupación que Elliot no había visto antes.
—¿Tú lo sentiste? —preguntó Elliot.
Blake asintió lentamente, caminando hacia la ventana y mirando hacia el mismo punto oscuro en el horizonte.
—Él está cerca —murmuró Blake—. Puedo sentirlo. Su energía es fuerte... como una sombra que no se desvanece.
Elliot sintió un escalofrío recorrer su espalda. Si Blake estaba tan inquieto, eso solo significaba una cosa: Adrián estaba más cerca de lo que pensaban.
—¿Qué quiere de mí? —preguntó Elliot en voz baja, aunque ya sabía que ni siquiera Blake tenía la respuesta.
Blake cerró los ojos por un momento, como si estuviera tratando de concentrarse, de buscar algo más en el aire a su alrededor.
—No lo sé... —susurró—. Pero no es solo a ti. Hay algo más en juego, algo antiguo.
Elliot frunció el ceño, sin entender del todo las palabras de Blake. Sabía que Adrián llevaba siglos vivo, pero no había logrado descubrir qué lo conectaba con él o con la muerte de Blake.
Antes de que pudiera decir algo más, un golpe seco resonó desde la puerta principal. Ambos se miraron de inmediato, la tensión palpable.
—¿Quién podría ser a esta hora? —preguntó Elliot, sin esperar una respuesta.
Blake desapareció en un instante, como solía hacerlo cuando alguien desconocido se acercaba. Elliot se armó de valor y fue hacia la puerta, con el corazón latiendo rápido. Al abrir, se encontró cara a cara con Lilith.
—¡Por fin! —exclamó ella, empujando la puerta para entrar antes de que Elliot pudiera reaccionar—. He estado llamándote y no contestabas. Me preocupaste.
Elliot suspiró, cerrando la puerta tras ella. Lilith era su mejor amiga desde hacía años, y aunque la amaba, su capacidad para entrometerse en su vida en los momentos más inoportunos a veces lo agotaba.
—Lo siento, estaba distraído —murmuró, tratando de mantener la calma.
—¡Distracción no es excusa! —dijo Lilith, mientras se dejaba caer en el sofá con una sonrisa burlona—. Dylan estaba diciendo que últimamente te ves raro. Como si estuvieras… no sé, más ausente que de costumbre. Y yo le dije que tal vez tenías un nuevo interés amoroso. ¿Es eso? ¿Tienes a alguien en tu vida y no me has contado?
Elliot se congeló por un segundo. Si tan solo Lilith supiera la verdad.
—No es nada de eso, Lilith. Solo he estado un poco estresado con las clases y... otras cosas —respondió, intentando sonar casual.
Lilith entrecerró los ojos, notando el tono evasivo en la voz de Elliot.
—¿Otras cosas? —repitió ella—. Sabes que no puedes ocultarme nada, Elliot. No a mí.
Elliot suspiró, sabiendo que tenía que cambiar de tema antes de que Lilith comenzara a hacer preguntas que no estaba preparado para responder.
—Hablando de eso, ¿cómo te va con Dylan? —preguntó, con una sonrisa traviesa.
Lilith inmediatamente cambió su expresión, dejando salir una risita nerviosa.
—Es complicado, como siempre. No sé por qué me meto en estas cosas con él. Un día parece que me odia, al siguiente me sonríe como si quisiera llevarme a la luna... pero luego desaparece de nuevo. ¡Es frustrante!
Elliot rió suavemente, agradecido por la distracción. Sabía que no podía seguir evitando el tema de Adrián por mucho tiempo, pero por ahora, era mejor mantener a Lilith y los demás alejados de esa parte de su vida. Blake y Damián eran los únicos que sabían la verdad, y debía mantenerlo así.
Pero en lo profundo de su mente, las palabras de Blake seguían resonando. Adrián estaba cerca, y con su llegada, las respuestas que tanto había buscado podrían estar más cerca de lo que pensaba. Sin embargo, Elliot también sabía que las respuestas tendrían un costo. Y ese costo podría ser más alto de lo que estaba dispuesto a pagar.
—Me quedaré aquí esta noche, por cierto —anunció Lilith, rompiendo sus pensamientos—. No me apetece volver al campus con este clima espantoso.
Elliot asintió, forzando una sonrisa. Mientras Lilith hablaba de trivialidades, su mente seguía vagando hacia la figura oscura que sentía acechándolo. Sabía que no estaba a salvo. Sabía que Adrián vendría, y que cuando lo hiciera, todo cambiaría.
Pero, por ahora, tenía que mantener las apariencias, por muy difícil que eso se estuviera volviendo.
La noche transcurrió en una calma engañosa. Lilith se había quedado dormida en el sofá, ajena al torbellino de pensamientos que asolaban la mente de Elliot. Mientras él se recostaba en su cama, la tenue luz de la luna se colaba a través de las cortinas, creando sombras inquietantes en las paredes de la habitación.
No podía dormir. El peso de lo que Blake le había dicho lo mantenía alerta. "Él está cerca". Las palabras resonaban una y otra vez en su cabeza. Adrián. El nombre que había empezado a asociar con peligro y misterio, con un pasado del que no tenía suficiente información, pero que sentía que lo atrapaba, como un lazo invisible que lo jalaba hacia lo desconocido.
Elliot se giró en la cama, mirando la figura borrosa de Blake que flotaba cerca de la ventana, casi imperceptible en la oscuridad. A pesar de la relación cercana que había desarrollado con Blake, no podía evitar sentirse abrumado por la incertidumbre que giraba en torno a su existencia.
—¿Crees que Adrián me hará daño? —preguntó en voz baja, más para romper el silencio que porque esperara una respuesta clara.
Blake, sin apartar la vista del horizonte, respondió con un tono solemne.
—No lo sé. Pero su naturaleza no es de las que pueden confiarse fácilmente. Llevar tanto tiempo entre los vivos cambia a las personas... las endurece, las distorsiona. —Blake lo miró entonces, y sus ojos parecían brillar con una luz tenue y triste—. Pero creo que tú significas más para él de lo que te imaginas.
Elliot sintió un nudo en el estómago. Era extraño escuchar eso, sobre todo porque no podía imaginar cómo un ser que había vivido durante más de dos siglos podría sentirse atraído por él, alguien que apenas había comenzado a descubrir el mundo.
—Apenas lo conozco —susurró Elliot, aunque en su interior sabía que el misterio en torno a Adrián lo intrigaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.
—Eso es lo que lo hace más peligroso. —La voz de Blake era ahora un susurro suave, casi un eco.
Elliot se mordió el labio, pensando en todo lo que había pasado desde que Blake apareció en su vida. El fantasma que, en un principio, había sido un enigma más que resolver, se había convertido en una parte fundamental de su día a día. Había comenzado a importarle, quizás más de lo que estaba dispuesto a reconocer.
—¿Y tú? —preguntó de repente, sorprendiendo a Blake—. ¿Qué sientes sobre todo esto?
Blake lo miró, confundido por la pregunta.
—¿A qué te refieres?
—Sobre Adrián... sobre nosotros. —Elliot tragó saliva, sintiendo que estaba tocando una cuerda sensible—. ¿Te importa lo que pase entre él y yo?
Hubo un silencio prolongado. Blake, por primera vez, pareció incómodo, como si no supiera exactamente qué decir. Sus ojos parpadearon, y su figura pareció perder consistencia por un momento, como si sus pensamientos estuvieran dispersos en otro lugar.
—No es mi lugar decidir lo que haces o con quién te relacionas, Elliot —respondió finalmente, su voz baja y distante—. Pero... me preocupa que Adrián te lastime. Y no solo físicamente.
Elliot asintió, entendiendo lo que Blake intentaba decir. La idea de que alguien como Adrián pudiera manipularlo o jugar con sus emociones lo inquietaba, pero también lo intrigaba.
Antes de que pudiera decir algo más, un ruido sordo llegó desde el pasillo, haciéndolo saltar. Se levantó de inmediato, su corazón acelerado. Blake desapareció, como siempre hacía cuando algo extraño ocurría. Lilith seguía dormida, sin percatarse de nada.
Elliot salió al pasillo, con cautela, y vio una sombra moverse rápidamente. Su primer instinto fue que podía ser Damián, pero algo en la forma en que la figura se desplazaba lo hizo dudar. No parecía humano.
—¿Blake? —susurró, pero no hubo respuesta.
El pasillo estaba envuelto en penumbra, solo iluminado por el débil resplandor de una lámpara lejana. Respiró hondo, intentando calmarse, y avanzó un par de pasos más, siguiendo la sombra. Su corazón latía tan fuerte que temía que la figura pudiera oírlo.
Cuando llegó a la esquina del pasillo, la sombra desapareció de golpe. Elliot se quedó paralizado. Sabía que algo o alguien lo estaba observando desde la oscuridad. Sentía el frío característico de la presencia de Blake, pero este frío era diferente... más denso, más amenazante.
—Elliot...
El susurro era apenas perceptible, pero suficiente para que su piel se erizara. No era Blake. Giró bruscamente, buscando el origen de la voz, pero no vio a nadie. El pasillo estaba vacío.
Una sensación de pánico comenzó a crecer dentro de él. Sabía que algo estaba mal, pero no entendía exactamente qué. Se dio la vuelta rápidamente, decidido a volver a su habitación y despertar a Lilith para no estar solo en ese momento.
Pero cuando dio el primer paso, un frío helado lo envolvió. La habitación se oscureció aún más, y entonces, justo frente a él, una figura emergió de las sombras. Era Adrián, su presencia imponente, con esos ojos penetrantes que parecían verlo todo. Adrián lo miraba fijamente, con una mezcla de anhelo y distancia en su rostro, como si estuviera debatiendo internamente lo que debía hacer a continuación.
Elliot retrocedió instintivamente, el pánico aumentando.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con un hilo de voz, tratando de mantener la compostura.
Adrián no respondió de inmediato. Su mirada estaba fija en Elliot, como si quisiera decir algo, pero no pudiera encontrar las palabras.
Finalmente, Adrián habló, con una voz suave y cargada de una tristeza que Elliot no esperaba.
—No quería que me vieras así —murmuró Adrián—. No quería que supieras lo que realmente soy.
El corazón de Elliot latía con fuerza, y en ese momento supo que estaba en el umbral de una verdad que cambiaría todo lo que conocía hasta ahora.