Los Hoffmann son una familia muy temida en todo California, están llenos de oscuros secretos. Por mala suerte, Helen una muchacha de 19 años que salió del orfanato al cumplir la mayoría de edad, cae en las garras de dicha familia, obligándola a casarse con el menor de los Hoffmann, quien la desprecia por parecerse a su prometida.
- ¿Por qué no entras? – escuchó la voz de Leonardo de tras de ella.
Levemente se dio la vuelta y lo vio, su rostro no le decía nada, era un cuerpo sin alma.
- Quiero observar la lluvia. – respondió ella abrazándose así misma.
- ¿Sabes cuánto tiempo y dinero hemos invertido en ti para que te vengas a enfermar? – preguntó él con el semblante duro, hundiendo sus ojos en los de ella.
- No. – Helen dejó de verlo y prefirió observar el jardín inundado por la tormenta que cada vez se hacia mas fuerte. – Ni quiero saberlo.
Leonardo llevó la mano a su frente. Qué carajos había pasado por la cabeza de su madre, pensó. Caminó hacia donde ella y tomándola del brazo para que lo vea le dijo.
- Quiero que subas a tu habitación y te quedes ahí. No pienso perder más dinero en una persona tan deplorable como lo eres tú. – esas palabras salieron de sus labios como si escupiera lava. Mirándola fijamente a los ojos decidió llamar a Claudia, a la vez que un gran relámpago se escuchaba en todo el lugar. - ¡Claudia! – gritó con fuerza y el sonido del relámpago volvió a escucharse.
Para Helen esa escena fue terrorífica, escucharlo gritar al mismo tiempo que el estruendo, se asemejó mucho al llamado del demonio. Contuvo su miedo, mirándolo fijamente a los ojos y sin parpadear se mantuvo seria ante él.
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¡Basta hermana!
¿Quién es la señora Margaret Wertheimer? – preguntó una de las trillizas caminando alrededor de Helen con la regla de madera entre sus manos.
- Mi abuela, una mujer con clase y de personalidad dulce. Tiene 65 años, su esposo, mi abuelo el señor Arturo Wertheimer, murió cuando tenía 40 años. Tuvieron una hija, mi madre, Clarisa Wertheimer, quien me tuvo a los 17 años. Ella murió el año pasado. – respondió Helen como si fuera el examen de su vida.
- Muy bien, hemos progresado – felicitó una de las trillizas y aplaudió con ligereza para Helen.
Tenían tres semanas preparándola, entre castigos y las clases, Helen poco a poco fue aprendiendo la historia de los Wertheimer.
- ¿Quién eres? – dijo la otra, recostando se cuerpo en el escritorio.
- Valeria Wertheimer, prometida de Leonardo Hoffmann desde hace 13 años por un contrato de fusión de apellidos donde ambas partes se benefician. Heredera de los Wertheimer y única nieta de la señora Margaret Wertheimer.
- Excelente. – sonrió la trilliza por su perfecta respuesta y también le dio pequeños aplausos por su certera respuesta.
- ¿Dónde estabas durante el año que estuviste ausente? – preguntó la última de las hermanas quien estaba detrás de Helen.
- Cuando mi madre murió, Clarisa Wertheimer, me vi invadida por el dolor y quería respetar su luto. Tome la decisión de viajar sola sin decírselo a nadie, quería un tiempo a solas, hasta que Leonardo Hoffmann, mi prometido dio conmigo y me trajo de vuelta con mi familia.
- Pon las manos en frente – dijo fríamente Mariana Jackson, mientras movía la gruesa regla en sus manos. Helen no sabía en que falló, la respuesta era correcta ¿Qué había faltado? se preguntó. El silbido de la regla chocando con el viento mientras era aterrizada en sus manos, fue lo único que se escuchó en todo el cuarto. – Olvidaste algo importante, aquí no hay errores. – volvió a decir – Tienes que decir que el señor Hoffmann te hizo entrar en razón y volviste al país decidida a casarte con él.
Helen se sentía impotente, sus manos estaban lastimadas y adoloridas. En ese momento se dio cuenta que ella había terminado siendo una esclava más. Quería llorar y salir de ahí lo antes posible, pero se contuvo frente a ellas.
- ¡Basta hermana! – la detuvo una de las trillizas, Maryory. – la muchacha hace todo lo posible por aprender todo esto. Es una gran carga y la entiendo, aprenderse toda una historia de una semana para otra es difícil. Tenemos que tener paciencia, estoy segura que ella podrá con todo esto.
Mariana llevó sus manos a la cara, tal vez si fue algo dura, pero en sus clases no había errores.
- La clase ha terminado, puedes retirarte – dijo ella caminando donde sus hermanas, tenían que evaluarla.
Helen sentía mucha rabia, se puso de pie y empezó a salir casi corriendo. Al dar unos pasos fuera de la puerta, tropezó con Leonardo impactándose en su pecho.
- Lo siento. – dijo ella conteniendo su llanto y escondiendo sus adoloridas manos tras la espalda.
Leonardo la vio fijamente a los ojos, se separó de ella y entró al cuarto donde estaban las trillizas, después cerró la puerta frente a Helen demostrando que no le importaba en lo absoluto.
Al llegar a su cuarto, rompió en llanto, ya no soportaba nada de eso. La indiferencia de quien era su prometido, los castigos de las trillizas y la poca libertad que tenía, la estaban consumiendo.
Como todas las noches su comida ya estaba en la habitación, se acercó a comer algo, no podía castigar a su cuerpo de esa forma y lo obligaba a comer, ya que desde hace días había perdido el apetito. Lo único que le alegraba que fuera de noche, era que podía salir sin que nadie la viera. Paseaba dos horas en el jardín y después regresaba como si nada hubiera pasado, total, su presencia nunca ha sido notada a menos que cometa errores.
….
- Quiero avances. – dijo leonardo frente las trillizas, ellas estaban en una fila como si se tratase de un comandante quien les daba órdenes.
- Está mejorando, señor Hoffmann. – dijo Marlene. – Sus errores se reducen a un 5 %.
- Todavía sigue siendo mucho. – Leonardo se encogió de hombros, ya habían pasado tres semanas y Helen tenía que estar lista para la semana siguiente.
- Hacemos cuanto podemos, hay que tener presente que la señorita Helen tiene que guardar mucha información en poco tiempo y… - Leonardo levantó su mano interrumpiendo a Maryory.
- Yo no les pago para que midan tiempos, yo les pago para que le enseñen.
- Señor Hoffmann, le aseguro que en esta semana la señorita Helen estará lista, le doy mi palabra. – habló Mariana.
- Eso espero. – fue lo último que dijo y salió del cuarto.
Las trillizas esperaron a que se fuera y empezaron a discutir entre ellas.
- Tenemos que acelerar los procesos, Helen tiene que estar lista cuanto antes. – dijo Mariana.
- Los fallos de Helen se reducen en un porcentaje bajo. – dijo Maryory. – aprobó modales y clases a igual que el baile, pero siempre falla en la historia de los Wertheimer. Ese es el punto en que tenemos que concentrarnos.
- Dedicarle más tiempo a la historia de los Wertheimer, es una excelente idea. - dijo Marlene. – moveremos sus horarios y algo de fotografías ayudaran.
- Excelente, ya tenemos un plan. – habló Mariana orgullosas de sus hermanas, hacían un gran equipo y aceptaban que Helen había sido su alumna más complicada durante todo el tiempo que llevan enseñando. – para que nada salga mal, el día en que Helen sea presentada como nieta de la señora Margaret Wertheimer, nosotras estaremos presentes, iremos como sus asistentes, si se equivoca, estaremos ahí para corregirla de una forma sutil.
- ¿Crees que le señor Hoffmann permita que vayamos? – preguntó curiosa Marlene.
- Lo hará, él es el más interesado de que todo salga bien ese día – dijo Mariana, tomó sus cosas y empezó a caminar para la salida, sus hermanas fueron con ella.
Las perfectas trillizas caminaban al mismo paso, al igual que el movimiento de sus manos. Era como si estuvieran vinculadas de alguna manera.
