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EL PRECIO DE MI MANO

EL PRECIO DE MI MANO

Status: En proceso
Genre:Diferencia de edad
Popularitas:6.4k
Nilai: 5
nombre de autor: N. Garzón

Abril es obligada a casarse con León Andrade, el hombre al que su difunto padre le debía una suma imposible. Lo que ella no sabe es que su matrimonio es la llave de un fideicomiso millonario… y también de un secreto que León ha protegido durante años.
Entre choques, sarcasmos y una química peligrosa, lo que empezó como una obligación se convierte en algo que ninguno puede controlar.

NovelToon tiene autorización de N. Garzón para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 13

Abril

Las dos semanas pasaron como un suspiro perfumado a incienso, curry y bloqueador solar. Me enamoré del Sudeste Asiático: los mercados flotantes, los templos, las playas turquesas, las clases de cocina y las scooters que casi me matan tres veces, pero que igual amé. Lo único desagradable de mi viaje espiritual era tener que abrir, todos los días, la carpeta compartida llamada “Viva la soltería”.

Una carpeta cuyo nombre irónico había puesto León.

Obvio.

Allí subíamos las fotos que nos tomábamos en nuestros viajes… por separado, para que luego una editora nos uniera digitalmente como si fuéramos la pareja más feliz del planeta. Todo, claro, para engañar a Johanna, nuestra terapeuta.

Lo más curioso es que un día me descubrí —para mi desgracia— viendo las fotos del viaje de León.

Primero por obligación.

Después por curiosidad.

Y luego… bueno, por costumbre.

Mientras yo tomaba clases de meditación, él estaba caminando por volcanes.

Mientras yo alquilaba scooters rosadas con cestitas para flores, él se lanzaba en parapente desde un acantilado de Santorini.

Mientras yo hacía yoga frente al mar, él estaba haciendo puenting en Turquía.

Mientras yo me relajaba en un retiro de spa, él estaba subido en un globo aerostático en Capadocia intentando negociar la compra de camellos, según la descripción de su foto.

“¿Quién negocia animales en un globo en el aire?”, pensé más de una vez.

La respuesta:

León Andrade.

Pero mi espiritualidad asiática llegó a su final cuando aterrizó mi vuelo en Madrid, donde coincidía con el vuelo de conexión de León. Ambos tomaríamos el mismo trayecto de diez horas de regreso.

Entré a la terminal y lo vi de inmediato.

Sentado ahí, elegante, serio, vestido de negro de pies a cabeza, como siempre, con cara de que el mundo le debía dinero.

El contraste era tan fuerte que parecía una tormenta eléctrica en una playa paradisíaca.

Me acerqué.

Él levantó la mirada y me saludó con su típico:

—Hola, muñeca.

—Hola, León —respondí con mi típico “no me hables como si te cayera bien”.

Quitó su equipaje de mano del asiento de al lado y lo colocó en el piso.

—Siéntate —dijo cerrando su laptop como si le hubiera interrumpido una reunión con la mafia.

—Gracias —murmuré tomando asiento, dispuesta a ignorarlo hasta que entráramos al avión.

—¿Trajiste los recuerdos? —preguntó, mirándome como si fuera una empleada que debía rendirle cuentas.

—Sí —respondí secamente—. ¿Y tú?

—Sí. Compré especias, cerámicas y un… —hizo una pausa, como si pensara si decirlo o no—… un amuleto de buena suerte. La vendedora dijo que ahuyenta las malas energías.

—¿Y lo compraste pensando en mí? —pregunté con una sonrisa torcida.

—No. Pensé en Mateo. —Se encogió de hombros—. Ese idiota atrae problemas.

Rodé los ojos mientras sacaba mi botella de agua.

—Vi tus fotos —dijo de repente, como quien comenta el clima.

—Yo también las tuyas —respondí sin pensarlo.

—¿Qué hacías en una clase de meditación? Tú no meditas.

—Claro que sí, solo que no te medito a ti. ¿Y tú por qué estabas haciendo puenting? ¿No te gusta arriesgar tu dinero?

—Mi dinero no, mi vida sí. —Sonrió con arrogancia.

—Me sorprende que el cable no se haya roto.

—Lo revisé yo mismo.

—Ah claro, olvidé que también eres técnico de cuerdas.

Nos quedamos en silencio.

El típico silencio incómodo que solo nosotros podíamos crear en menos de dos minutos.

Al anunciarse el abordaje, caminamos juntos hacia la fila de embarque. Teníamos la misma clase y los mismos asientos: uno junto al otro.

Porque la vida es cruel.

Una vez acomodados dentro del avión, León guardó su equipaje de mano con esa eficiencia molesta que tiene.

—Cuando lleguemos —dijo inclinándose un poco hacia mí—, tendremos que hablar de algo importante.

—¿Qué cosa?

—Dónde vamos a dormir.

Me atraganté con mi propia saliva.

—¿Qué?

—Sí, muñeca. Viviremos juntos. ¿O pensabas dormir en el establo?

—Yo no vivo contigo —repliqué de inmediato—. Mateo me dijo que tu casa no era tan grande como la suya y que—

—Y que por eso no podías mudarte con él —terminó él, alzando una ceja—. Porque mi casa sí tiene espacio, pero no tiene habitaciones de sobra. Así que deberás dormir… cerca.

Lo dijo como si lo hubiera planeado.

Como si le encantara fastidiarme.

Como si supiera que me estaba poniendo nerviosa.

—¿Y cuál es tu propuesta, señor Andrade? —pregunté irritada.

Él se recargó en su asiento y sonrió como si ya hubiera ganado.

—Ya lo hablaremos cuando aterricemos.

—Genial —bufé—. Diez horas para mentalizarme.

—Diez horas para que aceptes que duermes del lado derecho de la cama.

—¡Ni lo sueñes!

—Perfecto —dijo sin inmutarse—. Entonces yo duermo del derecho.

Lo miré con furia.

Él sonrió satisfecho.

Y así, el avión despegó.

Yo rezando para no matarlo.

Y él, disfrutando cada segundo de ver cómo me irritaba.

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Gómez Martínez juaniss
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