EN OTRO TIEMPO 2: El Regreso De Ana

Capítulo 13 — Sombras en medio de la ternura

Ana tuvo que devolver a su sobrina para que la llevaran junto a su mamá. Estaba desesperada por ver a su hermana y constatar que se encontraba bien, pero creyó que lo mejor era llamar primero a sus abuelos para avisarles lo sucedido.

Un rato más tarde, se reencontraba en un cuidadoso abrazo con su fatigada hermana.

—¿Te la dejo un ratito? Tengo que hacer un papeleo —dijo Ralf.

—Sí, no te preocupes.

—En un momento irán pasando de a uno, no dejan entrar a muchas personas, y…

—Tranquilo, Ralf, yo organizo todo.

Cuando quedaron solas, Ana tomó la mano de Val.

—¿Cómo estás?

Val sonrió débilmente.

—Cansada, pero bien —respondió, mirando a la bebé en sus brazos—. Curiosamente, necesito ver gente.

—Bueno, eso es una buena señal. Tal vez lo que necesitabas era volver a convivir.

Val rio suavemente, aunque hizo un gesto de dolor.

—Aunque eso sí… mejor no te digo qué es lo que me duele.

Ana no pudo contener la carcajada. Y justo en ese instante, la puerta se abrió.

—¡Ben! —exclamó sorprendida.

El hombre pasó directo a saludar a la flamante mamá.

—Felicitaciones, cariño —le dio un beso en la frente—. Déjame ver a esta princesa, es hermosa. Su tía no nos la quiso mostrar.

—Ay, perdón… Fue demasiada emoción.- respondió Ana

En ese momento golpearon la puerta.

—Lo siento, ¿podemos pasar? —preguntó la abuela asomando la cabeza.

—¡Sí, sí! ¡Pasen! —exclamó Val.

Ana le recordó en voz baja:

—Ralf dijo que de a uno…

Pero Val negó con la cabeza.

—Pasé meses aislada. Hoy quiero que la habitación se llene y conozcan a mi hija.

Los abuelos entraron emocionados y la abrazaron.

—Debes tener de todo, pero trajimos cositas de cuando Yoli era bebé. Solo lo usaron mis nietas muy poquito —dijo la abuela, extendiéndole una mantita y pequeñas batitas rosas.

Los ojos de Val se llenaron de lágrimas.

-Aunque si no las querés estás bien.

—¡Claro que las quiero! —respondió de inmediato—. Cuando salga del hospital se las voy a poner.

Ana observaba conmovida. Aunque ellos no sabían la verdad, había algo en esa conexión silenciosa entre sus abuelos y ellas… una atracción inevitable que ni la física podía explicar.

Cuando Ralf regresó y vio a todos reunidos, frunció el ceño.

—¿No hay demasiada gente aquí?

—Yo les pedí que se quedaran —dijo Val con firmeza.

La abuela sonrió conciliadora.

—Igual ya nos íbamos.

-Por favor, no crean que los estoy echando.

-No, no. Hoy tuve mi tratamiento y estoy cansado.- tercio el abuelo.

Ana tomó la mano de su abuelo con ternura.

—Yo me quedo esta noche.

Val la miró preocupada.

—Pero ya estuviste ayer, vas a agotarte.

—No, Ralf necesita descansar. Yo me acomodo en el sofá.

El cuñado dudó un momento, pero aceptó.

-Bueno, yo te traeré ropa, así te duchas y cambias.- dijo su cuñado y Ana asintio

La abuela se despidió con gracia, aunque no sin antes bromear sobre cómo se llevaria a Yoli, quien todo el tiempo se mantuvo en silencio con la pequeña Alex en brazos.

Ya era de noche. Ana permanecía junto a la cama de su hermana dormida, mientras la bebé descansaba en su cuna. El silencio del hospital la envolvía, y aunque sus párpados pesaban, se resistía a dormir del todo.

La puerta se abrió despacio. Chris entró en silencio.

Ana se sobresaltó.

—¿Qué haces aquí?

—Shhh… —señaló hacia la cama, donde madre e hija dormían—. Ralf me pidió que trajera esto. Cayó rendido apenas llegó a su casa.—susurró, extendiéndole un bolso.

Ana lo tomó y lo observó acercarse a la cuna. Su expresión era tan dulce que por un instante lo vio como al Chris de antes.

—Es hermosa. Hoy no quise entrar porque había demasiadas personas en la habitación—murmuró él.

Ana sonrió

-Se parece a ti.- acariciando con suavidad la mejilla de la niña.

- No, yo creo que se parece más al padre, en realidad.—dijo Ana, con la voz temblorosa.

Lo miró, y sin poder evitarlo, le tocó la cara.

-¿Que ocurrió contigo en estos años, Chris?- susurro tiernamente ella.

Él tomó su mano, la besó lentamente y apoyó la frente contra la suya. Ana estaba segura de que iba a besarla.

Pero Val comenzó a toser. El momento se quebró. Ana corrió a asistirla, ofreciéndole agua. Chris se enderezó enseguida.

—Será mejor que me vaya —dijo, dándole un beso rápido a Val, que medio adormilada apenas reaccionó.

Ana lo siguió con la mirada mientras se marchaba. Su corazón latía con fuerza.

Una vez que su hermana volvió a dormir, Anastasia, aprovecho para ducharse y cambiarse, salió justo para cuando la pequeña Alex se despertaba con hambre, así que despertó a su hermana para que la alimente.

Una vez que su sobrina estuvo alimentada y cambiada, su hermana volvió a dormirse. ¡Realmente estaba agotada! pensó ella.

Más tarde, cuando se recostó en el sofá, susurró para sí:

—¿Y ahora cómo hago para dormir después de lo de Chris?

El cansancio pudo más, y se quedó dormida, aunque alerta. Aunque logro dormir, entre sueños lo único que regresaba era la tibieza de la mano de Chris sobre la de ella.

Aunque quiso dormirse en paz, samia que no habría descanso posible mientras no sepa que memonios había ocurrido con Chris en ese tiempo, y por qué aún, su contacto la hacia temblar.

Al día siguiente, tras el relevo de Ralf, Ana se marchó al trabajo. El recuerdo de la cercanía de Chris la acompañaba, perturbador y emocionante.

—Creí que hoy no vendrías —dijo Lucas al verla—. Estuve a punto de ir a buscarte.

—No, estoy bien. Esta tarde no trabajo. Ojalá pudieras conocer a Alex.

—Hoy mismo lo haré. Ayer mi novia se sentía mal.

—¿Y hoy?

—Ansiosa por conocer a tu sobrina —rió Lucas.

Ana también sonrió, pero en ese momento lo vio: Chris, a pocos metros. Ella se acercó con una sonrisa… él la miró con frialdad, altivo, y se subió al caballo sin decir palabra.

El golpe fue seco. Ana sintió que todo el calor de la noche anterior se desmoronaba.