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Enamorada En Las Venturas Del Magnate

Enamorada En Las Venturas Del Magnate

Status: En proceso
Genre:CEO / Aventura de una noche / Posesivo / Mafia / Maltrato Emocional / La mimada del jefe
Popularitas:554
Nilai: 5
nombre de autor: Damadeamores

Viajes, estafas, strippers. Carl Johnson solo conoce ese estilo de vida. Una ambición sin medida entre el brillo de los casinos y la adrenalina de golpes magistrales, desde el robo de diamantes hasta la infiltración en bóvedas de alta seguridad.

Eso es hasta que aparece una mujer de curvas tentadoras; pero de ojos que creen ciegamente en el amor. Una creencia tan pura que puede resultar peligrosa.

¿Cuánto tienes que matar y conocer para saber que el atraco más arriesgado y traicionero podría ser el de tu propio corazón?

OBRA ORIGINAL © Damadeamores
No es anime.

NovelToon tiene autorización de Damadeamores para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 12

Carl llegó a casa alrededor de las once. Entró entusiasmado, como si hubiera ganado un rodeo y fuera en busca de su premio. Dejó unas bolsas de comida sobre la mesa. Exhausto de adrenalina, buscó la figura de Abby por cada habitación.

No la encontró. Vio sus maletas en la habitación de huéspedes. Sacó su celular y le marcó. Una canción se escuchó entre las almohadas y la siguió. Su celular estaba ahí, pero ella no.

Torció el gesto, bañando sus cejas en pensamientos rápidos. Disparados en ráfagas uno a uno. Todo estaba muy ordenado para sospechar que se la hubieran llevado secuestrada. Ningún cierre estaba forzado.

Bajó las escaleras, llamando su nombre.

— ¡Abby!

Tocó la puerta del baño de abajo y abrió. Todo estaba tranquilo, en su lugar. Salió a las afueras, convirtiendo su aliento en nubecitas blancas. Miró a los lados de la cima, nadie paseaba por las aceras. Bajó la loma de apoco, siguiendo las escaleras a los costados de la calle.

A unos metros reconoció su melena pomposa en ondas. Estaba sentada en una banca, de espaldas a él. Se le acercó a paso ligero. Ella no pareció notarlo, así que le habló.

— ¿Abby?

Ella se sobresaltó y lo miró, llevó una mano a su pecho al reconocerlo.

— Me asustaste....

Carl se sentó a su lado, dejando caer uno de sus brazos a lo largo del respaldo de la banca de maderas frías.

— ¿Qué haces aquí?

— Es muy tranquilo. —se acomodó el vestido, cubriendo sus piernas al cruzarlas— Vine a ver el atardecer.

Él miró el reloj en su muñeca y una brisa llevó a las narices de ella un fuerte olor a colonia de mujer.

— Es casi media noche.

— ¿Cuándo llegaste, Carl? —preguntó, sin ser consciente del tono interrogativo.

Él la miró, sus rostros quedaron muy cerca.

— Hace un rato. Vamos dentro. Hace frío.

Hizo un ademán de pararse, pero ella no se inmutó. Se percató que la colonia venía de él cuando otra ráfaga de viento la rodeó.

— ¿Vamos?

Al no tener respuesta, la analizó y entendió que algo estaba mal en su mirada.

— Esto es una locura...

— ¿El qué? —se inclinó hacia ella— ¿Algún vecino te molestó? Son un poco quisquillosos, pero no me creo que se atrevieran a decirte algo.

Ella negó con la cabeza, viéndolo a los ojos.

— Esto. Hablo de esto. —lo señaló a él y luego a sí misma— Estoy aquí... en otra ciudad que ni conozco con alguien que apenas me sé su nombre. Estoy repitiendo el mismo error.

Bajó la mirada.

— ¿Qué error?

Ella sintió las ganas de llorar asomarse, su nariz sintió un frío abrumador que encharcó sus ojos. Pero se contuvo, se controló y suspiró.

— Mi ex pareja me trajo a Las Venturas de ese modo, de una locura de irnos a vivir un romance juntos. Vine con él porque me prometió amor, una vida llena de alegría y en su lugar me dejó con miles de deudas. Sola e ilegal en un país completamente desconocido para mí.

Él la vio, pensativo. ¿Habrá aceptado seguir con sus encuentros por dinero? Quizás esa fuera la vía de la cual aferrarse para cuando su aventura terminara.

— ¿Sigues teniendo deudas?

— No. No.

Él observó bien sus gestos, su actitud. Decía la verdad.

— Las pagué todas, pero casi me muero en el intento. Hace más de dos años, Loera me ofreció empleo y gracias a su sueldo pude pagar todo.

— ¿Los trata tan bien?

— Loera es un buen jefe. —le vio, exhalando el aire retenido en su pecho— No te digo todo esto por interés o para hacerte sentir lástima por mí. No quiero repetir ese pasado horrible.

Carl se mantuvo en silencio, siendo el único espectador de sus ojos avellana bajo aquella farola que los iluminaba a ambos. Una brisa movió las hojas del árbol y, junto a él, los cabellos desordenados de la chica.

Algunos mechones le causaron risas descontroladas y logró apartarlos. Abrir la cortina de cabello, echarlos tras sus hombros y ver la mirada suave de Carl clavada en ella. Avergonzada, dejó de reírse, carraspeó y empezó a pellizcar la tela de su vestido sobre sus muslos. Deseaba saber lo que él pensaba, lo que sentía.

Por un momento, el sentirse patética luego de mostrarse vulnerable ante él la invadió. No tenía que haber hecho eso. Eran una de las reglas básicas de conquista: jamás muestres tu lado débil.

— Si quieres irte, solo dímelo. —habló por lo bajo, la voz se le agravó quedando ronca y ella lo miró de lado— No estás obligada a quedarte. No quiero que te sientas tensa o incómoda.

— Ese es el problema. —vio sus manos y lo miró— Me siento bien a tu lado.

Él sabía que buscaba más allá de encuentros sexuales y, sin querer herirla, solo se dedicó a sonreír y ayudarla a ponerse de pie para entrar a la casa.

...***...

— Aaah... —espiró Carl, cayendo de lleno sobre las sábanas desordenadas.

El brillo en su abdomen, el sudor en su piel y los rayasos en su espalda no eran más que las huellas de la increíble aventura que estaba viviendo con Abby. Aunque las luces estuvieran apagadas, la luna y las estrellas siempre fueron testigos de sus pecados.

Ella se cubrió los pechos con las sábanas. El aire se estaba volviendo frío a pesar de tener las orejas rojas, su respiración a dos latidos por segundo y el calor corporal del hombre a su lado.

Lo vio. Él llevó las palmas de sus manos bajo su cabeza, cerrando los ojos al techo. Estaba contento.

— Quiero conocer la ciudad.

— Mañana, ¿no?

— Por supuesto.

Hizo lo mismo que él y miró el techo. Cerró los ojos y él habló a media sonrisa, viéndola de soslayo.

— Sabes, estaba pensando que puedes ver este viaje como unas vacaciones bien merecidas.

Ella lo miró, él continuaba con los ojos cerrados. La vista e él le pesó sobre las mejillas y la vio para ser testigo de la mueca en el rostro redondo de su amante. Refutó.

— No me digas que eso fue lo que te dijeron esa vez.

— Sí...

Arrugó su frente y se echó a reír cuándo él hizo un gesto de ahogar el grito, quedando boquiabierto.

— Pensé que era único.

Su comentario incrementó la diversión en la chica y, siendo sinceros, le gustaba escucharla reír. Verla brillar de pupilas.

La de ojos avellana se acercó a él, apoyando su barbilla en uno de sus pectorales. Él bajó uno de sus brazos para recorrer la espalda delgada de ella.

Dominó sus labios en un beso salvaje, mientras ella allanó su entrepierna y lo encontró bien despierto. Unas palabras locas le vinieron a la mente y sintió la necesidad de halagarlo.

— En esto sí eres único.

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