Oliver Hayes acaba de ser despedido. Con una madre enferma y deudas que lo ahogan, traza un plan para sobrevivir mientras encuentra un nuevo empleo.
Cuando una aplicación le sugiere un puesto disponible, no puede creer su suerte: el trabajo consiste en ser el asistente personal de Xavier Belmont, el hombre que ha sido su amor secreto durante años.
Decidido a aprovechar la oportunidad —y a estar cerca de él—, Oliver acude a la entrevista sin imaginar que aquel empleo esconde condiciones inesperadas... y que poner su corazón en juego podría ser el precio más alto a pagar.
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📌 Relación entre hombres
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Capítulo 12. Soñar despierto.
Cuando Oliver llegó a casa, lo primero que notó fue la luz tenue de la sala aún encendida. El reloj marcaba más de la medianoche, y el cansancio comenzaba a pesarle en los hombros, pero avanzó con pasos silenciosos, cuidando de no hacer ruido. El ambiente estaba en calma, impregnado del aroma suave del té de manzanilla que su madre solía preparar antes de dormir. Al asomarse, la vio allí, acurrucada en el sofá, envuelta en su manta café favorita, dormida profundamente con el rostro relajado, como si al fin hubiera encontrado un instante de paz.
Su expresión se suavizó. Una ternura cálida le recorrió el pecho y, sin pensarlo, se inclinó sobre ella para besarle la frente con delicadeza.
—Mamá… —susurró con voz suave mientras le acariciaba el brazo—. Despierta, ve a tu habitación. Vas a resfriarte aquí.
La mujer tardó unos segundos en abrir los ojos. Parpadeó varias veces, desorientada, hasta que la imagen de su hijo se enfocó frente a ella. Sonrió débilmente, y esa sonrisa dibujó pequeñas arrugas junto a sus ojos, marcas que Oliver siempre había considerado hermosas. Con esfuerzo, alzó la mano y la apoyó en la mejilla de su hijo.
—¿Por qué tardaste tanto, cariño? —preguntó en un murmullo ronco por el sueño.
Con cuidado, Oliver la ayudó a incorporarse. Se sentó frente a ella, sobre la pequeña mesa de centro, tomando sus manos entre las suyas con ternura. Su mirada no se apartó de la de ella, intensa y emocionada.
—Mamá… conseguí un empleo —dijo, sin poder ocultar el orgullo que sentía—. Y no es cualquier empleo. Me pagarán muy bien. Con ese dinero podremos cubrir tu tratamiento completo, incluso contratar a una enfermera particular. Vas a estar mucho mejor.
Los ojos de la mujer se abrieron con asombro, y por un momento pareció no poder reaccionar. Luego una lágrima silenciosa rodó por su mejilla, pero no era de tristeza, sino de alivio.
—¿De verdad, hijo? —su voz tembló—. No sabes cuánto he rezado por esto. Pero… —frunció el ceño con preocupación—. ¿No es demasiado exigente? ¿Vas a llegar todos los días a esta hora? No quiero que te sacrifiques por mí. Yo ya viví lo suficiente…
Oliver negó con la cabeza, acercándose un poco más, como si pudiera transmitirle su seguridad con solo mirarla.
—No digas eso, mamá. Aún eres joven, tienes muchos años por delante. Además, no llegaré tan tarde todos los días. Hoy fue una excepción, pero no será así siempre. Te lo prometo.
Ella suspiró con alivio, aunque en su rostro aún había una sombra de duda.
—Eso me tranquiliza… no quiero que te sobreesfuerces. Tu salud también importa, Oliver. Y dime, ¿de qué se trata tu trabajo exactamente?
Por un instante, Oliver se tensó. No podía contarle toda la verdad. No ahora. Decirle que iba a hacerse pasar por el novio falso de Xavier Belmont —su amor platónico desde el bachillerato, nada menos que un multimillonario en el centro de la atención mediática— sería entregarle una preocupación innecesaria. Su madre era demasiado protectora. Si se enteraba, intentaría convencerlo de renunciar inmediatamente.
—Seré asistente personal de un CEO muy importante —dijo con firmeza, dejando que el orgullo inflara sus palabras—. Y también tendré algunas tareas adicionales, pero aún no me han dado todos los detalles. Mañana me explicarán mejor.
La mujer asintió lentamente, como si sopesara cada palabra. Oliver aprovechó el momento para cambiar el enfoque.
—No tienes que preocuparte por nada, mamá. El nuevo seguro médico es más completo que el anterior. Tendrás acceso a especialistas, a mejores medicamentos… A todo lo que necesitas para estar bien. Y yo estaré contigo en cada paso.
La emoción se le quebró ligeramente en la garganta, pero logró disimularlo. Su madre, conmovida, apretó sus manos con cariño.
—Me alegra tanto, hijo mío. Y más que nada, me alegra ver que estás feliz. Ese brillo en tus ojos… hacía tiempo que no lo veía.
Oliver bajó la mirada, sintiendo cómo un leve rubor se extendía por sus mejillas. No respondió. Solo sonrió, tímido, y luego se puso de pie para ayudarla a levantarse.
Caminaron juntos hacia la habitación. Oliver la sostuvo con cuidado, como si fuera de cristal, aunque sabía que su madre seguía siendo fuerte. Solo necesitaba un poco de ayuda… y él estaba dispuesto a dársela toda.
Al llegar al cuarto, la ayudó a acostarse y la arropó con esmero, como cuando era niño y ella lo arropaba a él. La miró unos segundos más, memorizando cada línea de su rostro, cada gesto que tanto amaba.
—Buenas noches, mamá —dijo en voz baja, inclinándose para besarle la frente.
—Buenas noches, mi niño —respondió ella, sonriendo con ternura.
Oliver apagó la luz y salió de la habitación, cerrando la puerta con suavidad. Se quedó unos segundos en el pasillo, respirando hondo. Sentía una mezcla de alivio, emoción y nerviosismo. Había dado un paso importante… y lo había hecho por ella. Por la única persona que jamás lo había hecho sentir solo.
Y aunque no podía contarle toda la verdad, sabía que, al menos por ahora, todo estaría bien.
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Oliver entró a su habitación luego de darse una larga ducha caliente. Aunque el reloj marcaba una hora avanzada de la madrugada, no sentía ni una pizca de sueño. La emoción que bullía en su pecho le impedía siquiera considerar la idea de descansar. Había demasiado en qué pensar, demasiadas emociones encontradas golpeando su interior como olas contra las rocas.
Encendió su laptop, buscando distraerse o, quizás, entender mejor en qué se había metido. Una vez iniciada la sesión, abrió su correo electrónico y ahí lo vio: un mensaje de Johan, el asistente de Xavier Belmont, con el contrato que él mismo había firmado apenas un par de horas antes.
Con el pulso ligeramente acelerado, abrió el archivo adjunto. El encabezado era imponente, casi intimidante: Acuerdo de Confidencialidad y Simulación de Relación Sentimental. Oliver tragó saliva. Sabía que no era un contrato cualquiera, pero ahora que lo leía con calma, se daba cuenta de la magnitud del compromiso que había adquirido.
Las primeras cláusulas hablaban con un lenguaje legal denso sobre la estricta confidencialidad del acuerdo. Bajo ninguna circunstancia debía revelar que la relación entre él y Xavier era una simulación, creada con el único fin de acallar los rumores que amenazaban la reputación del CEO.
Todo lo que escuchara, viera o supiera relacionado con Xavier también quedaba protegido por este pacto de silencio. Romper cualquiera de estas condiciones no solo implicaba una demanda inmediata, sino también la posibilidad de enfrentar cargos legales y, lo más impactante, una indemnización económica por daños que ascendía a un millón de dólares.
—Si no pensaba traicionarlo… ahora menos —murmuró para sí, sintiendo la garganta seca y un nudo pesado en el estómago. Esa cifra no era solo una advertencia: era una amenaza cuidadosamente calculada.
Pasó a la siguiente sección. En esta se detallaban las normas de comportamiento público que ambos debían seguir para dar credibilidad a la relación. Actuar como novios, eso incluía caminar tomados de la mano, abrazarse en eventos sociales, mostrarse cercanos, atentos, incluso cariñosos. Oliver sintió una punzada de incredulidad en el pecho. ¿De verdad estaba leyendo eso?
Por un instante, sus labios esbozaron una sonrisa involuntaria. Para cualquier otro, fingir afecto hacia un hombre podría ser incómodo o complicado… pero para él, no era una actuación. No sería una máscara. Él había soñado con Xavier desde el bachillerato, en secreto, como un amor imposible. Ahora, tener la oportunidad de caminar a su lado, de sostener su mano, de sentirlo cerca —aunque fuera solo para la mirada ajena— era más de lo que alguna vez se atrevió a desear.
Continuó bajando hasta que una frase en letras grandes, negritas y subrayadas atrapó su atención como una bofetada:
“Prohibidos los besos en los labios.”
Oliver permaneció inmóvil por un momento, leyendo y releyendo esa línea. Sintió cómo el pequeño globo de fantasía que comenzaba a inflarse en su pecho se desinflaba ligeramente. Claro. Por supuesto. ¿Qué otra cosa podía esperar? Xavier era heterosexual —o al menos eso proclamaba el mundo entero—. Para él, esa relación no era más que una estrategia de control de daños, una fachada para proteger su imagen pública, nada más. Besar a otro hombre, aunque fuera por compromiso, seguramente cruzaba una línea que no estaba dispuesto a tocar.
Oliver se apoyó en el respaldo de su silla, dejando escapar un suspiro largo. No podía negar que una parte de él lo lamentaba. No porque esperara besar a Xavier pronto, sino porque esa línea dejaba en claro la distancia entre lo real y lo fingido, entre lo que él sentía y lo que el otro jamás correspondería.
Pero aun así… solo poder caminar a su lado, sostener su mano, compartir momentos con él, aunque fueran solo parte de una actuación, era más de lo que jamás pensó posible.
—Con eso me basta —murmuró, con una mezcla de resignación y esperanza en la voz—. Fingiré… aunque yo no tenga que fingir nada.
Cerró la laptop con cuidado, como si con ello cerrara también un capítulo de su vida y abriera otro, mucho más incierto, pero extrañamente emocionante. Se recostó sobre la cama, aún con el corazón latiéndole con fuerza. Sabía que el día siguiente marcaría el inicio de algo grande… aunque no supiera aún si sería para bien o para mal.
Pero al menos, por ahora, tenía una razón para soñar despierto.
el amor duele también... y no es que lo defienda, pero algo debe haber hecho que Xavier sea como es, o por lo menos es lo que quiero imaginar para no odiarlo de entrada 😅😜