Astillas De Alma

Laebe despertó envuelta en la calidez de aquella sudadera que la cubría por completo. El aroma inconfundible de Kael seguía impregnado en la tela, una mezcla de madera, tabaco y algo más profundo que le hacía sentir protegida. Se acurrucó un poco más, disfrutando de la sensación reconfortante, y por primera vez en mucho tiempo, comenzó su día con una sonrisa.

Se sentía extrañamente tranquila.

Después de unos minutos, se incorporó con pereza, frotándose los ojos antes de levantarse. Su departamento estaba silencioso, pero la sensación de seguridad que le había dejado Kael aún persistía en el ambiente. Caminó descalza hasta el baño y se dio una ducha tibia, dejando que el agua se llevara cualquier rastro de cansancio.

Al salir, se vistió con su atuendo habitual: una falda larga y un suéter de tela flexible. Se miró en el espejo mientras ajustaba sus lentes, notando que su expresión era distinta hoy. Su rostro se veía más sereno, como si una parte del miedo que siempre cargaba sobre los hombros se hubiera disipado.

Tomó su mochila y salió rumbo a la escuela.

Al llegar, el ambiente en los pasillos seguía siendo el mismo de siempre, con estudiantes conversando en grupos o caminando apresurados a sus salones. Pero esta vez, algo era diferente. Sentía mas miradas sobre ella. No escuchaba risas, pero si susurros malintencionados.

Se sentó en su lugar de siempre, en silencio, acomodando sus cosas sobre el pupitre.

Pero la calma no duró mucho.

Un sonido de tacones resonó en el aula, acompañado de risitas burlonas. Nicolle y sus amigas se acercaron a su banca con la misma actitud de siempre, esa prepotencia que reflejaba su creencia de que podían hacer lo que quisieran sin consecuencias.

—Miren, miren quién sigue viniendo como si nada. Eres tu, maldita perra. — Canturreó Nicolle, golpeando al apoyar sus manos sobre el pupitre. Laebe solo trago saliva. —¿Creíste que después de lo que hiciste te librarías de mí?— Le dijo con claro enojo. Laebe levantó la mirada con timidez, sin decir nada.

—¿Qué pasa? ¿Te comieron la lengua los ratones? — Se burló una de sus amigas, apoyándose en su pupitre con una sonrisa venenosa.

— Por tu culpa el profesor Luciel nos castigo a todos, y. . . Angel me contó todo lo que pasó — Continuó Nicolle, inclinándose hacia ella con una mirada cargada de resentimiento. —¿De verdad creíste que podías meterte con mi hermano y salir impune?— Llevo una mano hasta su hombro, apretando con fuerza.

Laebe sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Mirando hacia el pupitre llena de miedo. Pensó que todo cambiaría a ese día, después de tantas promesas y haber hablado sobre lo que le pasaba, pero nada estaba cambiando.

—Te aseguro que me voy a encargar de que pagues por lo que le hiciste. — Susurró Nicolle con una sonrisa maliciosa.— Nadie se mete con mi familia y se sale con la suya.— Le afirmó dándole una suave cachetada en la mejilla, como si fuera una amenaza de lo que vendría después.

Las amigas de Nicolle rieron entre dientes, disfrutando del momento. Laebe, en cambio, apretó los puños sobre su regazo, sintiendo cómo su corazón comenzaba a latir con fuerza. La paz con la que había comenzado su mañana se estaba desmoronando.

— Buen día chicos y chicas.— Se escucho la voz de Luciel cuando esté entro al salón. Su mirada rápidamente se posó sobre Nicolle y el resto de chicas junto a Laebe.

Se detuvo antes de tomar asiento en el escritorio, mirando la escena de ellas volviendo a sus asientos como si nada hubiera pasado. Sin embargo, viendo la mirada de Laebe llena de miedo delataba sus sospechas.

— Saquen sus guías en la página 110 y comiencen la actividad, les explicaré en un momento, también dejen sus libretas para calificar su actividad.— Ordenó Luciel mientras dejaba sus cosas en el escritorio. Todos comenzaron a hacer lo pedido entre charlas.

Luciel una vez dejo sus cosas, camino hasta Laebe. Llegando a su pupitre se apoyo con una mano en el y se inclino hacia ella.

Desde el otro lado del salón, Nicolle observo como él susurró algo al oido de Laebe. Todos observaron como Laebe se levantaba y acompañaba a Luciel fuera del salón.

— Oye, ¿No crees que va a delatarte?— Pregunto una de las amigas de Nicolle.

— Más le vale no hacerlo, o se las verá conmigo.— Dijo Nicolle claramente molesta, aunque sentía un leve atisbo de temor.

Al llegar a un lugar alejado del pasillo, Luciel dejo a Laebe sollozar un momento. Luciel nuevamente preguntó que fue lo que pasó, y ella hablo con la verdad.

— Está mañana hablé con él director sobre tu caso...— Comenzó Luciel apoyándose en la pared, su semblante delataba algo malo y Laebe lo noto de inmediato. — Nicolle y Angel son hijos de una familia que hace grandes donativos a esta institución, así que, no se arriesgarán a expulsarla sin tener pruebas.— Finalizó con un suspiro.

Laebe se quedó congelada y después solo sonrió. Era una sonrisa de dolor, de tristeza y derrota. Por un momento; cuando hablo con él, sintió que harían justicia a su situación. Estaba ilusionada con que ellos terminaría castigado por todo lo que le hicieron, pero al final... Resultó ser así.

— (No existe la justicia... Es, absurdo... Yo siempre seré la presa a la que dominan... Y eso no cambiará...)— Limpio sus lágrimas mientras Luciel la veía, claramente sintiendo mucha pena.

— Ve a calmarte. No es necesario que entres a mi clase por hoy...— Le dijo dándole una palmada en el hombro antes de caminar de vuelta al salón.

Ella obedeció, y se fue directo al baño.

Al llegar allí se metió en un cubículo y se recargo en la puerta. No pudo evitar cubrirse de lágrimas, cubriendo su boca para no ser escuchada...

Por su parte, Luciel entro a la clase y después de nombrar asistencia se levantó y pidió a Nicolle acompañarlo fuera del salón. Las miradas espectantes de todos delataban que algo estaba pasando, la curiosidad los hacía no perderlos de visita.