Ariadna Callis, una joven de 16 años con una personalidad vibrante y un cuerpo que desafía los estereotipos, vive entre las constantes travesuras de sus hermanos mayores, Nikos y Theo, y el caos del último año de preparatoria. Aunque es fuerte y segura, Ariadna no está preparada para la entrada de Eryx Soterios, un joven de 18 años recién llegado al pueblo.
Eryx, reservado y enigmático, carga con un pasado oscuro que lo ha dejado lleno de resentimientos. Su aparente frialdad se convierte en un desafío para Ariadna, quien no teme a sus respuestas cortantes ni a su actitud distante. Sin embargo, cada encuentro entre ellos desata emociones contradictorias que ninguno puede ignorar.
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Capítulo 13: La tormenta se avecina
El lunes por la mañana, Ariadna estaba más inquieta que de costumbre. Durante el desayuno, sus hermanos intercambiaban bromas, pero ella apenas prestaba atención, sumida en sus pensamientos. Su encuentro con Eryx en el parque no dejaba de dar vueltas en su cabeza, especialmente esas palabras que él había dicho: "estar cerca de ti me hace pensar cosas que no debería".
—Ari, ¿te estás sintiendo bien? —preguntó Theo, observándola con preocupación mientras llenaba su taza de café.
—Estoy bien —mintió, esbozando una sonrisa forzada—. Solo estoy un poco cansada.
—Cansada, claro. Es lo que pasa cuando pasas horas pensando en ese chico —intervino Nikos, su tono cargado de desaprobación.
Ariadna dejó caer su tenedor con un poco más de fuerza de la necesaria.
—No es asunto tuyo, Nikos.
—Sí lo es. Soy tu hermano mayor, y es mi trabajo asegurarme de que no termines involucrada con alguien que no vale la pena.
—¿Y tú cómo sabes que no vale la pena? Ni siquiera lo conoces.
Theo suspiró, colocándose entre ellos para evitar que la conversación subiera de tono.
—Basta, ustedes dos. No es el momento ni el lugar para esto.
Ariadna empujó su silla hacia atrás, sintiendo que la conversación no iba a ninguna parte.
—Voy a la escuela. Nos vemos más tarde.
El día en la escuela pasó lentamente. A pesar de que intentaba concentrarse en sus clases, su mente seguía volviendo a Eryx. Había algo en él que la atraía de una manera que no podía explicar, pero también había un muro, una barrera invisible que él parecía decidido a mantener en pie.
Finalmente, en el descanso, Ariadna decidió salir al patio en busca de aire fresco. Estaba sentada en un banco bajo un árbol, mirando distraídamente su teléfono, cuando sintió una sombra sobre ella.
—Pensé que te encontraría aquí.
Ariadna levantó la vista y vio a Eryx, con su habitual chaqueta de cuero y esa mirada que parecía ocultar mil secretos.
—¿Cómo supiste que estaría aquí? —preguntó, tratando de no sonar demasiado emocionada por su presencia.
—Intuición —respondió con una sonrisa ladeada mientras se sentaba junto a ella.
Hubo un momento de silencio, pero no era incómodo. Ariadna estaba a punto de decir algo cuando Eryx habló primero.
—Quiero que entiendas algo, Ariadna. No me alejé porque no me importas, sino porque sí me importas.
—Eso no tiene sentido.
Eryx dejó escapar un suspiro, como si estuviera luchando con algo dentro de él.
—Hay cosas de mi vida que no conoces, cosas que preferiría que nunca supieras. No quiero arrastrarte a mi caos.
Ariadna lo miró fijamente, tratando de descifrar el significado detrás de sus palabras.
—Eryx, yo... no soy alguien que se asuste fácilmente. Si hay algo que quieras decirme, algo que necesites compartir, estoy aquí para escucharte.
Él negó con la cabeza, desviando la mirada.
—No es tan simple.
—Nada lo es —replicó ella, sorprendida por su propia valentía—. Pero no puedes pretender que esto desaparezca solo porque intentas ignorarlo.
Eryx la miró con algo que parecía ser una mezcla de admiración y desesperación.
—Eres más fuerte de lo que crees, Ariadna. Pero algunas tormentas no se pueden enfrentar, solo sobrevivir.
Antes de que ella pudiera responder, él se levantó.
—Tengo que irme. Cuídate, Ariadna.
Y con eso, se alejó, dejándola con más preguntas que respuestas.
Esa tarde, después de la escuela, Ariadna decidió que necesitaba hablar con alguien. Theo era siempre su refugio en momentos de incertidumbre, y aunque sabía que Nikos no aprobaría su cercanía con Eryx, confiaba en que Theo podría darle algo de claridad.
Lo encontró en la sala, revisando unos documentos mientras tomaba un café.
—¿Tienes un minuto? —preguntó, entrando tímidamente.
Theo dejó los papeles a un lado y le hizo un gesto para que se sentara a su lado en el sofá.
—Siempre tengo tiempo para ti.
Ariadna se sentó, jugueteando con sus manos mientras buscaba las palabras adecuadas.
—Es sobre Eryx.
Theo no pareció sorprendido, pero tampoco la interrumpió.
—Siento que hay algo que está ocultándome, algo importante. Y no sé si debería insistir en acercarme a él o alejarme como Nikos dice.
Theo tomó un sorbo de café antes de responder.
—La vida no es blanco y negro, Ari. A veces, las personas tienen razones para guardar secretos, razones que no siempre son malas. Pero también creo que es importante proteger tu corazón. Si Eryx tiene algo que ocultar, tendrá que decidir si confía lo suficiente en ti para compartirlo. No puedes obligarlo.
—¿Y si nunca lo hace?
Theo sonrió con tristeza.
—Entonces será una decisión difícil, pero que tendrás que tomar.
Ariadna asintió, agradecida por su honestidad, pero aún sentía que algo más grande estaba en juego.
Esa noche, mientras Ariadna estaba en su habitación, su teléfono vibró con un mensaje. Era de un número desconocido.
"Nos vemos en el parque. Es importante."
Ariadna supo de inmediato que era Eryx. Sin pensarlo dos veces, agarró su chaqueta y salió por la ventana, asegurándose de no hacer ruido para no alertar a sus hermanos.
El parque estaba oscuro, iluminado solo por las farolas dispersas. Eryx estaba parado junto a un árbol, con las manos en los bolsillos y una expresión tensa en el rostro.
—Gracias por venir —dijo cuando la vio acercarse.
—¿Qué está pasando, Eryx? —preguntó Ariadna, cruzándose de brazos.
Él miró a su alrededor, como si temiera que alguien los estuviera observando.
—Quiero explicarte algo, pero tienes que prometerme que no se lo dirás a nadie.
Ariadna asintió, su corazón latiendo con fuerza.
—Lo prometo.
Eryx dio un paso más cerca, y por primera vez, Ariadna vio vulnerabilidad en su mirada.
—Mi familia... está involucrada en cosas que no son exactamente legales. Mi padre espera que yo siga sus pasos, pero no quiero ese camino para mí.
—¿Qué tipo de cosas? —preguntó ella, sintiendo un nudo en el estómago.
—Negocios turbios, cosas que no puedo detallar ahora. Pero hay personas que no estarán felices si me aparto. Personas peligrosas.
Ariadna lo miró fijamente, tratando de procesar lo que acababa de escuchar.
—¿Por eso intentaste alejarte de mí?
—Sí. Porque cuanto más cerca estás de mí, más en peligro puedes estar.
Ariadna dio un paso hacia él, su voz firme.
—No voy a alejarme, Eryx. No importa lo complicado que sea.
Eryx la miró como si estuviera viendo algo extraordinario.
—No sé si eres valiente o insensata, Ariadna.
—Tal vez un poco de ambas.
Eryx sonrió levemente, y por un momento, pareció relajarse.
—Gracias por confiar en mí.
Aunque no lo dijeran en voz alta, ambos sabían que las cosas nunca volverían a ser simples. La tormenta se avecinaba, y los dos estaban decididos a enfrentarlo juntos.