Después de dos años de matrimonio, me di cuenta de que nuestra relación era un fracaso. Durante ese tiempo, intenté ganarme el amor de James, pero el heredero de la corporación Sterling simplemente me despreciaba.
James, un hombre atractivo, codiciado y rico, hacía que yo fuera la envidia de muchas mujeres. Sin embargo, nadie sabía que detrás de las puertas cerradas de nuestro hogar, James me trataba con frialdad y desdén.
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CAPÍTULO #5: DECEPCIONES
UN ENGAÑO NO ES UN ERROR
≪ Ana Starling ≫
Me encontraba frente al imponente edificio de la corporación Sterling, con la intención de ver cómo iba la empresa. Aunque nuestro matrimonio no era perfecto, seguía intentando mantener las apariencias. Después de todo, estábamos casados, ¿no? O al menos eso intentábamos parecer.
Con determinación, entré al edificio y me dirigí directamente a la oficina de James. Al llegar, fui detenida por Emma, la secretaria de James, quien parecía notablemente nerviosa y preocupada.
—Señorita Ana… —balbuceó Emma, su voz temblorosa denunciando su nerviosismo—. ¿Qué hace aquí?
Le respondí con una sonrisa serena, tratando de transmitir calma.
—He venido a visitar a mi esposo y a comprobar el estado en que se encuentra la empresa —expresé, intentando mantener un tono despreocupado.
Emma tragó saliva con evidente inquietud y me dirigió una mirada cargada de preocupación.
—El señor James… se encuentra en una reunión en este momento, así que dudo que pueda atenderla.
Manteniendo mi sonrisa, respondí con dulzura.
—Solo quiero hablar con él un momento. Seguro que tendrá tiempo para recibirme.
Sin esperar una respuesta, seguí mi camino hacia la puerta de la oficina de James. Emma me siguió de cerca, intentando detenerme.
—Señorita Ana, por favor, espere… —dijo Emma, colocándose frente a la puerta para impedirme el paso.
Fruncí el ceño, notando el comportamiento inusual de Emma.
—¿Qué te pasa, Emma? ¿Por qué actúas así de repente?
Desde el interior de la oficina, escuché voces. Reconocí la de James, pero también la de una mujer. Sin pensarlo dos veces, hice a Emma a un lado y abrí la puerta.
Lo que presencié me dejó profundamente impactada. James se hallaba sentado en su silla, con otra mujer en su regazo, fundidos en un beso apasionado, ajenos por completo a mi presencia. La escena se asemejaba a una pesadilla.
—¿Interrumpo algo de suma importancia? —inquirí, con una voz fría y controlada.
James separó sus labios de los de la mujer y la apartó de su regazo rápidamente. Se levantó de su silla, tratando de explicarse.
—Ana, ¿ Qué haces aquí?—preguntó , con una mezcla de urgencia y nerviosismo.
Indignada pero manteniendo la compostura, repetí su pregunta.
—¿Qué hago aquí? ¿Es en serio, James? ¿Ni siquiera vas a explicarte?
James se encogió de hombros, como si la situación no tuviera importancia.
—No tengo que explicarme. Estamos casados, sí, pero solo es una unión basada en un papel que hicieron nuestros padres.
Sentí que mi mundo se derrumbaba, pero no dejé que se notara. Las palabras de James eran como puñaladas en mi corazón, pero mantuve mi expresión impasible. Sin decir una palabra más, salí de la oficina, con pasos firmes y decididos.
Me dirigí a la casa de mi madre, buscando consuelo y apoyo. Al llegar, le conté todo lo sucedido, esperando encontrar comprensión. Pero la respuesta de mi madre me dejó aún más devastada.
—Deja de ser tan exagerada, Ana. Solo fue un error. Seguro que lo arreglan —dijo mi madre con indiferencia.
No podía creer lo que escuchaba. Mi figura materna, quien debía ser mi apoyo incondicional, solo minimizaba mis sentimientos y mi dolor.
—¿Acaso mis sentimientos y mi integridad como mujer no valen nada? —pregunté, con la voz quebrada.
Mi madre suspiró y me respondió con frialdad.
—Solo me preocupo por tu bienestar, Ana. Agradece que estás casada con un hombre como James: rico, adinerado, poderoso y atractivo. Eres la envidia de muchas mujeres. Esa mujer solo es un pequeño desliz para él.
Sentí que mi corazón se rompía en mil pedazos, pero no dejé que se notara. Las palabras de mi madre eran como un golpe final a mi ya frágil espíritu. Me di cuenta de que estaba sola en mi lucha, sin el apoyo de mi familia ni de mi esposo.
—¿Cómo puedes decir eso, mamá? —dije, con lágrimas en los ojos—. ¿No te importa lo que siento? ¿No te importa que me haya humillado de esa manera?
—Ana, tienes que ser práctica —respondió mi madre, con un tono de voz que denotaba impaciencia—. El matrimonio no siempre es fácil. A veces hay que hacer sacrificios por el bien mayor. James es un buen partido, y no puedes dejar que un error arruine todo.
—¿Un error? —repetí, incrédula—. ¿Llamas a esto un error? ¡Me engañó, mamá! ¡Me traicionó!
—Y tú tienes que aprender a perdonar y seguir adelante —dijo mi madre, sin un ápice de compasión.
— Estás equivocada, mamá. Un engaño no es un error, es una decisión. Y no, no lo perdonaré.
—He tomado la decisión de divorciarme de James —anuncié, con la voz firme a pesar de que mi corazón latía con intensidad—. No puedo soportar ni un día más a su lado.
Mi madre se detuvo de inmediato y se volvió hacia mí, su rostro reflejando una mezcla de incredulidad y enojo.
—¡No puedes hacer eso! —exclamó, su voz temblando por la ira—. ¿Qué dirá la gente? ¿Qué opinarán nuestros amigos y familiares? ¡Te convertirás en el tema de conversación de todos!
La miré fijamente a los ojos, sintiendo una profunda mezcla de tristeza y determinación en mi interior.
—¿Te importa más lo que piensen los demás que el bienestar de tu propia hija? —le pregunté, dejando que el dolor se evidenciara en mi voz.
Ella abrió la boca, quizás para responderme, pero la interrumpí antes de que pudiera pronunciar una sola palabra.
—Lo quieras aceptar o no, voy a divorciarme, mamá. Y no me importa si estás de acuerdo o no con mi decisión. No puedo seguir viviendo de esta manera, y no voy a hacerlo.
Mi madre me observó con una expresión que combinaba la ira y la desesperación, pero permanece en silencio. Se quedó frente a mí, mirándome con incredulidad, como si no lograra asimilar las palabras que acababa de oír.
—Ana, por favor, reflexiona sobre esto —logró decir al fin, su tono era más suave, aunque todavía impregnado de una notable tensión—. No te precipites en una decisión de la que, más adelante, puedas arrepentirte.
—Ya lo he meditado, mamá. Esta es la única elección que puedo hacer para encontrar mi felicidad.
Dónde dejaste a la sanguijuela de la Débora ????!!!!
A sobarse pués 🤭
Nunca estuviste de acuerdo con ese matrimonio arreglado....
Espero las próximas líneas no sean de maldad desmedida y una mujer doliente, sumisa
ayyy Dëbora.... pobre de tï 🤭