Fernanda Salas, es una joven llena de optimismo, amante de la lectura y de la vida. Para ella no hay problema que no tenga solución, incluso cuando las cosas van mal en su vida, ella siempre mantiene una sonrisa.
Sin embargo, cuando es despedida de cada uno de los trabajos a los que aplica, ella no puede seguir siendo optimista, más cuando llega a la conclusion que la razón detras de sus despidos es el extremadamente guapo y frío CEO Max Hidalgo.
Fernanda deduce que aquel hombre guapo y rico quiere mantener una relación de sumisión con ella, tal como la de esos CEOs despiadados de las novelas webs.
Pero, ¿ella estará en lo correcto?, ¿será que sus desafortunados encuentros se deben a algún plan malévolo o solo serán casualidades del destino?
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Max: Lo siento
Ella esperaba que la besara, ¿cierto? Cielo, ¿por qué no la bese?, ¿por qué no lo hice? ¡Soy un tonto!
Caminé con la cabeza gacha, una sensación de pesimismo invade mis pensamientos. No me pude evitar recriminar por no haber seguido mis instintos.
Soy un perdedor.
No rápidamente negué este pensamiento al pensar en que quizás estaba errada mi deducción. Así que me animé a mí mismo y dejé de lado el pesimismo. Hasta que Carlos llegó con una noticia que me dejó confundido.
— Su protegida agredió a una persona, jefe. Le dije, le dije que ella era un problema. Esta empresa nunca ha tenido este tipo de incidente hasta que esa mujer llegó. Debería despedirla no es más que un desastre. Sabía que se iba a meter en problemas, lo sabía.
Me levanté de mi asiento con miles de pensamientos. Mi primera deducción fue que todo tenía una explicación: sabía muy bien que Fernanda no era el tipo de persona a la que le gustaba actuar sin pensar. Por lo que me dirigí hacia el lugar del conflicto.
Cuando llegué no pude creer lo que mis ojos vieron. Ni siquiera pude reconocer a las dos señoritas que estaban delante de mí. Una estaba desgreñada y su maquillaje se encontraba corrido. La otra que asumí que era Fernanda tenía toda su ropa rota como si alguien hubiese pasado como un par de tijeras.
— ¿Me pueden explicar qué es esta situación? — les pregunté.
Yohana, la chica que atendía la recepción habló primero.
— ¡Jefe, jefe! Esta mujer es una loca de la nada se me vino encima — explicó con voz nasal.
— Hable bien, no hable con la nariz señorita — la regañe.
Yohana sollozó mientras me enseñaba su nariz hinchada. Ella parecía trastornada.
— Esa cualquiera me rompió la nariz, es salvaje. Jefe despídala, hay muchas mujeres que se mueren por usted. Ella no es la única.
— Cómo tú — añadió Fernanda.
— Si como yo. También puede hacer lo mismo que ella e incluso mejor.
Al principio no entendí de qué estaba hablando, pero luego cuando miré la mirada llena de diversión de Fernanda caí en cuenta del significado de las palabras de Yohana. Lo que me hizo dar cuenta de que este tipo de situación no era la primera vez que ocurre.
— Señorita Salas, que dice en su defensa — le pregunté sintiendo un ligero dolor de cabeza.
— Usted ya dedujo porque inició este conflicto jefe, no tengo nada más que añadir, más que soy inocente y solo estaba tratando de vender mi honra — dijo con voz solemne. Sin embargo, debido a su desastrosa apariencia, no pude tomarla en serio —. Cierto, debo añadir que ella me pegó primero solo por llamarla bonita
— Eso, eso es porque lo dijiste de manera condescendiente. Ella empezó a atacarme verbalmente, dijo…
— ¡Ya basta! Este es el tipo de imagen que le están dando a la empresa. Ambas están despedidas — espeto Carlos.
— Es injusto — protestó Yohana.
— Injusto es que peleen en el baño como gatas.
Me froté la frente mientras miraba a Fernanda. Aunque deseaba ser imparcial hacia esta situación. No podía hacerlo. Por lo que no pude evitar preguntarme cuándo empecé a mezclar los asuntos personales con los negocios.
Definitivamente, Fernanda era como un virus que había invadido mi cerebro, ya no podía pensar con claridad.
— No serán despedidas, pero ambas serán sancionadas para que esto quede como lección. Sin embargo, al próximo problema ya no habrá ninguna oportunidad para enmendar sus culpas, sino que serán echadas de una a la calle — dije antes de alejarme.
— Gracias jefe — dijo Yohana.
— Gracias — mencionó Fernanda.
Detuvo mis pasos mientras pensaba en que me estaba volviendo loco por lo que iba a hacer.
— Fernanda venga conmigo a mi oficina. Y por cierto, señorita Yohana. Le advierto de no difundir rumores que pueden manchar el prestigio de esta empresa. Lo que insinuó hace un momento me molestó, ya que la relación entre la señorita Salas y yo es netamente profesional. Ella es mi asistente personal, nada más que eso.
Estas palabras no solo las dije para Yohana, sino también para mí. Para recordarme a mí mismo que no podía violar los principios que siempre había mantenido, eso no era ético. Mientras Fernanda siguiera siendo mi asistente nuestra relación sería solo la de un jefe y su empleada.
No esperé a que Fernanda me siguiera, caminé rápido y fui hasta mi oficina, una vez dentro pude soltar un suspiro lleno de alivio, miró el reloj en mi muñeca, conté hasta el número 10 y se abrió la puerta.
Fernanda apareció un poco más presentable de lo que estaba allá abajo, se había arreglado, su rostro tenía algunos arañazos nada profundos o graves y su cabello estaba pulcro, pero aún parecía alguien que había entrado en alguna pelea callejera.
— Le dije que no era buena que venga con usted. Tiene muchas fans un poco locas — se burló Fernanda.
— Lo siento — me disculpé — No pensé que mi trato te traería problemas.
— No es su culpa — dijo con una sonrisa — Esto pasa en muchos lugares. El acoso laboral es así.
— Debiste decirme — dije sintiéndome culpable — No debiste soportarlo sola. No te contrata para que seas la pelota de todo el mundo. Lo hice porque a pesar de mi buen juicio, creo que eres una persona capaz.
— Me halaga, jefe. Pero… si se porta así de bonito, creo que no podré controlarme — comentó mientras se acercaba a mi lado.
— ¿Qué estás diciendo?
— Tal vez me arrepienta después de esto. Quizás debería seguir como estaba — susurró a escasos centímetros de mi rostro. Por un momento pensé que se iba a sentar en mi regazo como anoche lo hizo.
— Fernanda…
— Sabe me gusta, pero usted es culpable de que me guste, así que no debe enojarse conmigo. Es guapo, tiene dinero, pero sobre todo tiene un corazón tan dulce y amable. No soy de palo, Max. Quizás estoy confundiendo agradecimiento con un enamoramiento. Has hecho mucho por mí. Pero no me importa, no te enojes por lo que diré, ya después podemos hacer como si esto no hubiera pasado, pero necesito sacar esto que llevo atorado en el corazón, sabes…— susurró poniendo un dedo sobre mis labios —. Sabes, hace un momento en el coche quería que me besará. Y creo que me arrepentiré toda la vida si no lo hago ahora.
Tras decir aquello pegó sus labios en los míos, estaba tan confundido que no supe qué hacer al respecto, más que mirar boquiabierto, su confesión me había tomado desprevenido.