Mi nombre es Carolina estoy casada con Miguel mi primer amor a primera vista.
pero todo cambia en nuestras vida cuando descubro que me es infiel.
decido divorciarme y dedicarme más tiempo y explorar mi cuerpo ya que mis amigas me hablan de un orgasmo el cual desconozco y es así como comienza mi historia.
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Capítulo 21
Andrea estaba en el jardín, jugando con Gabriela, cuando escuchó la voz de su madre alzarse entre la multitud. Miró hacia un lado y vio a Carolina enfrentándose a Miguel. La escena era clara: Miguel estaba con otra mujer, y la expresión en el rostro de Carolina lo decía todo.
Las lágrimas comenzaron a recorrer las mejillas de Andrea mientras su corazón se encogía. No podía creer lo que estaba viendo ni escuchar cómo su madre y Miguel discutían. Su mundo también parecía tambalearse, y quedó paralizada, incapaz de apartar la mirada.
En ese momento, Eric apareció detrás de ella, con una expresión tranquila pero curiosa al verla inmóvil.
—Hola, mi niña —dijo, agachándose a la altura de Gabriela y Andrea—. ¿Quién es tu amiga?
Gabriela, ajena a la tensión en el rostro de Andrea, sonrió.
—Ella es Andrea, papá. Es muy linda y juega conmigo.
Eric levantó la mirada hacia Andrea y notó sus ojos llenos de lágrimas, la forma en que temblaban sus labios y cómo apretaba sus manos.
—Andrea... ¿estás bien? —preguntó con suavidad, intentando captar su atención.
Pero Andrea estaba en estado de shock. Las palabras de Eric apenas la rozaron, mientras sus ojos seguían clavados en la figura de Miguel y su madre, que se alejaban hacia lados opuestos del jardín.
Eric, preocupado, posó una mano firme pero amable sobre el hombro de Andrea.
—Andrea, mírame. ¿Qué sucede? —insistió con un tono protector, buscando sacarla de aquel trance.
Andrea finalmente parpadeó y volvió en sí, mirando a Eric con los ojos enrojecidos.
—Es... es mi papá... —balbuceó, señalando hacia la casa mientras las lágrimas seguían cayendo—. Él está... él... está traicionando a mi mamá...
Eric sintió un nudo en el estómago al escucharla, y su expresión endureció al comprender lo que la chica estaba presenciando. Miró hacia la casa y vio a Miguel, todavía visiblemente alterado. Sus pensamientos se agolparon rápidamente, pero decidió centrarse en la niña frente a él.
—Ven aquí, Andrea —dijo, abriendo los brazos.
Andrea, sin pensarlo, se lanzó hacia él, buscando consuelo en su abrazo. Eric la sostuvo con fuerza, acariciándole el cabello mientras ella sollozaba en su pecho.
—Tranquila, pequeña —murmuró—. Estoy aquí, todo va a estar bien.
Mientras Gabriela miraba a ambos con curiosidad, Eric se prometió a sí mismo que no dejaría sola a esta niña en ese momento tan doloroso.
Eric tomó la decisión de llevar a Andrea al interior de la casa para calmarla.
—Vayamos adentro, creo que te caerá bien un té —dijo con voz suave.
Andrea lo siguió, aún en estado de shock, mientras Gabriela se quedaba cerca, observando todo. Al llegar a la cocina, Eric la invitó a sentarse.
—Espera aquí, voy a prepararte algo caliente.
Andrea permaneció en silencio, con la mirada fija en la mesa. Eric puso agua a calentar mientras Gabriela se acercaba tímidamente a su padre. Justo en ese momento, Margaret apareció en la puerta de la cocina.
—Hijo, ¿qué sucede aquí? —preguntó al notar la tensión en la habitación.
Eric alzó la vista hacia su madre.
—Mamá, encontré a esta chica en el jardín. Estaba llorando. ¿Sabes quién es?
Margaret miró a Andrea, sus ojos cargados de comprensión, pero mantuvo su tono neutral.
—Sí, Eric, ella es Andrea... la hija de Carolina.
Eric frunció el ceño, algo desconcertado.
—¿Carolina? ¿La empleada de tu tienda?
Margaret asintió lentamente, pero no añadió más detalles.
—Exactamente. Ella vino con Carolina y su amiga Patricia. Creo que ha pasado algo grave.
Eric observó a Andrea con renovada atención, notando la fragilidad que intentaba ocultar.
—Andrea, ¿quieres hablar de lo que pasó?
Andrea negó con la cabeza y murmuró un suave "gracias" mientras aceptaba la taza de té que Eric le ofrecía. Margaret tocó el brazo de su hijo para apartarlo un momento.
—Déjala tranquila, Eric. Está claro que necesita tiempo. Asegúrate de que se sienta cómoda, pero no la presiones.
—Iré a buscar una empleada y le avisaré a Carolina que su hija está aquí.
Margaret, preocupada por Carolina en la fiesta durante un buen rato, decidió salir a buscarla. Caminó hacia el jardín, donde el ambiente era más tranquilo y silencioso. Finalmente, la encontró en un rincón apartado, con la cabeza gacha y los hombros temblando levemente.
Se acercó con cuidado y se agachó a su lado.
—Carolina, hija, ¿qué tienes? —preguntó con un tono suave y maternal.
Carolina levantó la mirada, sus ojos llenos de lágrimas que no podía contener más.
—Señora Margaret... —su voz temblaba—. Mi... mi esposo... me es infiel. Y está aquí...
Margaret parpadeó, sorprendida, pero no dejó que eso se reflejara en su expresión. Tomó las manos de Carolina entre las suyas.
—Oh, querida, lo siento mucho. No tienes que enfrentarte a esto sola.
Carolina apartó la mirada, tratando de secarse las lágrimas con rapidez.
—Lo vi con mis propios ojos, señora Margaret. Estaba... besando a otra mujer, como si yo no existiera. Y Andrea... mi hija... podría haberlo visto también.
—No digas más —la interrumpió Margaret, apretando sus manos con ternura—. Sé que esto duele más de lo que las palabras pueden expresar, pero por favor, ven conmigo. No quiero que estés aquí, sola y expuesta a que alguien más lo note.
Carolina asintió con dificultad, permitiendo que Margaret la ayudara a levantarse.
—Gracias... de verdad, gracias.
—Eres una mujer fuerte, Carolina. Y no voy a permitir que alguien te haga sentir menos. Vamos a hablar en mi oficina, lejos de todo este ruido, ¿te parece?
Carolina asintió de nuevo, y juntas caminaron de regreso al interior de la casa, dejando atrás la oscuridad del jardín.