Sinopsis: Camila es una apasionada estudiante de arte que decide participar en un programa de voluntariado en un hospital, buscando dar un sentido más profundo a su vida y su arte. Allí conoce a Gabriel, un joven carismático que enfrenta una dura batalla contra el cáncer. A pesar de la gravedad de su situación, Gabriel irradia una energía contagiosa que transforma el entorno del hospital.
A medida que Camila y Gabriel pasan tiempo juntos, su amistad florece. Camila descubre que el arte puede ser una poderosa herramienta de sanación, mientras que Gabriel encuentra en ella una fuente de inspiración y alegría. Juntos, crean un mundo de colores y risas en medio de la adversidad, compartiendo sueños, miedos y momentos de vulnerabilidad.
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Un día para recordar
Camila, con su cabello corto y desordenado por el viento, miraba a su amigo Gabriel con una mezcla de emoción y nerviosismo. Gabriel, a pesar de su lucha contra el cáncer, tenía una energía contagiosa. Era un día especial para ambos: habían decidido explorar la ciudad juntos, una escapada que prometía ser inolvidable.
La mañana comenzó con un desayuno en uno de los cafés favoritos de Camila, un pequeño lugar escondido entre las calles adoquinadas. El aroma del café recién hecho y los pasteles recién horneados los envolvía mientras se acomodaban en una mesa al lado de la ventana. Camila pidió un croissant con mermelada de frambuesa, mientras Gabriel optó por una tostada con aguacate y huevo. Ambos se sentían emocionados de verse y de la aventura que los esperaba, Gabriel se sentía feliz cada que salía del hospital y esa alegría era contagiosa. Cada palabra era un recordatorio de lo valiosa que era su amistad. La comodidad que ambos compartían se sentía como si en otras vidas, ya hubieran tenido una historia.
Hicieron una larga caminata por la ciudad, deteniéndose en lugares que llamaban la atención de Gabriel, pues no podia evitar fotografiar a Camila en aquellos lugares que consideraba especiales. Por otra parte Camila no se negaba a ninguna de sus exigencias, amaba posar para el lente Gabriel.
Cayó la tarde y decidieron ir al cine. La cartelera ofrecía una mezcla de comedias y dramas, pero ambos coincidieron en que necesitaban algo ligero. Optaron por una comedia romántica que prometía risas y un buen rato. A medida que se acomodaban en sus asientos, Gabriel le lanzó una mirada cómplice que hizo reír a Camila. La película comenzó y, aunque la trama era predecible, el tiempo que pasaban juntos era lo que realmente importaba. Se reían a carcajadas y compartían palomitas, creando un pequeño mundo solo para ellos y el hecho de que la sala se encontraba casi vacía, levantó una especie de intimidad entre los dos.
Al salir del cine, el sol seguía alto en el cielo. Gabriel sugirió visitar un centro comercial cercano, y Camila aceptó gustosamente. Pasearon entre las tiendas, probándose ropa y compartiendo opiniones sobre lo que les quedaba bien o no. Gabriel, con su sentido del humor, hizo que cada momento fuera divertido. Se detuvieron en una tienda de zapatos, donde Camila se probó un par de botines que le encantaron. "¡Esos son perfectos para ti!", exclamó Gabriel, mientras ella giraba sobre sus pies, admirando su reflejo en el espejo.
Y asi recorriendo el centro comercial, decidieron hacer algo diferente: una clase de baile. Camila había siempre querido aprender a bailar salsa, y Gabriel, con su espíritu aventurero, se ofreció a acompañarla. Al llegar a la clase, se sintieron un poco fuera de lugar, pero la música animada los hizo olvidar sus inseguridades. Se rieron al intentar seguir los pasos, tropezándose y pisándose los pies, pero cada error los unía más. Al final de la clase, sudorosos y risueños, ambos sabían que este día ya era especial.
Ya cuando el sol lanzaba sus últimos rayos de luz, Gabriel sugirió visitar un balneario que solía ser su refugio durante la secundaria. "Es el lugar perfecto para terminar el día", dijo con una sonrisa. Camila aceptó, intrigada por la idea. Al llegar, el sonido de las olas rompiendo contra las rocas les dio la bienvenida. Gabriel la llevó hasta el acantilado, donde había crecido saltando al océano con sus amigos del equipo de básquet.
—Camila, tienes que probarlo. Es una experiencia única —insistió Gabriel, mirando el vasto océano frente a ellos. Pero Camila dudaba. La altura la intimidaba y la idea de lanzarse al agua casi a oscuras le parecía aterradora.
—¿Y si algo sale mal? —preguntó, temerosa. Gabriel, con su mirada tranquila y confiada, le explicó que era seguro y que siempre había hecho saltos desde allí, nunca había tenido un problema. —Confía en mí. Vamos a hacerlo juntos —dijo mientras le sonreía.
Después de un rato de persuasión y muchas risas nerviosas, ambos se desvistieron hasta quedar en ropa interior. La adrenalina corría por sus venas mientras se tomaban de las manos.
—Vamos, solo contamos hasta tres —sugirió Gabriel. Camila asintió, sintiendo que ese momento definía su amistad. Con el corazón latiendo a mil por hora, comenzaron a contar.
"Uno... dos... tres!"
Ambos saltaron al mismo tiempo, el viento les azotó la cara mientras caían. La sensación de libertad fue indescriptible; el océano los recibió con un abrazo refrescante. Emergiendo del agua, rieron a carcajadas, sintiéndose más vivos que nunca. La experiencia fue un torbellino de emociones: miedo, alegría y una profunda conexión entre ellos.
Al salir del agua, se sentaron en la orilla, dejando que las olas acariciaran sus cuerpos.
—No puedo creer que hicimos eso ¿Enserio acabamos de hacer eso?—dijo Camila, riendo aún.
—¡Fue increíble! —exclamó Gabriel, su mirada brillando con entusiasmo. Aquella aventura había sellado su amistad de una manera que nunca habrían imaginado.
Mientras el sol se ponía en el horizonte, ambos miraron hacia el océano, sintiéndose agradecidos por ese día. Habían reído, explorado y, sobre todo, habían vivido. Fue un pacto silencioso entre ellos: vivir cada día al máximo, como si fuera el último. Camila sabía que, aunque Gabriel enfrentaba una batalla difícil, su espíritu indomable siempre la inspiraría a no rendirse.
Con el corazón lleno de gratitud y la promesa de un futuro lleno de aventuras, se levantaron y Camila entrelazó sus manos con las de Gabriel, caminaron hacia el camino que los llevaría de regreso a casa. No importaba lo que el destino les deparara, ese día siempre sería un recordatorio de su conexión, su valentía y la belleza de vivir en el presente. Hasta donde los llevará el destino.