En la bulliciosa ciudad decorada con luces festivas y el aroma de la temporada navideña, Jasón Carter, un exitoso empresario de publicidad, lucha por equilibrar su trabajo y la crianza de su hija pequeña, Emma, tras la reciente muerte de su esposa. Cuando Abby, una joven huérfana que trabaja como limpiadora en el edificio donde se encuentra la empresa, entra en sus vidas, su presencia transforma todo, dándoles a padre e hija una nueva perspectiva en medio de las vísperas navideñas.
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Preparándose para el gran día.
La noticia del compromiso de Jasón y Abby se extendió por toda la empresa de publicidad, y la celebración no se hizo esperar. Los empleados, que habían sido testigos del crecimiento de la relación, estaban emocionados, y las felicitaciones llenaban el ambiente. Emma, por su parte, se convirtió en la organizadora oficial del evento, eligiendo con entusiasmo detalles como el color de las flores y la música que sonaría durante la ceremonia.
Los preparativos para la boda eran un torbellino de actividad. Mientras Jasón trabajaba, Abby pasaba las mañanas en reuniones con la decoradora, analizando cada detalle para asegurar que el jardín familiar se convirtiera en un lugar mágico. El lugar se llenaría de flores frescas: rosas blancas, hortensias azules y lirios lilas, elegidos para representar la pureza y la esperanza. Amelia ayudaba a coordinar la llegada de los invitados, que estarían presentes en la ceremonia y la celebración. Su presencia llenaba la casa de risas y consejos, mientras las luces de colores y las guirnaldas de hojas verdes se instalaban en el jardín.
Algunas veces después de que Emma se iba a la escuela, Abby y Jasón se encontraban en la casa para revisar los detalles y compartir momentos a solas. Ella se reía mientras él trataba de colgar algún ramo de flores, que inevitablemente se caía una y otra vez.
—Vamos, cielo, si yo puedo hacerlo, tú también, amor —le decía Abby, levantando los brazos con una sonrisa juguetona.
—No me hace gracia —respondía Jasón, haciéndose el ofendido mientras le lanzaba una almohada de tela con estampado de cuadros.
El día antes de la boda, la casa de Jasón era un bullicio de preparativos. Emma ayudaba a decorar las mesas, organizando tarjetas de lugar con dibujos que ella misma había hecho, y el jardinero llegaba para dar los últimos toques al césped. Las velas se alineaban en cada esquina, y el aroma de las flores se mezclaba con el de la comida que se estaba preparando en la cocina, donde un chef preparaba una mesa de banquete con una variedad de platos que hacían agua la boca.
Abby y Jasón se reunieron en el salón de la casa, donde la luz del atardecer se colaba a través de los ventanales y teñía el espacio de tonos dorados. Se miraron, y por un momento, el ruido de la casa se desvaneció. Era como si el mundo entero se hubiera detenido para ellos.
—Mañana es el gran día —dijo Abby, con una mezcla de emoción y nervios.
—Lo sé, cariño —respondió él, tomando su mano con fuerza—. Y sé que es solo el principio. Me alegra que esto sea nuestro.
El día de la boda, la casa despertó temprano, llena de murmullos y risas. Emma se levantó con una sonrisa de oreja a oreja, lista para ayudar a Abby a vestirse. Luego de que la muchacha estuvo lista, la niña correteaba por la casa con un vestido de tul, sosteniendo una cesta con pétalos de flores que iba a esparcir durante la ceremonia.
Abby se miró al espejo, por quinta o sexta
vez, viendo cómo el vestido blanco caía suavemente alrededor de ella, y un nudo se formó en su garganta. El vestido, era delicado y con un toque vintage, había sido elegido especialmente por ella y Emma, quien insistía en que representaba la sencillez y la elegancia que Abby reflejaba.
Jasón, por su parte, estaba en la terraza, arreglándose con la ayuda de su mejor amigo, Aarón. El sol comenzaba a asomarse, iluminando el cielo con un resplandor naranja, y el aire fresco traía consigo el aroma de la primavera. La anticipación llenaba el aire, y cada sonido, cada risa y cada palabra compartida se sentían como un preludio de lo que estaba por venir.
La ceremonia comenzó justo cuando el sol alcanzó su punto más alto. El jardín estaba transformado: guirnaldas de flores colgaban de los árboles, y las sillas blancas formaban un semicírculo alrededor de un arco adornado con flores y luces. Abby caminó hacia Jasón, en compañía de Emma, que esparcía pétalos con una sonrisa radiante. Mientras que él la esperaba en él altar acompañado por Amelia, la mujer no podía evitar que sus ojos se llenaran de lagrimas, ya que después de sufrir la perdida de Clara, su hijo había encontrado la fuerza para seguir adelante. Los invitados contenían la respiración mientras la música llenaba el aire.
Cuando Abby llegó frente a Jasón, él tomó sus manos con ternura, sus ojos brillaron con emoción.
El juez comenzó la ceremonia, les leyó la lista de obligaciones de los esposos, así como también les preguntó si aceptaban ser esposos. Luego de que ambos dijeran que si, les pidió recitar sus votos.
El primero fue Jasón...
—Abby, desde que entraste en mi vida, todo cambió. Me devolviste la fe, la esperanza, y lo más importante, me diste un hogar. Hoy te prometo que estaré a tu lado en cada paso, en cada alegría y cada desafió. Te amo con todo mi ser y siempre lo haré.
Las palabras de Jasón resonaron en el corazón de Abby, quien, con lágrimas en los ojos, respondió:
—Jasón, nunca imaginé encontrar a alguien como tú. Me diste algo que nunca creí posible: una familia. Prometo amarte, apoyarte y caminar a tu lado por el resto de nuestras vidas. Contigo, finalmente puedo decir que soy feliz.
El oficiante los declaró marido y mujer, y el beso que compartieron bajo el arco fue el broche perfecto para una ceremonia llena de amor y emoción. Los invitados aplaudieron con entusiasmo, y Emma, incapaz de contener su alegría, se lanzó a abrazarlos a ambos.
La recepción fue igual de especial. Las mesas estaban decoradas con velas y flores, y una suave música de cuerdas llenaba el aire. Emma, quien había preparado un pequeño discurso, se levantó emocionada y dijo:
—Solo quiero decir que estoy muy feliz porque ahora somos una familia. Papá, Abby, los amo mucho.
Las palabras de Emma conmovieron a todos los presentes, y Jasón la abrazó con fuerza, agradeciendo en silencio por tener a su hija y a Abby en su vida.
Cuando la noche cayó, Abby y Jasón compartieron un baile bajo las estrellas, rodeados de luces parpadeantes y el murmullo de los invitados felices. El viento trajo consigo un suave copo de nieve que se posó sobre el hombro de Abby. Era como si el cielo estuviera bendiciendo ese momento.
—Para siempre, Abby —susurró Jasón mientras la abrazaba con fuerza.
—Para siempre, Jasón —respondía ella, sabiendo que su vida había comenzado una vez más.
La boda no solo marcó el inicio de una nueva etapa, sino también reafirmó que, juntos, podían superar cualquier cosa. Y así, bajo la luz de las estrellas y la bendición de la nieve, Jasón, Abby y Emma comenzaron su historia como una familia completa y feliz.