EN BUSQUEDA DE LO PERDIDO

Día 08 de Diciembre

"Amo mi soledad.

Pero anhelo algún día encontrar una buena compañía".

Autor: ByAlone25

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Su expresión reflejó una mezcla de decepción y vergüenza, mientras sus hombros se relajaban al ver la reacción de la mujer, a pesar de que su brazo aún permanecía sobre su piel.

—¿Sí? —preguntó con curiosidad ante la osadía del hombre desconocido.

—Lo siento —logró articular, retrocediendo un poco—. Te he confundido con una amiga.

La joven le ofreció una sonrisa comprensiva.

—No te preocupes, a mí también me ha pasado confundir a desconocidos con conocidos. Además, no creo que la mujer que buscas esté tan... "rellena" como yo —dijo, soltando una risa alegre mientras señalaba su abdomen, que mostraba un embarazo de aproximadamente siete meses.

La risa también se apoderó de Michael, quien no podía creer el error cometido. Sin embargo, era cierto que la mujer llevaba un traje de sastre muy similar, aunque debajo del blazer portaba una blusa de lana.

—¿La mujer que busca también está embarazada? —preguntó con curiosidad.

—No —respondió con firmeza, aunque pronto se sumió en sus pensamientos ante esta nueva revelación. ¿Cómo sabía él si ella estaba embarazada? Su presencia en ese lugar no era casual. Tampoco tenía información sobre si estaba casada o si tenía hijos. La falta de conocimiento sobre su vida era abrumadora. Con mayor razón, decidió dejar de pensar en esa mujer que podría tener una vida plena y estable, ajena a él.

Sus ojos se dirigieron hacia su abdomen, intentando desviar sus pensamientos. Aunque el vientre de la mujer no era excesivamente grande para los meses que llevaba, su forma redondeada despertaba en él el deseo de tocarlo. Se pasó la mano por el cabello, sintiéndose inquieto.

—¿Puedo tocar? —preguntó, con un notable nerviosismo en su voz, tragando con dificultad al percibir un atisbo de desconfianza en los ojos de la desconocida.

—Lo siento, no debí decir eso —se disculpó, intentando alejarse.

La mujer lo detuvo al tomarlo del brazo, impidiendo su intento de huida.

—Por cierto, mi nombre es Renee —se presentó, esperando que el desconocido también compartiera su nombre.

Él lo observó atentamente hasta que se percató del intento de ella por suavizar el ambiente. —¡Oh! — su rostro se sonrojó levemente mientras se aclaraba la garganta.

—Mi nombre es Michael— dijo, y en ese momento, Renee tomó su mano y la colocó sobre su abdomen. Los ojos de Michael brillaron de felicidad, y soltó un suspiro, apreciando profundamente el hermoso momento que Renee le estaba brindando.

—Esto es lo más amable que un desconocido ha hecho por mí, sin duda alguna— murmuró, con la mirada fija en su vientre. Su corazón dio un vuelco al sentir el movimiento del bebé. —¡Oh! — exclamó, sorprendido.

En el pasado, no se permitió tocar el abdomen de su hermana durante su primer embarazo, y se negó rotundamente cuando su hermano tuvo a su hijo. Pero hoy, decidió dejar atrás el dolor y la tristeza, aprovechando esta nueva experiencia que la vida le ofrecía.

—Gracias, — susurró, con los ojos llenos de emoción. En ese momento tan especial, la felicidad lo envolvía.

—Eres un buen hombre, — asumió la mujer embarazada. —Me encantaría que el rostro de mi esposo se iluminara así al tocarme el vientre. Tu esposa debe ser muy afortunada. ¿Cuántos meses tiene ella? —

Él negó con la cabeza ante su suposición. "No estoy casado, y mucho menos tengo hijos."

—¿En serio? Pero estás en una tienda de bebés, lo que sugiere que vienes a comprar ropa para tu bebé, o al menos para algún bebé, — comentó ella, sorprendida.

Michael soltó una risa suave al notar la confusión en el rostro de Renee. —No, he venido aquí porque me llamó la atención, respondió, — sin ganas de compartir los detalles de su situación con su nueva conocida.

— ¡Ah! En el futuro, serás un gran padre. —

Michael asintió con gratitud ante el cumplido de la mujer, luego se despidió y se dirigió a su coche.

Mientras se acomodaba en el asiento del copiloto, no pudo evitar reírse al recordar lo sucedido en la tienda. ¡Qué vergonzoso! Nunca imaginó que confundiría a las personas y, aún más, que entablaría una conversación tan amena. Un suspiro de frustración escapó de sus labios al darse cuenta de cuánto le faltaba en su vida la emoción de la "felicidad", una palabra tan sencilla, pero a la vez tan difícil de alcanzar y mantener.

Al estacionar su auto en el porche de su casa, notó que no estaba solo; el jet car de su hermano Enzo estaba allí, un vehículo que solo utilizaba cuando su hijo Aarón salía con él.

Consciente de que había dos inquilinos no deseados en su hogar, se apresuró a entrar.

—Finalmente has llegado, — comentó su hermano con total naturalidad.

Era habitual que su hermano entrara como si fuera el dueño de casa y, sobre todo, que le hiciera preguntas incómodas.

—Tío —dijo el pequeño Aarón.

—Campeón, Enzo. ¿Cuál es el motivo de tu visita? —preguntó su hermano.

—Tu sobrino no ha dejado de preguntar por ti, así que he decidido traerlo a verte.

—Por una semana, tío —interrumpió Aarón.

Michael dirigió una mirada intensa a su hermano, quien se encogió de hombros como si no tuviera nada que ver con la situación.

—¿Una semana? —inquirió Michael.

—Eso es lo que tu sobrino exige. No me mires así —respondió su hermano, mientras se dirigía hacia la salida—. La ropa está en tu habitación, todo está preparado. —La puerta se cerró tras él.