Tercera parte! En emisión asique no se desesperen que vamos a paso lento pero seguro. Escribo con mucho amor asi que espero lo mismo de ustedes 🖤
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Cap 12
Cap 12
Es imposible salir de casa con esta tormenta que parece interminable, y por eso mañana temprano partimos a Nueva York. Ahora, mi lugar es con Vlad. Mi madre y mis tías han preparado una cena sencilla pero bonita para celebrar nuestro matrimonio, y todos en la mesa sonríen como si esta union no fuera más que un paso lógico en mi vida.
—¿En qué piensas? —Vlad toma mi mano por debajo de la mesa. Su tono es calmado, pero puedo notar en su mirada que está atento a cada uno de mis gestos—. ¿Ya te arrepentiste?
Le sonrío, pero no porque me haga gracia. Es más por la inquietud que noto en sus ojos, esa preocupación que siempre intenta ocultar detrás de su madurez.
—No todavía... llevamos dos horas casados, creo que puedo soportarte otras dos más —bromeo, aunque en el fondo sé que mis nervios están un poco más allá de lo normal—. Solo estoy un poco nerviosa.
—¿Es por mis hermanos? —pregunta, arqueando una ceja, como si la idea de que algo relacionado con sus hermanos pudiera afectarme y no fuera un problema que él ya tiene bajo control.
Mis mejillas se calientan porque al parecer la única que esta pensando en lo que va a pasar cuando entremos a nuestra habitación, soy yo.
—No, no es por tus hermanos —murmuro, sintiendo cómo mis pensamientos se entrelazan en un mar de confusión—. Es solo que... todo esto ha sido muy rápido, pero estoy bien con eso.
Vlad me mira por un momento, como si estuviera evaluando cada palabra. A sus 28 años, siempre ha sido el hombre tranquilo, distante y observador, el que parece tener todo bajo control, incluso cuando las cosas se complican. Y aunque sé que es más experimentado y maduro que yo, no puedo evitar sentir que todo lo referido a nuestro matrimonio tendrá que enseñármelo él.
—No tienes que estar nerviosa —dice en voz baja, su tono cargado de comprensión—. Esto es solo el comienzo, Dess.
Agradezco su paciencia. A pesar de que esto es algo que los dos decidimos, y en lo que yo principalmente insistí, Vlad ha sido bueno y atento conmigo. Diez años de diferencia pueden parecer mucho, y aunque sé que él está enamorado de mí, yo todavía estoy descubriendo lo que siento. Lo único que sé con certeza es que confío en él, y lo quiero muchisimo y... eso es suficiente por ahora.
—Creo que los novios ya se pueden subir a descansar, mañana será un largo día y... —la voz de mi madre rompe el ambiente de celebración.
De repente, mi padre casi se ahoga con el vino que estaba a punto de tragar cuando escucha sus palabras.
—¡¿Piensas que van a dormir juntos?! —exclama, logrando que todos suelten risitas poco discretas.
—Cariño, ya están casados, no puedes hacer nada, y ella ahora es responsabilidad de su esposo —mi madre le responde con calma, como si estuviera explicando algo evidente y natural.
Pero yo comparto la misma idea que mi padre. Estoy súper nerviosa, y aunque Vlad no me ha dado ninguna señal de que espere algo de mí esta noche, sé que la famosa “noche de bodas” es algo que va a pasar, y no hay nada que pueda hacer para evitarlo.
No me malinterpreten, no estoy en plan de "esposa obligada" ni le temo a la pérdida de mi virginidad. Lo que realmente me pone nerviosa es no ser suficiente, no estar a la altura de lo que Vlad pueda esperar de mí. ¿Y si no está satisfecho? ¿Y si no cumplo con lo que él esperaba de este momento?
El simple hecho de pensarlo me revuelve el estómago. Sé que él me cuidará y no hará nada que yo no quiera, pero eso no quita el miedo que me produce no cumplir con las expectativas, las suyas y las mías.
—Sí, creo que es tarde y todos deberíamos ir a descansar —Vlad se pone de pie y extiende su mano para ayudarme a levantarme. Ahora sí, siento que mis piernas van a fallar—. ¿Estás de acuerdo, cariño?
Todos tienen sus ojos puestos en nosotros, y tal como he aprendido, asiento con la mirada inexpresiva.
—También estoy cansada y quiero ir a dormir.— Respondo con la voz segura.
—Dormir le dicen ahora... —dice mi hermano León con el ceño fruncido—. Si le haces daño a mi hermana, te ahogo en la piscina.
Tomo la mano que me ofrece Vlad para ayudarme aponerme de pie mientras las risitas en la mesa no tardan en aparecer. Mi hermano, por supuesto, no está bromeando, pero los demás parecen encontrar divertido el momento, como si la amenaza de ahogar a Vlad en la piscina fuera solo un chiste más en medio de la celebración, pero siento el calor en las mejillas por la vergüenza y fulmino con la mirada a mi hermano.
—Buenas noches, familia. Gracias por la cena, fue agradable y bonito, no podría haber pedido más que esto —digo, esforzándome por sonar tranquila.
Mi familia se pone de pie para despedirnos. Siento sus miradas clavadas en nosotros mientras Vlad me corre la silla con una cortesía que a veces me descoloca. Nos alejamos del comedor y, en mi cabeza, rezo a todas las diosas para que mis piernas no me fallen. Estoy tan nerviosa que siento que en cualquier momento podría tropezar y terminar de cara al suelo.
A nuestro alrededor, la casa se siente más grande que nunca. Las sombras creadas por las luces suaves proyectan figuras en las paredes, y el eco de nuestras pisadas es lo único que resuena en el silencio que ha caído tras nuestra despedida.
—No puedo creerlo —dice Vlad con una sonrisa que apenas se dibuja en su rostro—. Ni en el mejor de mis sueños te imaginé así, conmigo de la mano, casados y caminando hacia nuestra habitación.
Muerdo mi labio inferior, incapaz de sostenerle la mirada por mucho tiempo. Cuando finalmente lo miro, me encuentro con sus ojos grises, observándome con esa intensidad que siempre ha tenido. Es como si sus ojos pudieran ver todo lo que estoy pensando, y eso me pone aún más nerviosa. Su rostro, siempre sereno y controlado, ahora refleja algo más. ¿Expectativa? ¿Ansiedad? No lo sé. Pero puedo ver que, a pesar de su habitual calma, él también está viviendo este momento con una mezcla de emociones.
Vlad se ve imponente, con su altura y ese porte tan maduro que a veces hace que la diferencia de edad entre nosotros se sienta aún más real. Tiene el cabello negro peinado hacia atrás con una trenza tejida que cae hasta la cintura como acostumbran a usar todos los Volkov, y a la luz tenue, los rasgos de su rostro parecen aún más marcados. Sus labios se curvan en una sonrisa que intenta tranquilizarme, pero su mirada sigue siendo intensa. Lleva un traje oscuro que realza su figura atlética, y por un segundo, me pregunto si él también está nervioso, aunque lo disimula mucho mejor que yo.
Cada paso que damos hacia las escaleras me hace sentir más pequeña y más vulnerable. Siento que mi estómago está hecho un nudo, y aunque trato de respirar profundamente, no puedo evitar el ligero temblor en mis manos. ¿Y si tropiezo? ¿Y si hago algo ridículo? Mi mente no deja de imaginar escenarios desastrosos.
Al llegar al pie de las escaleras, siento que el aire se vuelve más denso. Mirar hacia arriba, hacia los escalones que nos llevan al tercer piso, me hace sentir que el camino es interminable. Mi habitación, que antes era mi refugio, ahora parece un lugar completamente distinto. Un lugar donde nuestra noche de bodas se vuelve más real con cada paso que damos.
Vlad no suelta mi mano en ningún momento, su agarre es firme pero delicado, como si entendiera lo que pasa por mi cabeza sin necesidad de decirlo. Él avanza con seguridad, su postura relajada pero protectora. Por un momento, me pregunto cómo puede estar tan calmado mientras yo siento que voy a explotar de nervios.
El silencio entre nosotros es palpable. A medida que subimos los escalones, mis pensamientos se entrelazan. ¿Qué va a pasar? ¿Me va a doler? No estoy asustada de él, lo conozco lo suficiente como para saber que no hará nada que yo no quiera. Pero el peso de la expectativa, de lo que se supone que debería suceder, es lo que me tiene así. Y luego está el hecho de que, aunque Vlad esté enamorado de mí, yo no estoy en el mismo lugar emocionalmente. No aún.
Finalmente llegamos al pasillo del tercer piso, donde está nuestra habitación. Mi corazón late con fuerza, y cuando Vlad me mira nuevamente, es como si el tiempo se detuviera por un instante. Me sonríe de nuevo, esa sonrisa que intenta tranquilizarme, pero que solo consigue que mi mente corra aún más rápido.
—Tranquila —murmura, como si hubiera leído mis pensamientos—. Yo también estoy nervioso.
Sus palabras me calman un poco, pero los nervios siguen ahí. Lo único que puedo hacer ahora es confiar en él y en que todo saldrá bien.
—¿Qué, también eres virgen? —bromeo para tratar de calmar la ansiedad.
—No, pero no es lo mismo estar con una mujer cualquiera que ir a la cama con el amor de tu vida después de haberlo deseado por tanto tiempo. Además, no han sido tantas como supones, solo ha sido una y...
—¿Qué? —pregunto cuando por fin llegamos al tercer piso y él deja de hablar. Puedo ver la puerta de mi habitación, y paso la lengua por mis labios porque de repente los siento secos. Pero lo que hace a continuación me saca una risita nerviosa.
—Soy un hombre tradicional, amor, por eso te llevaré en brazos hasta nuestra alcoba.
Los pasos de Vlad son lentos, y puedo sentir el palpitar furioso de su corazón. Mis manos rodean su cuello mientras él estira su brazo para alcanzar el picaporte y abrir la puerta de mi habitación, llevándonos adentro.
—Nunca he estado aquí, no pensé que tu habitación sería tan oscura. Creí que sería más...
—Bueno, esta es mi última noche en mi cueva, así que mejor no digas nada.
Suelta una pequeña risa mientras entramos del todo y cierra la puerta con su pie. Con cuidado, me sienta en la cama y deja un beso suave.
—Estoy nerviosa y no tengo idea de qué hacer y qué no, así que vas a tener que enseñarme para no hacer el ridículo —hablo rápido, haciendo que Vlad suelte una risita.
—Te dije que también estoy nervioso —susurra, besando mis labios delicadamente antes de sentarse a mi lado—. Si no quieres, no pasará nada, pero como sabes, debo bajar e informar que nuestra boda ha sido consumada para notificar a la Bratva y a tu madre, ya que ella es la encargada de avisar a las demás mafias que ahora somos esposos.
Dios, todo el mundo se enterará de que me acosté con Vlad, pero lo que más me incomoda es que mi madre lo sepa de la boca de mi esposo. Es algo medieval... pero las normas deben respetarse.
—No te preocupes por eso, si no lo hacemos, nuestra boda no tiene validez y necesitamos que la tenga. Lo haremos, pero quiero que sepas que estoy cagada del susto —digo, dejando escapar una risita nerviosa.
Vlad se pone de pie lentamente, sus ojos grises fijos en los míos, y extiende su mano para ayudarme a levantarme de la cama. Tomo su mano, notando el contraste entre su seguridad y mis nervios, pero su tacto es firme y reconfortante.
—¿Qué haces? —pregunto, sorprendida, cuando pega mi cuerpo al suyo, envolviendo mi cintura con una mano mientras la otra aún sostiene la mía.
—Te dije que soy un hombre tradicional, y no tuvimos nuestro primer baile.
Sus palabras me descolocan un poco. Llevo mi mano libre a su hombro, aún un poco insegura, mientras él empieza a moverse, guiándome en un baile lento y silencioso. La habitación oscura parece envolverse en una atmósfera íntima, donde solo existimos nosotros dos.
—No hay música, Vlad. ¿Quieres que encienda mi sistema de audio? —pregunto, buscando alguna excusa para romper el silencio que me hace sentir vulnerable.
Él niega con la cabeza, y antes de que pueda decir algo más, baja su rostro y me besa suavemente. Su beso es lento, como si quisiera calmar mis nervios con ese gesto, y cuando se separa, sus ojos se encuentran de nuevo con los míos.
—No hace falta música. Tenemos un show de luces afuera, las gotas de agua golpeando las ventanas, los truenos acompañándonos... y tu respiración, ahora mismo, es la mejor melodía que podría pedir.
Sonrío, sin saber exactamente qué responder. Sus palabras son dulces, pero me hacen sentir aún más consciente de todo lo que está sucediendo. Sin embargo, en lugar de dejar que mi mente siga llenándose de dudas, apoyo mi rostro en su pecho, sintiendo el ritmo de su respiración y el latido de su corazón bajo mi mejilla.
Nos quedamos así por un momento, en silencio, solo los dos, bailando con el sonido de la tormenta afuera. Las luces de los relámpagos se filtran por las cortinas, iluminando la habitación en destellos breves y espectaculares. Cada trueno parece marcar el ritmo, mientras las gotas de lluvia golpean con fuerza los cristales, como si la naturaleza misma estuviera brindando la música para nuestro momento.
El calor de su cuerpo me envuelve, y poco a poco, mis nervios comienzan a calmarse. No sé qué va a pasar después de esto, pero ahora mismo, en sus brazos, siento una paz que no esperaba encontrar en una noche tan cargada de sensaciones.