Sarah Miller a sus 22 años, ya tenía toda su vida planeada, se casaría con el hombre que amaba Jason Cooper, con quien compartía una relación hacia 4 años. Nunca imagino que su vida cambiaría radicalmente, por los actos de una noche, y esto ocasionaría que de igual manera perteneciera a la familia Cooper.
¿Puedes enamorarte de alguien de la noche a la mañana?.
Acompañame a leer esta gran historia en donde encontraras: Amor, traición, dolor, odio, romance y venganza.
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Capítulo 11
Sarah bajaba por las escaleras con sus maletas y antes de llegar a la puerta.
Richard: Sarah.
Él la observaba bastante molesto.
- Dame tus tarjetas.
Sarah: Pe-pero padre, me quedaría sin dinero.
Richard: Eso no es problema mío, debiste pensar muy bien las cosas antes de comportarte como una cualquiera.
En ese momento llego Steven.
Steven: Buenas tardes.
Él observo a Sarah, con sus maletas en mano y esto lo enfureció.
- Richard\, ¿Podemos hablar un momento?
Richard: Si claro, ven conmigo a mi despacho. Adiós Sarah, ya te puedes ir.
Steven: No Richard, primero hablemos y después tomas una decisión.
El padre de Sarah estaba confundido.
Steven se acercó a Sarah y acarició su rostro con delicadeza.
- Espérame aquí\, no te vayas.
Sarah: Por favor, Steven, no.
Steven: Confía en mí.
El ingreso con Richard a la oficina de este.
Richard: Dime Steven. ¿De qué quieres hablar?
Steven: Mira Richard la verdad es que...
En ese momento ingreso Sarah.
Sarah: Por favor, Steven, vete, no empeores las cosas.
Steven: Al contrario, Sarah, estoy buscando una solución para todos.
Richard ya estaba bastante molesto, señaló a Steven.
- Tú dime a que viniste.
Señalo a Sarah.
- Y tú ya te dije que te marches de esta casa.
Sarah agacho su cabeza y se iba a retirar, pero Steven la detuvo, entrelazo su mano con la de ella.
- Mejor quédate.
Richard los observo.
- Explíquenme ya mismo que está sucediendo.
Steven lo miro y respondió:
- Yo fui el hombre con el que estuvo Sarah.
Richard abrió sus ojos de par en par, iba a golpear a Sarah, pero Steven se interpuso y rápidamente puso a la chica atrás de él.
Steven: Richard, eres mayor y no te quiero faltar al respeto, así que te voy a pedir que no vuelvas a ponerle una mano encima a Sarah. Vine a tu casa, porque quiero dar la cara como hombre, me voy a responsabilizar de tu hija y quiero pedir tu consentimiento para casarme con ella.
Sarah abrió su boca asombrada.
- No\, no\, no Steven como se te ocurre.
Steven: Es lo mejor Sarah.
Richard: Bien, tienes mi consentimiento, pero ahora mismo te la llevas de mi casa.
Steven se enfureció, no podía creer que ese fuera el padre de Sarah. El tomo la mano de ella e iba salir.
- Vámonos Sarah.
Sarah se zafó del agarre.
- No Steven\, no voy a ningún lado contigo y tú padre ¿cómo crees que me voy a casar con él?
Richard la fulminó con la mirada.
- Si aún te queda algo de dignidad y respeto por tu familia\, lo vas a hacer. No quiero sentir más vergüenza por tu culpa.
Steven volvió a tomar a Sarah y salió con ella. Al llegar a la puerta Sarah quiso tomar sus maletas, pero Steven no se lo permitió.
- Deja todo eso ahí\, te compraré lo que necesites\, no tienes por qué humillarte ante tu familia.
Sarah: Suéltame Steven, no entiendes.
Steven: ¿Qué quieres que entienda? Que eres una mujer débil, que se deja humillar y tratar mal sin hacer nada a cambio. No Sarah, tú y yo sabemos cómo fueron las cosas, así que no tienes por qué agachar la cabeza, no tienes por qué dejarte humillar. Vamos.
El la instó a salir y Sarah acepto.
Estaban en el auto del hombre.
- ¿Vamos a comer algo? O por lo menos un café.
Sarah aceptó.
Llegaron a un restaurante, Sarah pidió un café y Steven igual.
Sarah lo observaba detenidamente.
- ¿Por qué hiciste eso?
Steven: ¿A qué te refieres?
Sarah: ¿Por qué le dijiste a mi padre y por qué quieres que me casé contigo?
Steven: Primero soy consciente que lo que sucedió es responsabilidad de los dos y en esto tú te has llevado la peor parte. Segundo nunca he sido un hombre de compromisos, nunca he tenido una novia, pero tú me gustas Sarah y desde que te hice mía no te puedo sacar de mi cabeza. Te confieso que sentí algo extraño cuando me enteré de que te habías marchado del hotel.
Sarah se sonrojo y quedó impactada ante aquella confesión.
Steven tomó las manos de Sarah entre las suyas.
- Cásate conmigo\, dame una oportunidad de conocerte y de que tú me puedas conocer.
Sarah no sabía en qué se estaba metiendo. Por un lado, amaba a Jason y por el otro sus padres esperaban que ahora se casara con Steven, el hombre al cual sin saber por qué le entrego su virginidad, aquella que había conservado para su gran amor Jason.
Ambos terminaron su café.
Steven: Empecemos desde cero, soy Steven Cooper, tengo 30 años, vivo en España desde hace 7 y soy un empresario en el campo hotelero.
Sarah sonrió ante él.
- Soy Sarah Miller\, tengo 22 años\, hace poco me gradué como Administradora de empresas\, como lo puedes ver no tengo en que caerme muerta.
Steven se acercó a ella.
- No digas eso\, porque ahora me tienes a mí.
El tomo su rostro entre sus manos y la beso, Sarah le correspondió de manera tímida, aunque admitía que no podía sentir nada con el toque de sus labios.
Steven: Bien, vamos para que compres lo que necesites.
Sarah agacho su cabeza apenada.
- No es necesario.
Steven: Si que lo es, vamos.
Estuvieron comprando ropa, zapatos y muchas cosas para Sarah, ya era algo tarde.
Sarah: Steven, disculpa, pero la verdad no se en dónde voy a meter todas estas cosas, no tengo en donde quedarme.
Steven: Por eso no te preocupes, te quedarás conmigo.
Sarah abrió sus ojos.
- No\, no\, no\, no puedo quedarme contigo\, ¿Qué dirán? tus padres\, tu hermano digo tus hermanos.
Steven tensó su mandíbula.
- Mira Sarah\, debes ser consiente que ya no tienes ninguna relación con Jason\, ahora yo voy a ser tu esposo\, así que solo te debe importar lo que yo pueda llegar a pensar. A partir de hoy eres mi pareja y todos incluida mi
familia lo tienen que aceptar.
Sarah: Por favor.
Lo miraba de manera suplicante.
Steven se acercó y deslizó su mano derecha por el cuello de la chica hasta traerla hacia él, junto su frente contra la de ella.
- No Sarah\, no tienes por qué agachar tu cabeza a nadie. A partir de hoy solo importamos los dos\, y si a mi hermano\, hermana o mis padres no les agrada la idea\, eso no debe importarnos. Si no te aceptan nos vamos los dos.
Sarah no pronunciaba palabra.