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Amor En Exilio

Amor En Exilio

Status: En proceso
Genre:La Vida Después del Adiós / Reencuentro
Popularitas:2.1k
Nilai: 5
nombre de autor: KeliindA RojanO C.

Soy Salma Hassan, una sayyida (Dama) que vive en sarabia saudita. Mi vida está marcada por las expectativas. Las tradiciones de mi familia y su cultura. Soy obligada a casarme con un hombre veinte años mayor que yo.

No tuve elección, pero elegí no ser suya.

Dejando a mi único amor ilícito por qué según mi familia el no tiene nada que ofrecerme ni siquiera un buen apellido.

Mi vida está trasada a mí matrimonio no deseado. Contra mi amor exiliado.

Años después, el destino y Ala, vuelve a juntarnos. Obligándonos a pasar miles de pruebas para mostrarnos que no podemos estar juntos...

NovelToon tiene autorización de KeliindA RojanO C. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

no hay esperanza

El aire en esta oficina, que antes me parecía un refugio, ahora se siente sofocante, cargado con el peso de años de mentiras y un miedo que me paraliza.

—Ozan— logro decir, con mi voz apenas en un hilo, y mis manos temblando mientras las aprieto en mi regazo. —Los médicos... no soy compatible—

Lo veo observarme, puedo ver que sus ojos buscan algo en los míos.

El sabe que mi corazón todavía pertenece a otro, a Emir, el hombre que me arrebataron y que ahora, irónicamente, vuelve a mi vida justo cuando mi hija más lo necesita.

—¿No eres compatible?— pregunta manteniendo la calma pero puedo sentir la pregunta tácita detrás de sus palabras. —¿Y ahora qué?—

Niego con la cabeza, las lágrimas amenazan con desbordarse. —Necesitan al padre de Senre, Ozan. Para el tratamiento. Para que ella viva—

La oficina se sume en un silencio sepulcral. Cada segundo que pasa, la imagen de Senre, tan pequeña y vulnerable, se clava más profundo en mi alma. Ella necesita a su padre, a Emir, y yo... yo estoy atrapada entre mi juramento y la vida de mi hija.

—¿Y qué piensas hacer?—

—No lo se— susurro —Tengo que buscar en los hospitales, o buscar personas que sean compatibles con ella, necesito hacerlo lo más pronto posible—

El pánico me invade.

Emir, mi primer amor, el hombre que me prometió un futuro y me lo arrebataron, está aquí, trabajando en esta misma empresa, a solo unos pasos, ajeno a que su hija lucha por su vida y que él es la única esperanza.

¿Cómo le digo que la niña que él cree que no existe es su sangre? ¿Cómo rompo el juramento que hice, el secreto que he guardado por cinco largos años?

—Salma, ella te necesita— insiste con su voz firme, apelando a la madre que soy. —No puedes dejar que muera por un secreto—

Pero el juramento... el juramento que hice cuando mi padre me obligó a alejarme de Emir, cuando me amenazó con hacerle daño si alguna vez revelaba la verdad sobre Senre... Me siento ahogada, atrapada en mi propia red de mentiras.

La vida de mi hija pende de un hilo, y la única forma de salvarla es destrozar el mundo de Emir, y quizás el mío propio, para siempre.

El miedo me consume, el miedo a su reacción, a la verdad, a perderlo todo una vez más.

Salí de la oficina de Ozan sintiendo que el suelo desaparecía bajo mis pies. Las palabras de él aún resonaban en mi cabeza, pero mi mente estaba nublada, incapaz de procesar nada más allá de la imagen de Senre. El trabajo, mi carrera, todo se desvaneció ante la urgencia de encontrar una solución para mi pequeña.

Pasé las horas siguientes corriendo de clínica en clínica, con los papeles de la compatibilidad de Senre en mis manos temblorosas. Cada puerta que abría, cada médico que consultaba, me devolvía la misma respuesta: no había compatibilidad, o la lista de espera era tan larga que el tiempo se nos agotaba. La esperanza se desvanecía con cada negativa, dejando tras de sí un vacío helado.

Cuando el sol comenzó a ocultarse, pintando el cielo con tonos agridulces, me dirigí a casa. El peso en mi corazón era insoportable. Mi pequeña me esperaba, y la preocupación por su estado me consumía. Al llegar, la encontré más débil que de costumbre. Sus ojitos brillaban con una luz tenue, y apenas tenía fuerzas para sonreír.

Le di de comer con mis propias manos, cada bocado era un acto de amor desesperado. Luego, la llevé a su habitación, la acurruqué en su cama. Normalmente, esperaba su cuento nocturno, sus pequeñas preguntas llenas de curiosidad. Pero esa noche, se durmió casi al instante, su respiración apenas un susurro en la quietud de la habitación.

Me quedé a su lado, observando su rostro sereno, ajena al torbellino de miedo y desesperación que me consumía. Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas, silenciosas al principio, luego más intensas. Lloré por su fragilidad, por mi impotencia, por el secreto que nos está costando. Lloré por Emir, por el padre que no sabía que tenía una hija, por el hombre al que amaba y al que ahora debía pedirle ayuda, exponiendo años de mentiras y dolor. La noche se sentía eterna, y la única certeza era el profundo amor por mi hija y el miedo paralizante a perderla.

La mañana llegó con la misma pesadez de la noche anterior. Antes de que el sol se atreviera a asomar por completo, ya estaba fuera de casa, dispuesta a seguir buscando, a no rendirme. Cada clínica, cada hospital, se sentía como un nuevo campo de batalla en esta guerra silenciosa por la vida de mi hija. Recorrí la ciudad, mi corazón latiendo con una mezcla de esperanza y temor, con los papeles de Senre como un amuleto que esperaba que algún día funcionara.

Las horas se arrastraban, y con cada paso, la desesperación se hacía más palpable.

Las buenas noticias se negaban a aparecer.

Finalmente, llegué a una clínica más, un último intento antes de que la noche volviera a caer y la debilidad de mi pequeña se acentuara aún más.

Entré en el consultorio del doctor, mi voz apenas audible al explicar la situación. Él me escuchó con atención, su rostro reflejó una seriedad que ya empezaba a reconocer. Tras revisar los documentos, suspiró.

—Señora, entiendo su urgencia, pero encontrar un donante compatible para su hija es, francamente, complicado. Tenemos una lista de espera considerable, y su hija... su hija no tiene mucho tiempo—

Mis ojos se llenaron de lágrimas. Asentí, incapaz de articular palabra.

Le supliqué:

—Por favor, doctor. Ella es todo lo que tengo. Necesita ayuda, la necesita ahora. ¿Puede hacer algo? ¿Por favor?—

El doctor me miró con una compasión genuina, pero su mirada también transmitía una impotencia que me golpeó con la fuerza de un puño.

—Lo siento mucho— dijo, —Pero hay personas delante de usted en la lista, casos igualmente urgentes, e incluso algunos que llegaron antes. No puedo hacer más. No puedo saltarme el protocolo—

Sus palabras cayeron como piedras en un pozo sin fondo. El mundo volvió a girar en mi contra. Sentí que el suelo se abría bajo mis pies.

—Por favor, doctor...— intenté, pero él me interrumpió suavemente.

—Debe retirarse, señora. Y déjeme con el pesar de no poder ayudarla. Hay otros que también lo necesitan—

Me levanté, mis piernas temblaron. Salí de ese consultorio, sintiendo el peso de cada mirada de lástima, de cada palabra de consuelo vacío.

Todos los médicos me habían dicho lo mismo. La misma impotencia, la misma lista de espera, la misma cruda realidad. El camino de vuelta a casa se sentía aún más largo, y la oscuridad de la noche se cernía sobre mí, trayendo consigo la certeza de que, una vez más, estaba sola con mi dolor...

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Alisson
Esta interesante 😌
Isabel...
Me gusta, tiene un inicio atrapante😍😊
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