MI DESTINO ERES TU

CAPÍTULO 12

Una semana después del desastre, las repercusiones empezaron a ser evidentes. Sin los padres al mando y con la cosecha arruinada, las deudas se incrementaron considerablemente. Los intereses seguían aumentando cada día, y ya habían empezado a llegar las notificaciones de embargo.

Félix, con el duelo aún visible en su rostro y su caminar, luchó con todas sus fuerzas por mantenerse en pie. No podía permitirse rendirse. Visitó bancos, solicitó extensiones, conversó con proveedores y empleados. Afortunadamente, muchos de los trabajadores del rancho, que llevaban años con la familia, comprendieron la situación y acordaron esperar sin exigir pagos inmediatos.

—Este rancho es mi hogar, don Félix. Su padre me dio trabajo en un momento difícil —comentó uno de ellos con voz conmovida—. Mientras tengamos techo y comida, yo me quedo.

Ese gesto de fidelidad le brindó un alivio momentáneo. Con eso en mente, Félix comenzó a formular un nuevo plan. No podía usar la tierra quemada, pero el rancho era amplio y quedaban áreas fértiles. Pensó que, con el dinero reservado para recolectar el maíz, podría invertir en un cultivo rápido que generara ganancias a corto plazo.

Así fue como llegó a la tienda de suministros y compró semillas de tomate.

—Es lo más rápido de cosechar, requiere poco cuidado y deja algo de dinero —pensó.

No era una solución a largo plazo, pero le permitiría aguantar los meses que estaban por venir. Al regresar al rancho con las semillas en el asiento del pasajero, su tranquilidad se perdió, en la entrada principal había maquinaria pesada descargando materiales. Pisó el freno con fuerza y salió del coche frunciendo el ceño.

—¿Qué está sucediendo aquí?! —exclamó, acercándose con determinación.

Sergio apareció sonriendo, una expresión que Félix encontró irritante.

—¡Cuñado, ¡qué bien que estás aquí! Hice un trato con unos amigos y hemos comenzado el proyecto del criadero de salmón.

—¿De qué estás hablando, Sergio? ¿Cómo puedes hacer acuerdos sin hablar conmigo primero?

—Tu hermana está de acuerdo —respondió encogiéndose de hombros—. También es su rancho. Además, planeamos usar la tierra quemada para las piscinas artificiales. Es ideal.

Félix lo miró con furia.

—¡No debiste firmar nada sin mi permiso! Esa tierra necesita tiempo para recuperarse. ¡Y para ese tipo de proyecto se requieren permisos específicos!

—Ya conseguí los permisos —respondió Sergio, sacando un sobre con documentos—. Puedes revisarlos. Solo intento ayudar a que esta familia siga adelante.

Félix no siguió discutiendo.

Estaba exhausto, tanto mental como físicamente, y no quería perder el control en ese momento. Se dio la vuelta y se dirigió a la casa anexa.

Al llegar, se encontró con una situación que lo dejó aún más confundido.

Isaura se estaba acomodando en la casa principal, con la ayuda de una mujer desconocida.

—¡Qué bien que has llegado, Félix! —exclamó su hermana, claramente emocionada—. Voy a mover tus cosas al anexo. Ahora que nuestros padres ya no están, ocuparé la casa grande, y tú puedes quedarte aquí.

Félix apretó los dientes.

—Parece que estás asumiendo muchas decisiones sin consultarme.

—Por favor, no te enojes. Tengo los mismos derechos que tú. Soy la mayor y esta casa también me pertenece.

—No voy a pelear por eso. Si deseas la casa, quédate. La verdad es que me duele estar ahí… Veo a mamá en cada rincón.

Isaura bajó la mirada, conmovida. Pero Félix aún no había terminado.

—Lo que no aceptaré es que dejes que tu esposo tome decisiones sobre el rancho sin mi permiso.

—Ah, eso… —Isaura pareció un poco nerviosa—. Él me mostró el plan, y parece prometedor. No entiendo mucho de números, pero dice que, si no actuamos pronto, terminaremos sin hogar. Por favor, hermano… ayúdalo. Y si notas que no va bien, yo misma lo pararé. Solo ten un poco de paciencia. Por papá y mamá…

Félix la miró en silencio.

Quería gritar. Deseaba pedir respeto, orden y sentido común. Pero también sabía que Isaura estaba tan herida como él. Y, en el fondo, solo intentaba proteger lo que quedaba.

—Está bien —dijo al final con un suspiro—. Pero revisaré todo cuidadosamente. No permitiré errores.

Regresó al terreno donde Sergio seguía dando instrucciones y le pidió los documentos. Los examinó detenidamente.

Todo parecía estar en orden.

Los permisos estaban aprobados, y si los números eran correctos, en menos de un año las ganancias cubrirían gran parte de las deudas.

—Haz copias de todo esto —ordenó—. Voy a supervisar cada movimiento. No quiero sorpresas.

—Por supuesto —respondió Sergio, simulando amabilidad—. Sé que aún no confías en mí, pero te demostraré que esto funcionará.

Félix no contestó. Se dirigió hacia el maizal improvisado que había comenzado a trazar.

Aún había mucho trabajo por delante.

No estaba contento con los cambios.

No tenía fe en Sergio.

Y mucho menos en los “amigos” con los que había hecho acuerdos.

Pero sabía algo con certeza: sus padres habrían querido que luchara por el rancho.

Por su apellido. Por su historia. Y eso haría.

Aunque tuviera que caminar a través del fuego.