Enamorarse No Está En El Contrato

El Audi se perdió por algunas calles que Aidan no conocía, el pelinegro miraba por la ventana sin darle importancia a donde lo llevaban. Era sábado después del mediodía, el dolor de cabeza al menos se le había ido después de tomar las pastillas que le dio Indigo. Llevaba la ventana abierta por lo que el viento le daba agradablemente en el rostro. Sus ojos veían el paisaje mientras se perdía en sus pensamientos, estaba claro que más tarde llamaría a Sayer para pedirle disculpas, y también para que le contara qué era lo que realmente había pasado.

De pronto sus ojos divisaron un paraje conocido para él, pues ese había sido el camino que tomaron cuando salieron del resort de Kilian. Indigo sonrió al notar que el chico reconoció el lugar, el pelinegro ignoraba los ojos de su rival. Se metieron por un camino de tierra hacia una entrada del recinto natural, Aidan dibujó una sonrisa sin darse cuenta al ver donde lo llevaban.

—Sabía que te gustaría— dijo Indigo sorprendiendo al pelinegro, éste borró la sonrisa.

—No hables como si me conocieras— le dijo Aidan sin mirarlo.

—Conozco tus debilidades— sonrió de medio lado el castaño.

El pelinegro lo miró con el ceño fruncido.

—Lo único que conoces de mí es el odio que te tengo desde niños, y el rostro de mentiras que les coloco a mis padres. No sabes nada de mí— se dispuso a mirar por la ventana.

Indigo borró su sonrisa del rostro, a decir verdad Aidan tenía razón, no sabían nada el uno del otro. Sólo las mentiras y el odio que fueron creciendo como una mala hierba entre ellos. Algo que al parecer sería difícil de borrar, por lo visto era mejor que se diera por vencido.

Estacionó el auto cerca de unos árboles y bajaron. Indigo sacó la bolsa que llevaba la comida y el bebestible. Cerró su auto y con el rostro serio se dispuso a caminar adentrándose al lugar, detrás de él iba Aidan mirando al mayor. Seguramente iba molesto, pero su energía también decía algo más como si estuviera ¿triste?.

Indigo caminó hasta un lugar que estaba cerca de una gran laguna, el sitio era mágico, hermoso y tranquilo. El castaño estaba en completo silencio sacando una manta que puso sobre el pasto, dejó la bolsa con la comida y se sentó. Aidan lo miró algo confundido y luego se sentó mirando la laguna.

El pelinegro lo miró de reojos, parecía que Indigo estaba perdido en sus pensamientos, o más bien preocupado. Intrigado por algo que no debía tener importancia para él, comenzó una charla con el fin de saber que le pasaba. ¿El interés repentino?, ni él lo sabía.

—¿Conocías éste lugar?— le preguntó de pronto Aidan mirándolo. Fue la única pregunta que se le ocurrió para iniciar una conversación.

—No, pero ese día vi que lo mirabas y sabía que aquí había una reservación natural. La busqué por internet y se podía venir a disfrutar del lugar, también acampar un fin de semana— le dijo Indigo sin mirarlo.

—¿Vinimos aquí por mí?— dijo algo sorprendido Aidan.

—Sí, bastante estúpido.

El pelinegro lo quedó mirando, sus ojos oscuros miraron con detenimiento a ese chico que era su rival. De pronto espabiló al darse cuenta que no podía sacarle la mirada de encima, llevó la vista a la laguna.

—Gracias por traerme— le dijo Aidan, sintió un pequeño calor en sus mejillas.

Indigo lo miró de reojos algo sorprendido, sonrió después de escuchar esas palabras. Al menos ese día ya había recibido dos veces las gracias, y eso era llamativo viniendo del chico que lo odiaba.

—¿Sabes de qué va la obra?— le preguntó Aidan de pronto cambiando el tema.

—Dicen que es una historia de amor, que dos hombres se pelean por el amor de la misma mujer, pero ella es la que decide al final con quien quedarse— le dijo Indigo.

—Como si esas cosas pasaran— se rió el pelinegro—. La pobre chica confundida por dos amores que ni siquiera saben que existe, porque es más importante comportarse como idiotas a buscar realmente su corazón.

El mayor lo quedó mirando.

—¿Estás enamorado?— le preguntó de pronto.

Aidan sintió que sus mejillas explotaban de golpe.

—¿Qué?, ¿quién está enamorado?— dijo el pelinegro confundido.

—De Kilian— le dijo Indigo con voz suave.

Aidan se quedó mirando el rostro de su enemigo y esos ojos que querían una respuesta inmediata.

—No lo sé— le dijo el menor.

Indigo sintió una clavada en su pecho.

—Es bueno por él— dijo el castaño mirando el agua—. Se ven bien juntos.

Aidan frunció levemente el ceño.

—No sé lo que siento por Kilian— continuó el pelinegro—. Pero me siento cómodo con él, además es muy amable y me ayuda con las tareas.

Indigo se sentía cada vez peor, ¿por qué le dolían tanto esas palabras?.

—Pero fui sincero con él— le dijo Aidan. ¿Por qué le daba esas explicaciones?—. Le dije que no podía estar en una relación ahora, que no sentía nada por él y por ende que no quería lastimarlo. Él sólo me dijo que respetaba mis palabras, pero que no se daría por vencido conmigo. Después le di el beso, fue ese día que nos viste en la playa.

El castaño se quedó perplejo después de escuchar aquella confesión, en realidad sólo quería saber que había sucedido ese día y Aidan se lo acababa de contar todo.

—¿Y tú?— le preguntó de pronto el chico—. Se ve que te llevas muy bien con Brenda. Ella me mira algo feo, aunque no le he hecho nada, pero sigue siendo linda.

—Tal vez está enojada conmigo porque le dije que no seríamos novios— le dijo Indigo—. Siempre fui sincero con ella, jamás le di esperanzas, sólo amistad. Creyó que con el pasar del tiempo cambiaría de opinión, pero no fue así.

Aidan no entendía que pasaba por la cabeza de su rival, realmente Brenda era una de las chicas más lindas e inteligentes de la universidad. Además había que ser sincero en reconocer que hacían una bonita pareja.

—Vaya, en verdad creí que te gustaba.

—No, a mí me gusta otra persona— le dijo Indigo—. Jamás creí que me llegaría a gustar alguien así, pero hace un tiempo me di cuenta que sólo pensaba en ella. Pero no creo que resulte.

Aidan lo miró extrañado, en realidad se habría imaginado al gran Indigo decir que él era el mejor novio, pero ahí estaba lamentándose de su triste suerte.

—Bueno, si te vas a dar por vencido tan rápido con esa persona seguramente no te verá nunca— le dijo el pelinegro sacando uno de los sándwich para comer. ¿Por qué lo animaba?, en realidad ni siquiera debía importarle que le pasaba—. Supongo que el amor que se consigue con esfuerzo es el que más perdura.

Indigo no podía creer que su rival, ahora amor oculto, le estaba diciendo esas palabras. Por obvias razones no le diría la verdad, por el momento, pero lo que sí haría sería alejar a toda costa a Kilian de Aidan. Con la información que le había dado el pelinegro podía jugar sus cartas y hacer que su rival se enamorara de él.