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Me Case Con Mi Ex Esposo

Me Case Con Mi Ex Esposo

Status: En proceso
Genre:Casarse por embarazo / Malentendidos / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Madre por contrato
Popularitas:7.5k
Nilai: 5
nombre de autor: Daricha0322

¿Qué pasa cuando la vida te roba todo, incluso el amor que creías eterno? ¿Y si el destino te obliga a reescribir una historia con el único hombre que te ha roto el corazón?

NovelToon tiene autorización de Daricha0322 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPITULO 22

El consultorio olía a alcohol y desinfectante, el aroma familiar que siempre crispaba los nervios de Ana, un recordatorio constante de su historial médico. Daniel le apretaba la mano, sus pulgares frotando círculos nerviosos sobre su piel. Estaban allí por la revisión de las veinte semanas, pero el miedo de siempre—el miedo a la recaída—flotaba en el aire.

La Dra. Herrera, con su voz tranquila, deslizó el transductor cubierto de gel sobre el vientre de Ana. En la pantalla, un remolino de grises y blancos se hizo visible. El sonido rítmico del corazón de su bebé llenó la habitación, un tamborileo rápido y firme.

—Mira ese perfil, Daniel —dijo la doctora, señalando una diminuta nariz y una boca que parecía bostezar—. Es precioso. Y todo se ve perfectamente normal.

Daniel sonrió, sus ojos fijos en la pantalla, ya húmedos. Ana no podía despegar la vista del latido.

—Doctora —interrumpió Ana, su voz apenas un susurro—, ¿y el análisis de la biopsia? ¿Y mis marcadores de... ya sabe?

La Dra. Herrera se limpió las manos, se quitó los guantes y deslizó una carpeta sobre el escritorio. La formalidad del gesto hizo que el corazón de Ana se encogiera. Daniel la apretó más fuerte.

—Ana, respira hondo. Hablemos de dos cosas. Primero, el bebé. Todo el desarrollo es excelente, el peso está en el rango ideal, y no hay ninguna indicación de problemas.

Hizo una pausa, y luego, con una sonrisa que le iluminó el rostro, continuó:

—Y ahora, la sorpresa. ¿Quieren saber si es niño o niña?

Ana asintió, incapaz de hablar. Daniel se echó hacia adelante.

—Pues... tendrán una hermosa niña. Saludable y muy activa, por cierto —dijo la doctora, señalando una patadita en la pantalla.

Un sollozo escapó de Daniel, pero fue un sollozo de pura felicidad. Ana se llevó las manos a la boca, la imagen de un vestidito rosa parpadeando en su mente.

—Y segundo, y lo más importante para ti, Ana —dijo la Dra. Herrera ñ, volviendo la vista a la carpeta—. Los resultados no podían ser mejores. Las últimas pruebas confirman lo que vimos hace meses. Estás limpia. Completamente limpia. El embarazo no ha provocado ninguna reactivación. Los marcadores son negativos y la revisión de la zona tratada está perfecta. El miedo puede irse, Ana. La enfermedad está superada. Ahora eres una paciente de control de rutina.

El alivio golpeó a Ana con la fuerza de una ola. No fue una alegría suave; fue un maremoto que la hizo temblar de la cabeza a los pies. El miedo que había sido su compañero durante años, el que la había acompañado a cada visita médica, se desvaneció.

Se desplomó sobre el hombro de Daniel, su llanto ya no era de nervios, sino de gratitud.

—Una niña... y sana —murmuró Daniel en su cabello, sujetándola como si fuera lo único real en el mundo—. Gracias, Dios mío, gracias.

Ana levantó la vista y miró a la Dra. Herrera, luego al pequeño punto que era su hija en la pantalla. No solo iban a tener una vida nueva, sino que iban a recuperar la suya propia.

Daniel sostenía la puerta de cristal mientras Ana salía del edificio, dejando atrás el opresivo silencio del hospital. El aire fresco de la tarde se sentía diferente, ligero, como si acabase de quitarse una pesada armadura.

—Una niña, Ana. Una niña —murmuró Daniel, sin dejar de sonreír, mientras la ayudaba a subir al coche. El terror que había mantenido bajo control durante meses se había disuelto, dejando un vacío feliz.

Ana se recostó contra el asiento de cuero. Se sentía agotada, pero de una manera extraña y maravillosa, como después de haber corrido un maratón emocional. El miedo se había ido, y el futuro se abría de repente, amplio y brillante.

—Y estoy limpia, Daniel. La Dra. Herrera lo dijo. Se acabó —suspiró ella, tocándose el vientre, donde su hija latía ajena a la batalla que su madre acababa de ganar.

Daniel encendió el motor, pero no se dirigió a casa. En cambio, giró en dirección contraria, una sonrisa de conspirador en su rostro.

—Esto no es algo que se celebre con una cena cualquiera, ¿verdad?

Ana alzó una ceja, intrigada.

—¿A dónde vamos?

—A "El Rincón de Vainilla". Elige el pastel más obscenamente dulce y grande que tengan, y nos lo comeremos todo —declaró Daniel, acelerando un poco más rápido de lo habitual.

Cinco minutos después, la campana de la pastelería tintineó. El aroma a azúcar glas, mantequilla y café golpeó sus sentidos. "El Rincón de Vainilla" era el pequeño paraíso de Ana: sillas de terciopelo desgastado, vitrinas llenas de éclairs perfectos y el ruido suave de la máquina de espresso.

Se sentaron en su mesa habitual, junto a la ventana. El lugar estaba lleno, pero por primera vez en mucho tiempo, Ana no notó las miradas ni se sintió consciente de sí misma; solo veía la mesa, a Daniel, y el menú lleno de promesas azucaradas.

—Necesitamos algo que grite: ¡Salud y Vida! —dijo Daniel, tomando su mano y besándola suavemente en los nudillos—. Pide lo que quieras, pero quiero que brindemos.

Ana sonrió, con una lágrima de alegría resbalando por su mejilla. Apuntó al menú.

—Quiero la tarta de tres leches y fresas. Es lo más dulce que hay, y hoy me lo merezco. Y quiero que le pongas una velita.

Daniel llamó a la camarera, y mientras esperaban, la miró fijamente, con una intensidad que le hizo palpitar el corazón.

—No te he dicho lo suficiente hoy. Estoy tan orgulloso de ti, Ana. Has luchado con una fuerza que yo ni siquiera sabía que existía. Y ahora... tenemos a nuestra niña. Y te tengo a ti. Las dos cosas. No puedo pedir más.

La camarera llegó con el trozo de tarta que parecía una montaña de crema batida y un tenedor extra. Daniel encendió la pequeña vela.

—Por nuestra niña y por la mujer más fuerte que conozco —dijo, ofreciéndole su tenedor.

Ana sopló la vela, sin pedir un deseo, porque ya se le habían concedido todos. Hundió el tenedor en la tarta, y el sabor dulce y empalagoso de la victoria fue la mejor medicina que había tomado.

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Rosa Maria Gonzalez
muy bueno. me hizo caer una lágrima!
ana
Excelente te atrapa, muy pero muy bonita la historia tiene de todo. La super recomiendo
Maredys Marquez
son muy tontos 🙄🙄 no hay nada más bonito que ese tiempo con el recién nacido 🥰🥰 y juntos
Claudia Patricia Cruz Saa
Ana ciertamente Daniel te engaño, pero ése hombre te ama y te lo ha demostrado con hechos date una nueva oportunidad de recuperar tu familia ése rencor no te dejará nada bueno
neumidia ruiz
el amor lo puede todo ,Ana debe permitirse ser feliz si lo ama está tribulación debe hacerlos más fuerte y unidos , menos el maduro
ana
En las buenas y más en las malas
ana
De su parte lo veo egoísta xq la familia tiene q estar junta
ana
Me esta gustando gracias 🥰
Maredys Marquez
uuhhhmmm....🤔🤔 pero no me gusta la actitud de Ana demasiado yo puedo yo hago a veces hay que dejarce ayudar para eso es la pareja y el compañerismo los dos cometieron errores
Mary Ney
Es una realidad de una enfermedad muy bien narrada
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