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VEINTICUATRO (BL)

VEINTICUATRO (BL)

Status: En proceso
Genre:Diferencia de edad / Posesivo / Romance oscuro / Mi novio es un famoso
Popularitas:2.5k
Nilai: 5
nombre de autor: Daemin

Lo secuestró.
Lo odia.
Y, aun así, no puede dejar de pensar en él.
¿Qué tan lejos puede llegar una obsesión disfrazada de deseo?

NovelToon tiene autorización de Daemin para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capitulo 13: Regaños

[Dylan]

No podía dejar de repetirlo en mi cabeza: Nathan Liu.

El nombre me rebotaba una y otra vez como si alguien me lo estuviera tallando a fuego por dentro.

El tipo que me tenía encerrado, el que me besaba cuando le daba la gana, el que me había arrastrado como costal de papas delante de medio mundo… era el magnate que acababa de ver domar un auto como si fuera un juguete.

El rostro de las portadas, el que todos aplaudían con respeto.

Me descubrí sonriendo, pero no porque estuviera feliz. Era esa sonrisa tonta que uno saca cuando no sabe si reír o llorar. La sonrisa que usas para ocultar que por dentro estás temblando.

Él me miró justo en ese momento. Esa sonrisa torcida, esa intensidad que parecía atravesar cualquier fachada que intentara poner. No me dijo nada. Solo me sostuvo la mirada como si supiera exactamente lo que me estaba pasando por dentro.

Tuve que apartar los ojos. Sentí el estómago apretado, el corazón a mil. Por dentro lloraba, de pura frustración. No era justo. No podía ser real.

Nathan, en cambio, se giró sin una palabra y caminó hacia los vestidores. Lo vi alejarse con el casco en una mano, los técnicos y directivos apartándose para abrirle paso. Como si todo el lugar girara alrededor suyo.

Yo me quedé quieto, con las manos en los bolsillos, respirando hondo para no delatarme.

El vestidor estaba en silencio, salvo por el sonido del cierre cuando Nathan se quitó el mono de piloto. Se pasó una toalla por el cuello con la calma de siempre, como si lo de la pista hubiera sido solo otro trámite más en su agenda.

Alex estaba apoyado contra la pared, con los brazos cruzados y una media sonrisa que no se le borraba. No era burla. Era esa ironía tranquila de alguien que se divierte con lo que ve, pero que en el fondo está procesando en serio.

—No tienes idea de la cara que puso —dijo al fin, rompiendo el silencio.

Nathan levantó la mirada, arqueando una ceja.

—¿Quién?

—Dylan —respondió Alex, con esa sonrisa más marcada—. Cuando escuchó a los inversionistas decir “señor Liu”, parecía que le hubieran dado un puñetazo en el estómago.

Nathan dejó la toalla sobre el banco y empezó a abrocharse la camisa limpia.

—Ya era hora de que lo supiera.

Alex se rió por lo bajo.

—Supongo que no era el plan enseñarle tu tarjeta de presentación con tanto espectáculo incluido.

Nathan sonrió de lado, ajustándose el reloj en la muñeca.

—Me gusta verlo descolocado.

—Sí, y yo soy el que luego tiene que apagar los incendios —replicó Alex, alzando las cejas—. ¿Sabes cuántas veces en la última semana tuve que dar excusas para cubrir tus “paseos” detrás del niño?

Nathan dejó escapar una carcajada baja, auténtica.

—Por eso eres mi mano derecha.

—Por eso y porque nadie más aguantaría tus locuras —respondió Alex, con un suspiro resignado, aunque la sonrisa no se le borró—. Admitámoslo, Liu: todo esto es porque ese chaval te trae de cabeza.

Nathan terminó de vestirse, cerrando el último botón de la camisa. Su sonrisa regresó, cínica y satisfecha.

—Y me encanta.

Alex negó despacio, entre divertido y resignado.

—Lo sé. Y yo soy el idiota que sigue cubriéndote.

Ambos se miraron un segundo y, como siempre, la tensión se rompió con una carcajada compartida. Eran amigos, eran socios, y sobre todo, eran cómplices en la obsesión más irracional de Nathan.

Nathan salió del vestidor ajustándose las mangas de la camisa. Alex iba a su lado, todavía con esa sonrisa de cómplice resignado. Al llegar al pasillo principal, Alex se detuvo para despedirse.

—Yo me adelanto, tengo que preparar los informes de la prueba —dijo, dándole una palmada en el hombro a Nathan—. Y a ti, Dylan… un gusto conocerte al fin.

—Lo mismo —respondió Dylan, sin perder la frescura, aunque lo miró con una ceja arqueada, como si quisiera descifrar qué tanto sabía ese hombre de él.

Alex sonrió de medio lado, sin dar más pistas.

—Cuídense.

Se alejó con paso tranquilo, dejando a Nathan y Dylan solos.

El aire entre ambos cambió enseguida. Nathan se acercó sin prisa, como si no existiera la distancia personal. Su sombra casi cubría la de Dylan, y podía sentir su aliento cerca cuando habló.

—Vamos. El auto espera.

—Ya voy —respondió Dylan, relajado.

Estaba por abrir la puerta del Lamborghini cuando el celular vibró en su bolsillo. Sacó el móvil con fastidio, como si ya supiera lo que venía, y contestó.

—¿Andrik?

Pero no era su hermano. La voz áspera de su padre retumbó al otro lado de la línea:

—¡Dylan Lara! ¿Dónde diablos te has metido? ¡ Semanas sin dar señales y tu hermano cargando con todo en tu ausencia!

Dylan apretó la mandíbula, mirando hacia el cielo como si necesitara oxígeno.

—Estoy bien, papá.

La voz siguió, más áspera, más dura:

—¡Tu hermano no me quiere decir donde estas y tu madre pasa dándome excusas! ¡¿Eres consciente de la vergüenza que nos haces pasar?!

Dylan se pasó la mano por el cabello, mirando al cielo como si pidiera paciencia.

—No estoy muerto, ¿vale? Ya apareceré.

Nathan sonrió apenas, divertido por la insolencia que Dylan le soltaba a su propio padre.

Del otro lado de la línea, su padre rugió de nuevo.

—¡No me respondas así, muchacho! ¡Vuelve a casa ahora mismo!

Dylan bajó la voz, firme, sin titubear.

—No puedo.

Colgó antes de darle tiempo a responder. Guardó el móvil en el bolsillo y soltó un suspiro largo, como si se hubiera quitado un peso del pecho aunque supiera que pronto volvería a cargarlo.

Nathan seguía allí, mirándolo fijo. No preguntó, no opinó. Solo sonrió de lado, como si lo que acababa de ver le confirmara algo que ya sospechaba: que Dylan era un espíritu libre, y que a él le gustaba exactamente así.

Dylan arqueó una ceja, intentando sonar ligero.

—Ya está. Drama familiar, versión internacional.

Nathan no respondió. Solo abrió la puerta del auto y esperó, dejando que el silencio hablara por él.

1
Mel Martinez
por favor no me digas que se complica la cosa no
Mel Martinez
que capitulo
Mel Martinez
me encanta esta novela espectacular bien escrita y entendible te felicito
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