Me Casé Con El Duque Cruel

Durante los últimos días no me acerqué al duque, y la verdad tenía cosas que hacer, como encontrar a un fabricante. Ese día íbamos a ir a la casa de los marqueses, de hecho en ese momento estaba algo entusiasmada por eso. Katelyn se quedaría en la mansión del duque, lamentablemente.

Ian me acompañó al carruaje, puso las maletas en la parte trasera y me ayudó a subir, me recordaba a mi chófer de la otra vida. Mientras esperaba al duque me ventilaba con un abanico de tela, el calor estaba terrible.

—Emilia, —Simplemente el duque dijo eso al verme, supongo que era un saludo. El carruaje se puso en marcha, y la verdad me tenté en pedirle más monedas de oro pero desistí de la idea. Gracias a Ian, había encontrado un local que podía alquilar en la capital cerca del mercado, era un buen sitio para poder poner una tienda de ropa. Ya tenía pensado los nuevos diseños, aunque debería pedirle a Julen su ayuda para promocionarlos.

El trayecto era silencioso, aunque no era para nada incómodo. Llegamos luego de una hora a la residencia de los marqueses, la primera en bajar fui yo, suspiré profundamente y embocé una sonrisa.

—Pareces contenta de regresar a la casa de los marqueses.

Me sorprendí un poco, los pasos del duque casi no se escuchaban, su caminar era muy suave, con elegancia y sin tanta fuerza.

—Bueno, son mis padres —respondí con tranquilidad.

Los marqueses no tenían hijos hombres, siendo Elena la hija mayor le tocaba el puesto de marquesa y su futuro esposo sería el marqués. No me importaban esos títulos, lo que quería era la fortuna de los Bernade, me lo merecía; bueno a Emilia le pertenecía.

—Bienvenidos, —la marquesa hizo acto de presencia, saludó al duque amablemente y a mi me miró con algo de desagrado, a lo que correspondí con una sonrisa cínica. —Espero que puedan sentirse cómodos durante el tiempo que se queden.

Ella caminó al frente dirigiéndonos a lo que sería nuestra habitación de hospedaje. Le di un vistazo a la nueva decoración de la casa, la pintura era de un verde menta, quedaba horrible pero quien era yo para opinar.

—Aquí, pueden desempacar ahora. Y recuerden que pueden contar conmigo en lo que sea. —Ella se alejó dejándonos frente a la habitación. Abrí la puerta sintiendo un dolor en las muñecas, debería ejercitar ese cuerpo, estaba bastante débil.

—Emilia, —me giré a ver al duque que seguía parado en el umbral de la puerta. —Si no te sientes cómoda estando aquí, podemos olvidar las tradiciones y regresar.

—No te preocupes, no me molesta ver a mi familia. —Pronuncié lo último en un tono aburrido. La verdad simplemente había ido para acercarme al marqués y sacarle un poco de su fortuna, aunque tal vez eso no funcionara.

Él alzó varias cejas y luego entró cerrando la puerta detrás de él.

—Hum, los últimos días has estado un poco tranquila.

—¿A qué se refiere? —pregunté mientras ordenaba mis vestidos en el armario, él se había sentado en ese momento en la cama.

—Te gustaba salir al jardín, o simplemente intentabas pintar cuadros o jugar en la lluvia…

—Oh, está pendiente de lo que hago. —Lo observé, su mirada seguía seria, me giré siguiendo con lo que estaba haciendo. —Tengo pensado iniciar un proyecto, aunque seguramente ya debes saberlo.

—Ah, te refieres a la tienda.

Suspiré algo cansada y luego me volteé a verlo.

—No me gusta que me tenga vigilada, es molesto.

Por la manera en como arrugaba sus cejas sabía que estaba impresionado o confuso debido a mi pedido, él se levantó acercándose a mí.

—No te estaba vigilando… solamente quería saber lo que hacías, además mi secretario me recomendó conocerte mejor.

Quería reírme por su expresión, era demasiado seria pero retuve las ganas.

—No me sigas, si quieres saber algo de mi solamente pregúntalo.

Él asintió de acuerdo con mis palabras, esperaba tener un poco más de privacidad luego de aclarar ese punto.

—¿Por qué me sigues mirando? —Pregunté sintiendo su mirada en mi nuca. Él carraspeó la garganta antes de hablar.

—Tienes un lunar en el cuello, es interesante.

Me toqué esa zona del cuerpo como si mis manos pudieran sentir el lunar, él sostuvo mi dedo dirigiéndolo donde se encontraba la marca, sentí como mis mejillas se calentaban y me alejé rápidamente del duque algo nerviosa.

—¿Te he hecho daño?

—No es eso, solamente se sintió extraño. —Volví a hacer lo de antes y cuando terminé salí de la habitación yendo al jardín de Elena. Suspiré sintiendo la brisa fresca recorriendo mi piel, me adentré entre los arbustos verdosos, y el agradable olor de las flores.

—¿Qué haces aquí? —Elena llevaba puesto un vestido morado, lo cual resaltaba el brillo dorado de su cabello y sus ojos azules profundos como el océano. Llevaba una sombrilla que la protegía del sol, su postura era elegante y coqueta a la vez.

—Nada, quería verte y pensé que estarías aquí.

—¿Para que me quieres ver? —Embozó una sonrisa falsa, su actitud era desagradable pero ignoré ese punto. —Seguramente tu matrimonio esté yendo bien ahora, si no es de esa manera padre estará muy molesto contigo.

—No me importa la opinión del marqués, tampoco me importa ese matrimonio forzado. —Sonreí sin apartar la mirada. No quería ser una villana pero cuando Katelyn me contó lo que Elena le hacía a Emilia, no pude evitar sentirme enojada. Era una maldita perra, sin embargo en ese momento no podía hacerla pagar.

—¿Qué? ¿Estás intentando desafiar a nuestro padre? —Negué sin dejar de sonreír.

—No te preocupes, es una broma. —Dije con mucho sarcasmo, ella arqueó una ceja pero antes de que siguiera con la conversación me despedí asintiendo con la cabeza. Regresé por el camino de antes, en ese pasillo estaba una de las sirvientas llevando una bandeja con tazas de té a alguna parte, crucé a su lado y ella atravesó su pie haciéndome caer al suelo.

—Bienvenida, señorita Emilia.

Ella carcajeó y se dio la vuelta para irse, en ese momento me levanté rápidamente y la agarré por el cabello desde atrás, tomé la tetera derramándole el té caliente en la cabeza, ella gritó asustada.

—Gracias por recibirme con mucho respeto. —Comenté sarcástica, en ese momento otra sirvienta llegó a la escena, sin embargo no dijo nada y simplemente se mordió el labio con impotencia. Chasqueé la lengua soltando a la otra y seguí mi camino