Josiane no quería estar allí, pero se vio obligada a ir a terapia debido a las reglas del refugio en el que vive.
Patrícia, su psicóloga, estaba acostumbrada a tratar casos difíciles, pero nada la preparó para Josiane.
Entre la ética y el amor ¿cuál prevalecerá?
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Capítulo 2
Tercera sesión
— Buenos días, Josiane. – Patricia habló con el tono calmado que se había convertido en una segunda piel para ella, pero que en ese momento parecía más bien una armadura.
Josiane entró en el consultorio con el mismo ritmo habitual, sin prisa. Se sentó en el sofá de forma mecánica, cruzando las manos sobre el regazo y fijando los ojos en la ventana. Ni siquiera respondió al saludo. No era necesario, parecía decir con el silencio. O sea, "el día no estaba nada bien".
Patricia acomodó la silla con cuidado, intentando disimular la incomodidad que ya empezaba a surgir. Era la tercera sesión con Josiane, y, a pesar de los pequeños avances de la anterior, sentía que estaba nuevamente siendo desafiada por un muro infranqueable.
— ¿Podemos empezar?
Patricia hizo una pausa, esperando algún movimiento, pero no sucedió nada. Respiró hondo e intentó seguir el flujo natural de las sesiones.
– ¿Cómo estuvo tu fin de semana? – preguntó con una sonrisa que intentaba parecer natural.
– Normal. – La palabra salió de Josiane, sin mucho entusiasmo, y con los ojos fijos todo el tiempo en el mismo punto.
Patricia anotó algo en el cuaderno, aunque sabía que no había nada significativo que registrar. El silencio se apoderó de la sala, un silencio que, para Patricia, era insoportable, pero mantuvo el tono profesional.
– Muy bien. Podemos continuar de donde lo dejamos en la última sesión, si quieres. Mencionaste algunos hobbies... ¿tal vez podríamos explorar más eso? – sugirió, con la voz todavía tranquila.
Josiane no respondió. Ni hizo un movimiento, ni un cambio de mirada.
Su inmovilidad era casi desconcertante. Patricia ajustó la postura en la silla, inclinándose ligeramente hacia adelante, intentando demostrar interés y paciencia. Pero por dentro, la frustración comenzaba a crecer.
— ¿Josiane? – la llamó nuevamente, sin cambiar el tono, pero ahora buscando algo, cualquier cosa que rompiese esa barrera.
Aun así, nada. Josiane parecía una estatua.
Sus ojos permanecían fijos en un punto cualquiera, como si Patricia ni siquiera estuviese en la sala. Sin embargo, lo que Patricia no percibía a la distancia era el esfuerzo monumental que Josiane hacía para mantener esa fachada de calma. Por dentro, un caos. Cada músculo de su cuerpo quería moverse, sus piernas temblaban bajo un control absoluto, y su respiración, a pesar de ser jadeante, era contenida al máximo. Para quien la mirase desde fuera, estaba imperturbable. Por dentro, era pura desesperación.
Patricia comenzó a sentir que la incomodidad se transformaba en algo más. No era solo frustración, era irritación.
Irritación por no saber cómo lidiar con aquello, por no lograr acceder a la paciente, por no entender si estaba fallando.
Mantuvo el rostro neutral, pero su mente estaba en una turbulencia creciente. Cada pregunta que hacía y cada silencio como respuesta era como un empujón que la hundía aún más en un pozo de frustración.
— Josiane, sé que puede ser difícil hablar de ti misma, pero estoy aquí para escuchar, sin juzgar. No tienes que apresurarte. – La voz de Patricia era calmada, pero por dentro, ya se estaba preguntando si aquello realmente tenía algún sentido.
Josiane desvió la mirada de la ventana por un breve momento, pero solo para fijarla en otro punto distante: el suelo.
La inmovilidad era su defensa. Por más que estuviese desesperada, intentando no ceder a la voluntad de moverse, de responder, de explotar, no dejaría que Patricia lo notase. No de nuevo.
La sesión anterior ya había sido un desliz. Había entregado algo que creía pequeño, pero que, al reflexionar luego, la dejó irritada consigo misma. No podía cometer el mismo error.
El silencio se prolongó, dejando a Patricia, irritada, que intentaba disimular jugando con el cuaderno, fingiendo anotar algo. Pero la verdad es que ya no sabía cómo proseguir. Josiane parecía una muralla inquebrantable, y aquello estaba empezando a afectarla de una forma que no esperaba. Por más experimentada que fuese, por más casos complejos que hubiese tratado, había algo en Josiane que la desconcertaba.
Patricia lanzó una pregunta más, esta vez un poco más directa, pero sin perder el tono amable:
– ¿Te gustaría hablar sobre algo específico hoy? ¿Quizás sobre cómo te estás sintiendo o algo que haya sucedido en los últimos días?
Y obtuvo más silencio como respuesta.
Patricia sintió que la irritación se transformaba en una tristeza sutil, pero creciente. Mantuvo la calma exterior, pero, por dentro, sabía que estaba perdiendo el control emocional. Y eso la incomodaba aún más. No era solo Josiane quien estaba bloqueada, ella también lo estaba.
Patricia se inclinó hacia atrás en la butaca, cruzando las piernas y respirando hondo, intentando esconder cualquier señal de irritación. Sabía que debía mantener el profesionalismo, pero el silencio de Josiane parecía una provocación, aunque racionalmente supiese que no lo era.
La sala quedó nuevamente en silencio, un silencio pesado y casi opresor. Patricia sabía que, en ese momento, era mejor retroceder que insistir. Bajó la mirada hacia el cuaderno, fingiendo que el silencio formaba parte de la sesión, pero, en realidad, solo quería reorganizar sus pensamientos. Por ahora, tendría que aceptar que esa batalla estaba perdida. Pero solo por ahora.